La ejecutiva cree que España no puede crecer dejando tanta desigualdad social
19 may 2013 . Actualizado a las 07:00 h.El pasado martes, en un recóndito hotel a las afueras de Santiago, se produjo una de esas instantáneas impensables hace dos décadas. Un auditorio de ingenieros, directivos y empresarios, casi todos hombres, convocados por la Asociación para el Progreso de la Dirección, aguardaba expectante la intervención de una mujer. Matemática, madre de tres hijos, exejecutiva de Microsoft, Rosa García se mueve por las alturas con una campechanía pasmosa.
-¿Qué hemos hecho tan mal para llegar a una situación económica tan desastrosa?
-En España se nos han juntado tres grandes burbujas. La primera, un exceso de crédito en los países del sur de Europa, que propició después la segunda burbuja, la inmobiliaria. Eran los tiempos en que se preguntaba tú cuántas casas tienes.
-¿Y la tercera burbuja?
-Es consecuencia de las otras dos y afectó al Gobierno. La gente compraba las cosas a crédito y pagaba impuestos. La Administración se vio con muchísimo dinero y optó por devolver esos recursos con inversiones.
-¿Y entonces?
-Pues entonces aparecieron aeropuertos, centros médicos en cada esquina...
-¿Cuál fue el error?
-No calcular cuánto nos iba a costar mantenerlas y, más importante, si esas abundantes entradas de ingresos fiscales perdurarían en el tiempo o, por el contrario, eran un espejismo. Ahora somos un país que debe depurar un exceso de demanda de crédito en el pasado, pero con muchas potencialidades.
-¿Estamos haciendo algo bien?
-Hay varias cosas, aunque nos duela. Y que socialmente estamos siendo capaces de entender. El gasto corriente de España tiene que ajustarse a sus ingresos. No podemos pedir hipotecas para pagar la sanidad o el salario de nuestros funcionarios. También resaltaría algunos aspectos de la reforma laboral, que han permitido a las empresas negociar con sus trabajadores y evitar más destrucción de empleo. O el plan de Montoro de pago a proveedores, que salvó muchas empresas que estaban al borde de la bancarrota.
-¿Dónde cree entonces que hace falta un cambio de rumbo en la estrategia actual?
-Yo creo que deberíamos plantearnos una pregunta: ¿qué país queremos ser cuando la crisis desaparezca? Es una pregunta aún sin respuesta. Además, apenas destinamos el 1,3 % del PIB a I+D, menos de la mitad que los países más fuertes. Y de esto tienen culpa las empresas. Otra cosa que debemos hacer mejor es que esta investigación que tenemos no sea de papel.
-¿A qué se refiere?
-Pues que genere riqueza nacional, que se hagan patentes. En España en el último año se han registrado apenas 2.500 patentes. Y Siemens sola formula 4.200 solicitudes anuales. Estas patentes se tienen que convertir en producto, generar una industria fuerte. A día de hoy lo que aporta el sector no llega al 15 % del PIB, mientras que en Alemania está en el 25 %. En el lado bueno está que sí hemos salido al extranjero.
-Algo es algo...
-Tenemos que mirarnos. Estamos tan deprimidos por la crisis que no vemos las cosas buenas que tenemos.
-Conviene generar confianza, sí. ¿Pero hasta cuándo cree usted que podemos seguir devaluándonos internamente como país?
-Hay una parte que es casi irremediable. Ahora no tenemos capacidad para devaluar la peseta. Cuando estás en la moneda única puedes aumentar tu productividad fabricando más o ajustando los costes laborales. Nuestros salarios en los momentos de euforia económica subieron tremendamente, mientras que lo que producíamos no lo había hecho en la misma proporción. Y eso hay que recuperarlo. También teníamos mucho absentismo laboral. Esto nos aboca al ajuste. Ahora bien, las empresas no debemos olvidar que cuando nos vaya mejor eso tenemos que traducirlo en aumentos salariales. Eso generará un clima de confianza.
-Las cifras del mercado laboral hacen justo lo contrario...
-A mí me preocupa la generación perdida, el 57 % de paro juvenil. Y una educación planteada sobre todo con bases universitarias, con una formación profesional un tanto devaluada. En Alemania hay mucha más formación profesional que universitaria. Y más conexión entre la Universidad y la empresa.
-Usted trabaja para una multinacional alemana. ¿Cree que en España la crisis puede desatar un sentimiento antigermano por las políticas de austeridad?
-No sé qué opina la gente por la calle. Sé lo que piensa la gente que trabaja en Siemens. A Alemania no le irá bien si a España le va mal. Y viceversa. Los intercambios comerciales son demasiado fuertes.
-¿No cree usted que ha llegado la hora de los estímulos al crecimiento?
-Sí. Es verdad. Tenemos que hacer un análisis quirúrgico de nuestros gastos y eliminar los superfluos. Con ese ahorro, en lugar de metérnoslo en el bolsillo, debemos decidir muy bien qué modernizaciones queremos hacer. Y a lo mejor no hay que construir otro aeropuerto, pero sí invertir en cosas que modernizan y ahorran en gasto público, como la tecnología sanitaria.
-Usted se muestra muy preocupada por la creciente pobreza...
-No estamos protegiendo al débil, eso me inquieta. Un país o una empresa sana y perdurable en el tiempo tiene que mirar la sostenibilidad en tres planos. El económico, el social y el medioambiental. ¿Podemos vivir en un país donde el 22 % de los niños están por debajo del umbral de la pobreza? No. Pero es que ese país es España. No podemos crecer dejando tanta desigualdad.
rosa garcía presidenta de siemens españa