El Belén dona al Muncyt el incubador en el que se desarrollaron los primeros embriones concebidos por fecundación «in vitro» en Galicia
05 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.«En este aparato pasaron sus primeros días más de mil gallegos», dijo Ramón Núñez, director del Muncyt de A Coruña, señalando una especie de horno grande en el que, hace 25 años, se incubaron las células de los primeros embriones concebidos por fecundación in vitro de Galicia. Desde ayer, esa caja de acero, que la siempre reduccionista tecnología sustituye hoy por pequeñas sandwicheras informatizadas en las que es posible ver a distancia la reproducción celular, forma parte del patrimonio nacional. Se ha convertido, en apenas un cuarto de siglo, en pieza del Museo de la Ciencia y la Tecnología. Y lo es gracias a la donación realizada por la Maternidad Belén, del Grupo Hospitalario Modelo, que decidió ceder el aparato a las colecciones del centro coruñés. «Es la primera pieza que entra en este museo, en las dos sedes, la de Madrid y la de aquí, que tiene que ver con la reproducción asistida», destacó Pepa Jiménez, jefa del área de colecciones del Muncyt y directora de la sede madrileña.
«Para mí es un orgullo cederlo, formaba parte del primer laboratorio FIV de Galicia, fundado por mi hermano, Ángel Ron, en 1987», señaló Paloma Ron, la directora del laboratorio, antes de recordar la apuesta «decidida y valiente» por unas técnicas que entonces parecían un experimento, cuando no un desafío a lo más alto, y que «no estaban ni siquiera bien vistas». Recordó la especialista que el hospital tuvo que retirar incluso de las puertas de las habitaciones las placas con los nombres de las pacientes porque «no querían que nadie pensase que se estaban haciendo algo». Y, pese a todo, la ciencia se impuso a los recelos y la reproducción asistida ha permitido desde entonces la paternidad a miles de familias.
Paloma, que reconoció que en aquellos inicios «nunca pensamos que llegaríamos a los éxitos que conseguimos», confesó también su nostalgia por la primera tarea que la ocupó durante las mañanas de muchos años: abrir la puerta del incubador para comprobar si durante la noche se había producido el pequeño gran milagro de la reproducción celular. «Era -dijo- un momentazo de emoción». No sin emoción recordó también las palabras que su hermano pronunciaba cada vez que cogía a un recién nacido llegado al mundo, aplicables, salvando las distancias, al incubador: «Él decía siempre ??cuánta vida en estas manos?? -explicó- y eso es lo que veo al mirar esta pieza, cuánta vida entre estas paredes de acero».
La incorporación a los fondos del Muncyt dio también pie ayer a toda una didáctica y sin embargo amena charla de Núñez, que repasó los primeros pasos de la vida que surge de dos células para detenerse en el que, parafraseando al embriólogo Pere Alberch, «es el día más importante de la existencia de cualquier ser humano: la gastrulación». De un modo muy gráfico, el director del Muncyt aludió al momento en que «la bola se convierte en donut», y se abre la primera cavidad en la pelota de células en torno a la cual comienza a formarse el cuerpo. «Desde que me lo dijo, es un día que todos los años celebro», bromeó Núñez. Subrayó así el director del Muncyt la importancia de mostrar al público el papel de la ciencia echando una mano a la naturaleza. Como con el incubador en el que empezaron su vida algunos gallegos del 89.
«Abrir cada mañana el incubador era un momentazo de emoción»