Manuel Penín expone «Human matter» en el Simeón
14 oct 2013 . Actualizado a las 06:00 h.El hilo de Ariadna salvó a Teseo del laberinto terrible, gris y sin salida, del eterno «para siempre», traicionando a su hermano, el temido Minotauro, trazando en un camino de vuelta, la línea, contorno de expresiones que encierra en sus pliegues, la imagen de la existencia al limite de la materia humana. Esa línea-camino y bisectriz, tangente, secante y círculo, es trayecto de vuelta que cierra para encadenarse con su principio, el accidente singular, de la topografía del rostro. Manuel Penín presenta la exposición: Human Matter en el edificio Marcos Valcárcel. Un trabajo compuesto por treinta y cinco pinturas y mas de 300 retratos que se han ido realizando con la participación de los visitantes y tres minutos de su tiempo. Son retratos de una línea, en los que se representa, a través de una reducción sintética, la apariencia visual del sujeto, sometido a un proceso de esquematización, en una línea continua. Un ejercicio de mano en el que el autor se enfrenta al blanco del papel sin previa planificación, sin bocetos. Se establece un mudo diálogo entre ambos agentes enfrentados, el modelo ocasional y el artista.
Tres minutos? Los personajes confrontados, en una especie de ring se escrutan como intentando introducirse en el otro que es su espejo, a través de la mirada. Tres minutos apenas? El instante se hace eterno, se congela entre los trazos. Silencio. Concentración. Es el momento de parar, de escuchar el silencio hipnótico de la nada. Dejar que fluya la esencia desnuda del ser? Tres minutos, nada más?
Su trabajo no se queda en la reproducción facial, ya que aporta elementos esenciales del personaje a través de los trazos y sus distintas intensidades. Son retratos desapasionados, estrictamente objetivos y reducidos a esa única línea, aislados, como entidades absolutas que comunican desde su mirada la esencia de su personalidad.
Cabe destacar en este estilo los retratos de Robert Bosch, y diferente, en su ortoxa sofisticación, a Atsushi Suwa ó Hiroki Yasutomi. Hacia la línea infinita. Este estilo se denomina Traveling Salesman Problem (TPS) ó El problema del vendedor viajero. Constituye una especie de metáfora que describe a un vendedor errante que viaje a infinidad de ciudades. Sin embargo, siempre regresa al mismo punto, al igual que en el recorrido de los dibujos.
Estos retratos filiformes de Penín, tan esquemáticos, sorprenden en su sencillez la capacidad de recrear volúmenes prescindiendo de ellos, adelgazando la forma hasta el puro grafismo. Su proyección reproduce el proceso y sugiere los dibujos en el aire de Picasso que en 1949 Gjon Mili fotografió, y subrayan una idea del todo a través de la parte. El toro de luz de Picasso podría incluirse en esta categoría de dibujos en los que una única línea continua confiere la forma. Una línea definitiva. Sin vuelta atrás. El trazo envolvente y seguro de Penín, ancho y en forma de hoz, en curvas ascendentes y descendentes, construye las distintas estructuras faciales, estudiando escrutador a los personajes que retrata, revela inmediatez y dominio de la acción resolutiva. Una experiencia intensa, ver la imagen propia desde los ojos de otro.
La plástica de Penín, es la de una pintura expansiva, de escenas abigarradas, sin espacio, caótica y envolvente, en series dinámicas de líneas y nerviosas pinceladas en un frenesí pictórico, vitalista en el color y en el enigma convulso de las formas espirales y ondulantes en una red que sugiere el crecimiento anárquico de la Naturaleza, exuberante y vegetal. Organismos micro y macrocelulares. La parte por el todo. Cromatismo atravesado por gradaciones mas oscuras en intensidad y por una línea de contorno cerrando las formas y aplicándose sobre la capa de acuarela inferior para dar volumen al engranaje de la composición. Una dialéctica entre superficie pictórica y acentos gráficos que tiende a la expansión y rebasa los límites naturales del soporte plástico dotando de tensión y cohesión al conjunto. En un caótico desorden que surge de profundidades subconscientes y realidades inmediatas y se desarrolla en la objetividad de lo cotidiano. El flujo del color y la presencia de la linea genera figuras ocultas como los Migofs de Schulze (alias WOLS, padre del Tachismo) y remite a Schumacher en la energía pictórica y lo telúrico. Pintura espontánea y gestual en parte con registros dramáticos próximos al Informalismo en una pintura activa que integra abstracción y paisaje. Los niveles creativos se retroalimentan en una expresividad en equilibrio entre la abstracción y lo figurativo, formalmente desprovisto de intención crítica. Tapiz ornamental laberíntico. El color como valor autónomo domina el espacio descentrado y abierto en expansión.