Regístrate gratis y recibe en tu correo las principales noticias del día

El verdadero valor de las cosas

Roberto Antón

FIRMAS

20 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

En los últimos tiempos han cambiado muchos aspectos en nuestras vidas. La gran mayoría lo han hecho a peor, pero hay cuestiones que han tenido un giro interesante. Quizás, uno de los más curiosos es el cambio en el valor de los objetos materiales.

Hace un tiempo vivíamos en un frenesí consumista, donde una gran parte de la sociedad compraba objetos que no necesitaba y acababa desechándolos con la misma ligereza. La idea era «voy a hacerme con esto por si me puede hacer falta» y en poco tiempo, al comprobar su inutilidad, el objeto era despachado al contenedor más cercano o caía en el olvido del trastero. Era evidente que aquel objeto carecía de valor, y lo único que costaba era un dinero, que por aquel entonces, parecía que todo el mundo podía permitirse. En poco tiempo esta cuestión ha cambiado, ya que aquella bicicleta que teníamos tirada en un trastero ha adquirido un significado distinto, y nos hemos animado a repararla o se la hemos ofrecido a alguien para que lo haga. O a aquel estante del que pensábamos deshacernos le hemos hecho un remiendo para que dure una temporada más antes de hacernos con un nuevo mueble.

Este renovado valor que tienen los bienes materiales es superior, si cabe, para una cantidad ingente de familias, que se encuentran en situaciones de extrema necesidad, donde su derecho a vivir al abrigo de un techo no está asegurado. La desesperación de unos padres al ver que sus hijos no tendrán juguetes el día de su cumpleaños se convierte en infinita alegría al ver que finalmente tienen paquetes en ese día especial. La frialdad de una casa vacía conseguida con mucho esfuerzo se convierte en la ilusión de un hogar al ir, poco a poco, vistiéndose con los muebles necesarios.

Esta alegría y esta ilusión renovadas son el resultado de la colaboración de cientos de ciudadanos anónimos que convierten, con su generosidad, elementos olvidados y aparentemente inservibles, en objetos de valor incalculable para muchas familias. Sin ellos, en muchas casas no sería posible vivir la ilusión de un niño al abrir un regalo o sería inviable encontrarse acogido en un hogar tras un duro día de lucha, sin estos gestos anónimos muchos objetos seguirían careciendo de valor.