Catalogan 230 dibujos de Solana, la mirada tenebrista de España

Héctor J. Porto REDACCIÓN / LA VOZ

FIRMAS

El estudio completa el retrato del polifacético artista, genial pintor y escritor, condenado al ostracismo por su visión políticamente incorrecta

27 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

«Solana fue un clásico en cuanto no admitió desmelenamientos de ninguna suerte de romanticismos, en cuanto procuró reflejar lo que veía con la mayor precisión y la más exacta objetividad posibles. Esta actitud de Solana no fue antigua ni moderna sino -recordemos a Ortega- matemática, dialéctica y, desde luego, jamás caminadora por la senda florida e incierta de lo bello». El padronés Camilo José Cela dedicó en 1957 su discurso de entrada en la Academia a la obra literaria del pintor José Gutiérrez Solana (1886-1945), sobre la que el crítico Enrique Díez-Canedo escribió en 1924 en la Revista de Occidente: «El caso de que un pintor escriba no es raro ni nuevo. Menos frecuente [es], sin embargo, que las cualidades que muestra en una de las artes logren equivalencia cabal en la otra».

Las palabras se las lleva el viento, y del gran artista madrileño apenas trascienden ahora aquellos dos magníficos cuadros de La tertulia del Café de Pombo y El retrato de Unamuno. Algo así constató Andrés Trapiello -gran valedor de Solana en los últimos 35 años- cuando a mediados de los 80 entregó a la exquisita imprenta granadina de Comares una excelente edición de La España negra, obra cumbre de la literatura española y prácticamente olvidada desde su publicación en 1920. El ostracismo cayó sobre Gutiérrez Solana, no solo sobre sus libros, sino también sobre su pintura y sus dibujos. Quizá esa visión oscura de España no resultaba políticamente correcta, había que dejarla atrás, no era cómoda ni elegante. Y con la llegada de la democracia se acrecentó esa sensación. «Sencillamente -razona Trapiello- porque España sigue empecinada y cerril, y es posible que no pueda nunca dejar de serlo, porque parte de su naturaleza y de su encanto nace de ahí».

Precisamente, Solana hunde su pluma, su pincel, su lápiz en esa España para crear un personal universo cuyos fundamentos ya están ahí: él, con su lucidez, solo lo hace aflorar, lo hace visible. Con su óptica sentimental se acerca a la realidad y la relata tal cual, no la endulza. Si acaso, carga los rasgos de expresividad. Era el mismo tenebrismo del novecientos pero narrado con un personal estilo que «dinamita la gramática, las normas, la lógica». «Basta haber visto un par de cuadros de Solana -continúa Trapiello- para saber muy bien a qué hace referencia lo solanesco». Viaja con la España negra en los ojos y solo parece posarlos sobre «una realidad sombría y congojosa».

Sus retratos buscan el paisanaje real, personajes más o menos recreados -carreteros, putas, labriegos, comisionistas, viudas, caciques, máscaras-, sucios y embrutecidos por la vida que llevan. Una brutalidad lírica que también practicaron a su manera Zuloaga, Goya, Brueghel o El Greco, con quienes se le ha emparentado. Por ello las vanguardias aceptaban a Solana, pero en el fondo lo consideraban un caso aparte vinculado a la tradición española.

José Gutiérrez Solana. Dibujos, catálogo razonado de 230 obras realizado por la investigadora María José Salazar para el programa Maestros del Dibujo Español (de la santanderina Fundación Botín), cierra el círculo virtuoso de la reivindicación de la polifacética figura de Solana -se sentía, por cierto, íntimamente cántabro como sus ascendientes- como escritor, pintor y dibujante. En esta tarea trabajan Salazar y Trapiello, que ya organizaron en el 2004 una muestra antológica de su pintura.