El tren que derribó una casa en Bóveda

Francisco Albo
francisco albo MONFORTE / LA VOZ

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CEDIDA

El expreso de Irún a A Coruña causó un grave accidente hace 36 años

27 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

El 11 de febrero de 1977 es una fecha que quedó profundamente marcada en la memoria de los vecinos de Bóveda. Ese día se produjo en la pequeña estación que entonces tenía el municipio uno de los accidentes ferroviarios más graves que se han registrado en mucho tiempo en el sur lucense. Aunque no hubo víctimas mortales, varias personas resultaron heridas. El suceso pudo haber sido bastante peor, ya que el tren embistió la vivienda del guardaagujas Arturo Pardo y en ese momento casi todos los miembros de su familia estaban dentro del inmueble. A pesar de la gran violencia del choque, ninguno de ellos resultó herido.

El accidente se produjo hacia las ocho menos diez de la mañana. Un expreso que cubría la línea de Irún a A Coruña se salió por error de la vía principal y se metió en una vía muerta que acababa en una topera situada junto a la vivienda de la estación. La locomotora diésel que tiraba del convoy se llevó por delante la topera e impactó de lleno contra el edificio, partiéndolo literalmente por la mitad. Como puede apreciarse en la fotografía situada a la derecha de estas líneas -tomada poco después del suceso-, toda la parte posterior del inmueble se vino abajo. Todos los integrantes de la familia, afortunadamente, se encontraban en ese momento en el ala que se mantuvo en pie tras el tremendo impacto.

Nueve personas heridas

Pese al susto que sufrieron los habitantes de la casa, todos ellos resultaron ilesos y los heridos en el accidente -nueve personas en total- se contaron únicamente entre los pasajeros y el personal del tren. Según las informaciones publicadas en la época, los viajeros heridos fueron José Lobo (vecino del municipio coruñés de Cariño), Gerardo López (de A Pobra de San Xiao), Esperanza Nogueira (de Bendilló, en Quiroga), Manuel Rodríguez (de Monforte), Dolores Torres (vecina de Vergara, en Guipúzcoa) y Manuel Zamud (de Paderne, en Quiroga). También resultaron heridos, aunque de escasa consideración, el maquinista Emilio Romanos y los empleados José Abel López y Ramón Rodríguez Buján. A pesar de la aparatosidad del choque, el suceso no obligó a interrumpir el tráfico ferroviario en esa línea, ya que al haberse producido en una vía muerta no supuso un obstáculo para la circulación.

En un primer momento -según publicaron por entonces varios medios de comunicación- se llegó a barajar la posibilidad de que el suceso se hubiese debido a un sabotaje, pero después no se volvió a hablar más del asunto. La creencia pudo deberse en parte al clima de violencia política que se vivía por entonces, en plena Transición. No hacía aún tres semanas que en Madrid se había cometido la tristemente célebre matanza de Atocha y los atentados eran muy frecuentes, con lo que no era raro que un suceso puramente accidental fuese tomado en principio por otra cosa.

Pero todavía hoy las circunstancias exactas en las que el tren se metió equivocadamente en la vía muerta parecen no estar muy claras. Para revisar los documentos que pueden mencionar el suceso e intentar extraer de ellos una explicación habría que buscarlos actualmente fuera de Galicia. «Prácticamente todos los archivos gallegos de esa época fueron trasladados a León y seguramente es allí donde haya que buscar el rastro documental que pueden haber dejado estos hechos», señala el ferroviario Fermín Avellaneda, presidente de la Asociación Monfortina de Amigos do Ferrocarril.

Estación desaparecida

Tampoco se notan a simple vista muchas huellas del accidente en la estación de Bóveda. Mejor dicho, en los pocos restos que quedan de ella, ya que dejó de existir hace mucho tiempo. El espacio que ocupaba -situado a la altura del kilómetro 327 de esta vía férrea- sigue delimitado por un muro de cierre y una cancela, pero de la vivienda del guardaagujas no queda ni rastro, ni tampoco de ninguna otra construcción. Los escombros de la casa derribada por el tren, según explican los vecinos, fueron reaprovechados ya hace mucho tiempo en algunas obras que se hicieron a kilómetros de este lugar. Lo único que queda es un andén vacío y desolado en el que no se detiene ningún tren. Junto a él pueden verse las ruinas de la vía muerta por la que se metió el expreso de Irún hace 36 años.

El convoy que colisionó con la vivienda de la estación de Bóveda en febrero de 1977 estaba encabezado por una locomotora Alco Diésel de la serie 1800, identificada con el número 1812. El museo ferroviario de Monforte conserva una locomotora restaurada de ese modelo y provista del mismo número, lo que ha hecho creer a algunos que es la misma máquina que protagonizó el accidente. Pero en un foro digital de carácter ferroviario en el que se mencionó recientemente este asunto, uno de los participantes afirma que la máquina original fue desguazada y por lo tanto ya no es posible verla en ningún sitio. La locomotora del museo monfortino lleva el mismo número que la del accidente, pero según la referida explicación, ello se debe a que se le asignó esta denominación cuando la otra quedó fuera de servicio.

En un primer momento se barajó que el suceso se debiese a un sabotaje