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El clamor de tu presencia

Tareixa taboada OURENSE

FIRMAS

Santi M. Amil

Manuel Vidal expone en el Museo Municipal

06 ene 2014 . Actualizado a las 06:00 h.

«Como llenarte, soledad, sino contigo misma?» (Luis Cernuda). Bajo el título El clamor de tu presencia el Museo Municipal presenta la exposición de Manolo Vidal, quien interpreta con un sentido místico y simbólico, pleno de referencias autobiográficas, el élan vital en el pulso de la naturaleza. Con el intimismo propio del paisaje romántico y sus reminiscencias de lo sublime, que remite a Roberts y Costable en sus celajes, a Villamil en la luz subjetiva y trascendente y en un espacio humano costumbrista, la verosimilitud de Avendaño en los paisajes captados en plein air, plasmando la frescura del momento aun manteniendo en su forma los criterios realistas; planteando una síntesis entre la representación objetiva y academicista de la realidad a través de un paisaje subjetivo e intimista.

Existe una naturaleza sangrante en el clamor de la ausencia, que se corresponde con visiones como el Puente viejo que remite, con un sentimiento lírico del paisaje, a Ovidio Murguía de Castro, con una línea de horizonte alta y la luz dorada de la memoria y la morriña creando una atmósfera cálida y envolvente.

Esa misma atmósfera se recrea en el Puente de Allariz y en especial en Puerta del sol donde una luz subjetiva ilumina el ambiente de la calle olívica, con su ir y venir de transeúntes, sueños y soledades, en una perspectiva que rememora en cierta medida la excelente Gran Vía de Antonio López en su personal realismo intimista y esa presencia de una luz artificial y artificiosa que crea una imagen atemporal.

Se advierte cierto costumbrismo en la representación de la figura siempre integrada en un paisaje natural o doméstico y rural y un barroquismo contenido. El pintor se aproxima, transmite emociones, soledades, ausencias. Reproduce la abnegada rutina de lo cotidiano sin angustia, con serenidad y empatía, la dignificación de lo humilde y sencillo, de los oficios populares en el silencio de las figuras representadas, recogidas y ensimismadas de equilibrada belleza y espiritualidad.

El Espantallo se recorta sobre el paisaje como un disparo a bocajarro con la dignidad del miliciano abatido a tiros de Robert Capa; con los brazos abiertos de par en par y el corazón de trapo, hecho jirones.

Cabe destacar el realismo con el que se muestran las presencias animales. El gallo con su cresta carmesí, su mirada altiva y su caminar arrogante e hinchado bajo su voz de barítono, y un gato taciturno y de rayas tomando el sol a la puerta de casa con su ronroneo tranquilo y su cara de siesta.

Otras obras representan paisajes del interior, campos del Ribeiro, teñidos de violáceo, los viñedos de Alongos bajo el sol de mediodía, almendros en flor, los tejados de Matusiños y un trigal de amapolas? .

Y el mar, rugiendo en su magnífica potencia, desmesurada e infinita en Muxía, nebuloso en Fisterra o San Andrés de Teixido y suave y dormido en arenales donde descansan gamelas y gaviotas.

El paisaje peregrino para el caminante que sigue el ritmo marcado por sus latidos atravesando un sendero en el que las sombras de los árboles más madrugadores se alargan hasta el alba. Ahí los paisajes de Boente y del camino hasta llegar a una Compostela triunfante, estrellada y peregrina.

Cabe destacar el estudio de las manos, retratos y miradas en los bocetos preparatorios para la obra La Cena de Emaús de temática mística y sobrecogedor claroscuro, composición piramidal, construida en base a diagonales que concentran el interés en el juego de manos que reparten el pan. Expresiva y de ascética espiritualidad, la mirada de Cleofás. La obra original, puede visitarse en la Capilla del Santo Cristo de la Catedral de Ourense.

La belleza, depende del ideal de una cultura, sin embargo, el artista trasciende a ese concepto, puesto que no existe belleza sin mirada. Así pues, el artista, como dice Carlos Fuentes, privilegia la mirada a la belleza en sí, pero no solo invita a mirar, sino a imaginar.

Baudelaire defendía que lo bello es siempre raro, que lo que no es ligeramente deforme presenta un aspecto inservible. Y para Picasso, «La enseñanza académica de la belleza es una superchería, el arte no consiste en la aplicación de un canon de belleza sino en lo que el instinto y el cerebro son capaces de concebir mas allá de ese canon». Thomas Mann dice que la belleza, como el amor, hace sufrir. Nietzsche, que el gran estilo nace cuando lo bello obtiene la victoria sobre lo enorme; y para Borges, no pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso?

Quizá no está en los ojos?, sino en la manera de mirar?