La continua presencia de embarcaciones beligerantes obligó a fortalecer la costa a lo largo del siglo XVII
01 jul 2014 . Actualizado a las 06:00 h.Aquel 5 de julio de 1677 sí funcionó el sistema de vigilancia establecido por el capitán general de Galicia. Diego Antonio Félix de Croy Peralta y Velasco, marqués de Falces y Mondejas y conde de San Estebán, tomó posesión de la defensa de Galicia el cuatro de abril de aquel mismo año y organizó un sistema de vigilancia en la costa para evitar uno de los grandes problemas del siglo XVII, los piratas y corsarios berberiscos.
«En estas costas estamos todos con las armas en la mano por bordear en ellas muchas velas de moros y por el rezelo de que no executen los acostumbrados robos [sic]», se decía en la Gazeta Ordinaria de Madrid del 24 de julio de 1677. El periódico oficial del Reino de España daba cuenta de una refriega ocurrida en las Cíes entre vigueses y berberiscos. «A 5 de este, embió la Capitana de Argel un bergantín a hazer aguada a una de las islas de Bayona, con cerca de 100 hombres de mar y guerra [sic]», se puede leer en el periódico.
Cuando tomó posesión del cargo de capitán general de Galicia, el marqués de Falces dispuso una serie de medidas destinadas a evitar «el arrojo de los bárbaros» y «el descuido que ha havido en las guardias y centinelas de estas marinas», algo que había permitido las «frecuentes invasiones». «Ha dispuesto su excelencia, que se aumenten los cuerpos de guardia y atalayas, y que se observe en ellas la mas puntual y vigilante disciplina militar; de suerte que a la primera señal de que parezcan embarcaciones enemigas, estén prontas en todos los puestos para observarlas y oponerse a sus intentos, socorriéndose unos a otros con facilidad y brevedad, de cuya acertada disposición se ha començado a ver el fruto en la ocasión referida [sic]», añade la publicación periódica.
Dos bajas viguesas
La «ocasión referida» fue la ocurrida el 5 de julio de 1677. Una vez que los piratas fueron vistos en una de las islas Cíes se puso en marcha el sistema organizado por el marqués de Falces. «Se apercibieron algunos barcos longos, con resolución de apresarle, pero que no dio lugar la diligencia a más, que adelantarse don Antonio de Araujo con su chapula y 14 hombres de valor como quién los capitanea, que desembarcados en la isla, cogieron a los infieles en la función de aguada y mataron a 19, recobrándose los demás al bergantín, menos un renegado, natural de Canarias, que quedó prisionero, muriendo también dos de los nuestros; el uno hermano de don Antonio, que por sus muchos bríos causa gran lástima su pérdida», explica La Gazeta Ordinaria de Madrid los sucesos acaecidos en las islas Cíes a comienzos de julio de 1677.
Dos años después de esta refriega, con resultado favorable a los vigueses, ocurría otro caso que ponía de manifiesto el constante peligro al que estaban sometidas las costas gallegas durante el siglo XVII. Ocurrió el 8 de julio de 1679, cuando fue avistada en las Cíes una embarcación holandesa. Como dos años antes, zarpó de Vigo una chalupa con hombres armados para conocer la situación de la nave. Una vez que subieron abordo -tal como relata, en este caso, José de Santiago en Historia de Vigo- encontraron a dos holandeses, un griego y «once moros». Relataron los tres primeros que, a la latura del Canal de la Mancha, fueron abordados por dos navíos argelinos. Una vez apresados, fue subsituida la mayor parte de la tripulación por berberiscos, con la idea de dirigir el barco a Argel. Dos días antes de llegar a Vigo, se encontraron con tres buques ingleses. Los holandeses y el griego convencieron a los piratas de que sería mejor para ellos que se encondiesen, ya que si les veían los ingleses, serían ahorcados. Una vez que los magrebíes siguieron su consejo, estos fueron encerrados en el sollado. Comprobadas las explicaciones, el marqués de Villafiel resolvió que el barco y su carga fuese devuelto a los holandeses y los prisioneros fuesen encerrados.
A los pocos días de comprobar que su servicio de vigilancia costera era plenamente efectivo, Diego Antonio Félix de Croy Peralta y Velasco dejaba el cargo de capitán general de Galicia para aceptar el nombramiento de embajador en Viena.
En diciembre de 1617, la ría sufrió el peor ataque de su historia de una flotilla berberisca. Los piratas turcos trataron por todos sus medios de entrar en Vigo, entonces todavía sin amurallar. La dura resistencia de los vigueses y la organización de Pedro de Guevara impidió a los atacantes poner pie en tierra. La flota turca atacó el lado norte, primero Domaio y, el 9 de diciembre, Cangas. Arrasaron la villa, mataron a más de cien personas y se llevaron cautivas a otras doscientas personas.
Durante el siglo XVII, los berberisco llegaron a atacar puntos de la costa de Islandia. Su presencia fue continua gracias a las mejoras en sus naves, que salían sin temor del Mediterráneo para saquear estados enemigos y capturar esclavos.
Se calcula que en este siglo fueron capturados varios cientos de personas en la costa gallega. «Saltaban de día y noche a tierra para apresar hombres que tripulasen las galeras y cautivar mujeres y niños que poblasen los harenes de África y Turquía», dice José de Santiago en Historia de Vigo.