Después del encuentro de Ortigueira, jóvenes de diversas tribus del Norte se pasean por Galicia para completar el flash de Morouzos con otras miradas a esta tierra mágica. Me toca hacer de guía a un grupo que incluye a un muchacho pálido con el pelo del color de las barbas del maíz, ojos azul claro y mofletes carmesí. ¡Es la reencarnación de Roxín Roxal, el héroe de la leyenda triste y romántica de Ponte do Porco!
El puente de verdad no es ninguno de los tres (carretera, ferrocarril y autopista) que hoy cruzan el río junto a la desembocadura, vecina de Miño. Hay que caminar un ratito por la orilla del Lambre para descubrir el auténtico puente de arco apuntado, entre sombras de avellanos y carballos. Roxín fue un escudero de la casa de Andrade, de ascendencia normanda, dicen que de cabellos rubios, aunque con ese nombre sería más bien pelirrojo. Teresa, su amada, hija del gran señor del Eume, fue casada con un noble panzón de apellido Osorio, que la llevó un mal día a la caza del jabalí. En el puente del Lambre, un verraco feroz se encaró a la pareja. Osorio huyó y perdió la esposa y el honor. Teresita perdió la vida. El mismo día del entierro de la dama, sobre el puente apareció el cadáver del jabalí, con el puñal de Roxín Roxal clavado en el corazón. Desde entonces se llama «a ponte do porco». A Roxín Roxal no se le vio nunca más. Lambre arriba se llega hasta Monfero, pero con el mismo rumbo también se alcanza Palestina. ¿Quién sabe? Porcos bravos quedaron muchos. No es fácil verlos en vivo, pero sí sus huellas, dos gajos afilados, en cualquier barrizal junto al río.