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«Parece que la Guerra Fría ha vuelto»

María Estévez

FUGAS

El cineasta retoma con «El puente de los espías» una historia que intentó producir Gregory Peck en 1965 y la Metro Goldwyn Mayer tumbó en un contexto histórico de enorme tensión entre Estados Unidos y la Unión Soviética

04 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Steven Spielberg aborda en El puente de los espías el canje de agentes secretos entre la Unión Soviética y Estados Unidos en plena Guerra Fría. Tom Hanks interpreta a James Donovan, el abogado que facilitó el intercambio, Y Mark Rylance da vida al espía soviético Rudolph Abel. En esta entrevista, Spielberg desvela el intento de Gregory Peck de llevar al cine este episodio en 1965 y el particular modo en que Tom Hanks lo ayuda en las tareas de dirección.

-¿Cómo se involucró en este proyecto?

-Hasta hace dos años no conocí esta historia. Sí sabía quién era Gary Powers porque en su momento fue una noticia de relevancia nacional el que fuera disparado y hecho prisionero en la Unión Soviética. Pero no tenía ni idea de como había salido de allí, y mucho menos quiénes eran Rudolf Abel y James B. Donovan. Todo eso me llegó en un paquete sorpresa cuando recibí el guion. Me pareció una historia tan atractiva que no pude resistirme. Donovan es un hombre fiel a sus principios que se enfrenta a todo, a pesar del odio que reciben él y su familia por defender al enemigo. Él hace lo que considera justo: proteger igual ante la ley a cualquier ser humano, incluso si está acusado de ser espía.

-¿Por qué no se ha llevado al cine hasta ahora?

-En una reunión que mantuve con la familia Donovan, con sus dos hijas y su hijo, descubrí algo que no sabía. En 1965 Gregory Peck quiso producir este proyecto. Le pidió a Alec Guinness que interpretará a Abel y él interpretaría a Donovan. Llegaron a contratar a Stirling Silliphant para escribir el guion, pero la Metro Goldwyn Mayer se negó.

-¿Por qué?

-Estamos hablando de 1965, tras el descalabro de bahía de Cochinos en Cuba. La tensión entre los soviéticos y los americanos era muy grave y MGM no quiso meterse en política. Además la película anterior de Peck, Arabesque, con Sofía Loren, (donde también interpretaba a un espía) no había funcionado bien en taquilla.

-Ha rodado muchas películas sobre héroes de ficción, y también muchas sobre héroes reales. ¿Cuáles prefiere?

-No hago distinciones entre un héroe de ficción y uno real. Para mí un héroe es un héroe. Me gusta hacer películas sobre personas que asumen una misión personal en la vida, o sobre aquellas que tienen pocas expectativas y consiguen mucho más de lo que uno espera de ellos. Ese es el tipo de arco argumental que busco. Me gusta entrar en la vida de personajes de los que no esperas nada, pero que luchan y acaban triunfando.

-Ha dicho que ha podido hablar con la familia de Donovan. ¿Y con la de Abel?

-No, Abel acabó tras la cortina de acero de la Unión Soviética en la más absoluta oscuridad. Donovan, ya mayor, fue a Rusia a buscarlo con la esperanza de encontrarlo, por última vez, pero nadie lo ayudó y no pudo dar con él.

-¿Qué relación tiene esta historia con los acontecimientos políticos que está viviendo el mundo?

-Una película como esta es relevante porque parece que la Guerra Fría ha regresado. Hay mucha escarcha entre las administraciones de Obama y Putin, y cierta similitud entre lo que ocurría en 1960 y lo que sucede hoy en día. Los espías tecnológicos se encuentran en su apogeo y parece que está de moda operar con sistemas y meterse en el sistema ajeno. El cyber hacking de hoy es el espionaje de entonces.

-Tiene debilidad por rodar con Tom Hanks...

-Es un actor sutil que siempre aparece en los rodajes cargado de ideas. Me gusta contratar a actores que vengan con ideas, porque esas ideas son el combustible necesario para sugerirme a mí dónde tengo que poner la cámara.