
Con 81 años recién cumplidos, Roedelius (Berlín, 1934) es una de las figuras más venerables de la música experimental. Su larga vida en el mundo del espectáculo empezó sin querer, a los tres años, cuando en pleno nazismo figuró en varias películas de la UFA, que se vio obligado a dejar de rodar cuando comenzaron los bombardeos sobre su ciudad natal. Tras pasar por mil y un oficios y tras décadas trabajando con sonidos, su vida activa se está alargando también al máximo por el extremo final
18 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.El mismo Brian Eno que se ha ganado a pulso el anagrama más laudatorio de la música moderna -Brain One- dejó dicho de uno de los primeros proyectos de Roedelius que eran «la banda más importante del mundo». Se refería a Harmonia, pioneros de ese estilo que se dio en llamar krautrock o kosmische musik, con los que Roedelius revolucionó el underground, como hizo también con Kluster y, después, en solitario, con una música que solo tenía en común con la mayoría de estilos anteriores el hecho de trabajar con sonidos. El paisajismo sonoro, el ambient y el sound art le deben mucho a él y a sus colegas sobre nuevas formas de acercarse al sonido y de concebir la relación con el instrumento. A su paso por el festival de electrónica de vanguardia Semibreve, Fugas pudo charlar con el maestro.
-¿Cómo fue su primer encuentro con la electrónica?
-Fue en 1968, cuando fundamos el Club Zodiak en Berlín. Una flauta de bambú, un micrófono, un grabador de cinta y, de repente, el sonido se acopla [risas].
-El Club Zodiak, a pesar de lo efímero, fue muy influyente, ¿qué importancia tuvo para usted?
-Para mí fue enormemente importante, porque pasé de ser fisioterapeuta a artista.
-Antes de ser músico ejerció muchas profesiones, ¿cuáles le aportaron más?
-Bajar cien metros para tratar de sacar carbón de la tierra, y luego poner tejados, que es lo contrario. Pero lo más interesante fue mi trabajo como masajista, porque trabajé con mucha gente, escuchando lo que tenían que decirme, y me dio mucha experiencia sobre la condición humana.
-¿Cómo definiría la música de Kluster y Harmonia?
-No me gusta la etiqueta krautrock [«kraut» es repollo en alemán y se usó de modo despectivo para hablar de los germanos tras las dos guerras mundiales]. No se ajusta a lo que hacíamos. Lo que hacíamos era personificar una visión de la realidad. Eran paisajes sonoros nacidos siempre del momento. Por ejemplo, hicimos Zuckerzeit (1974) y Sowiesoso (1975) en un período realmente feliz de nuestras vidas, viviendo en comuna, en una experiencia muy buena que se tradujo de algún modo en esos ambientes.
-De todas las influencias de aquellos años, ¿cuáles han sido las más duraderas?
-No hay nadie en particular que verdaderamente haya influido en mi forma de trabajar. Lo escucho todo, y me influye todo lo que encuentro bello, pero me cuesta nombrar a personas, aunque hay compositores rusos como Khachaturian o Prokófiev que eran mis héroes; o checos, como Dvorzak, o americanos, como Bernstein e Ives. No he tratado de copiarles pero me gustan mucho y su influencia es de alguna manera relevante en mi forma de trabajar.
-¿Tiene, entre sus discos, alguno favorito?
-Los primeros, los llamados Selbstportrait que hice en los años 70 y 80, porque tenían una cierta inocencia. Ahora, después de tantos años, es todo diferente.
-¿Por qué cree que es tan frecuente que la gente deje de escuchar música, incluso de crearla, tan joven? ¿A usted qué lo mantiene creando?
-Es una pregunta interesante. En mi caso, yo no soy músico en el sentido clásico, soy más bien alguien que se preocupa por la vida en sí, que trabaja con la condición humana, con la gente. A lo que me dedico es a escribir una especie de diario musical.
-¿De dónde viene su música?
-Trato de estar tan vacío como puedo y no ensayar. Ser un virtuoso no es lo mío. Solo trabajo con sonido, algo totalmente distinto de lo que los músicos suelen hacer. Yo no tengo que tocar. Paseo al perro, le dedico tiempo a mis hijos, a mis nietos, tengo que cocinar, tengo que poner lavadoras, todo eso.
-¿Qué consejo le daría a un músico joven?
-Que no escuche demasiado a los otros. Que escuche dentro de sí mismo, aprenda a estar callado, que no le importe lo que diga esa pesada carga de nociones que arrastramos. Porque hay dos formas de llegar a la música: una es la clásica, que consiste en aprender un instrumento y toda su historia. Pero es un camino muy duro, porque muchísima gente lo está intentando y solo unos pocos tienen éxito. La otra es escuchar tu propio mundo, escuchar tu propio corazón, la naturaleza, los pájaros, los bosques, algo que en mi opinión es más relevante sensorialmente.
?Ha tocado con muchos músicos, ¿quiénes le han impresionado más?
?Han sido tantos? y sigue habiendo muchos, porque me mantengo ocupado... Brian Eno, sin duda, y por supuesto, los colegas con los que toqué durante 40 años, Dieter Moebius y Conrad Schnitzler