Acerca del suicidio como acto libre sin condena moral

FUGAS

DAVID HUME. Detalle del retrato del filósofo escocés y pilar de la Ilustración europea David Hume (1711-1776) realizado al óleo por el pintor Allan Ramsay en 1776. El libro de Critchley incluye como posfacio el brillante opúsculo sobre el suicidio que escribió Hume, y que se publicó de forma póstuma.
DAVID HUME. Detalle del retrato del filósofo escocés y pilar de la Ilustración europea David Hume (1711-1776) realizado al óleo por el pintor Allan Ramsay en 1776. El libro de Critchley incluye como posfacio el brillante opúsculo sobre el suicidio que escribió Hume, y que se publicó de forma póstuma.

El sello barcelonés Alpha Decay trae al castellano el breve ensayo en que el filósofo británico Simon Crichtley trata de «abrir un espacio para pensar acerca del suicidio como un acto libre que no debería ser objeto de repulsa moral o condenado en voz baja». Sin ánimo de glorificar el suicidio, Crichtley entiende que no constituye un crimen legal ni moral, por lo que propone aparcar la rabia que domina este debate para acabar con los tabúes y el oprobioso silencio, y al menos empezar a hablar sobre ello

19 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«Las navajas cortan,/Los ríos mojan,/Los ácidos manchan/y las drogas acalambran./Las armas están prohibidas,/Los lazos se sueltan/El gas huele que apesta,/Tampoco está tan mal la vida». Lo sabía bien la excelente poeta y cuentista estadounidense Dorothy Parker, que trató de suicidarse al menos en cinco ocasiones antes de tener éxito en 1967 con una sobredosis de fármacos. Varios miles de personas se suicidan cada año en España, por poner un ejemplo, y sin embargo es este un asunto que la sociedad tiende todavía a ocultar como un doloroso estigma. Por eso es de agradecer la contribución a la reflexión -que nadie busque respuestas- que el filósofo inglés Simon Critchley (Hertfordshire, 1960) realiza en su breve ensayo Apuntes sobre el suicidio, que adjunta como epílogo el sabroso opúsculo que escribió el pensador escocés David Hume -solo se publicó póstumamente- y que conserva hoy su vigencia, más de 240 años después, gracias a su inteligencia y ese lúdico humor tan británico: «No creo -advierte- que nadie haya tirado su vida por la borda mientras valiera la pena conservarla».

Critchley -que, por cierto, dedicó recientemente un interesante ensayo a Bowie- trata de adoptar una flema y una serenidad similares en su análisis, aunque no siempre lo consigue, bajo la amenaza de argumentaciones que transitan por terrenos demasiado resbaladizos, pero ha de valorarse la normalidad -y el tono asequible- de que hace gala cuando entra en aspectos tan espinosos como el derecho a renunciar a la propia vida, los dudosos preceptos de la religión (ah, el pecado), la revancha (sí, el castigo a otro) amorosa, el fracaso, el peso de la comunidad, la libertad o los efectos de la depresión grave.

Los casos de Virginia Woolf, Kurt Cobain, Mishima, Foster Wallace, Hunter S. Thompson, Celan o Jean Améry dan color literario al acercamiento de Critchley, pero lo más interesante del texto es que logra «abrir un espacio para pensar acerca del suicidio como un acto libre que no debería ser objeto de repulsa moral».

Apuntes sobre el suicidio. Ensayo. Simon Critchley. Traducción de Albert Fuentes. Ediciones Alpha Decay. 111 páginas. 14,90 euros