El que sufra fobia al eucalipto y quiera curársela debe ir a Chavín, en Viveiro, y rendir visita a O Avó, el árbol más grande de España, un eucalyptus globulus plantado en 1880 que ejerce su jerarquía sobre otros cientos de eucaliptos centenarios en el encantador souto da Retorta.
Ya no se puede abrazar al gigante: ahora una valla protege su pie para que no se pisotee y se compacte la tierra, lo que podría cortarle la respiración. Pero hay otros muchos gigantes que abrazar a su alrededor.
El paseo es corto y agradable. Se puede hacer más largo viniendo a pie desde Viveiro, y así se recorren también las orillas frondosas del Landro en donde todos los meses de agosto se celebra la romería de O Naseiro. Un poco más adelante llegamos al antiguo complejo industrial de Barro-Chavín, monumento fabril a la memoria de José Barro, pionero de la industria del automóvil en Galicia. El mismo souto es cesión de aquel empresario que tanto contribuyó al liderazgo de Viveiro.
Para visitar al abuelo se sigue un sendero que sale junto a la muralla de la antigua fábrica, bordeando el canal que le llevaba agua y fuerza motriz y que ahora cría truchas. Entre el canal y el Landro, pocos metros más abajo, crece un bosque de arces que ya extienden sus hojas nuevas al sol, más madrugadores en vegetación que los carballos salpicados por aquí y por allá. Y de pronto aparecen los gigantes, apretados al borde del río. Pocas parcelas del mundo deben sostener tanta madera como esta ribera; bajo los fustes de los eucaliptos uno se vuelve pequeño, como un ratón a los pies de una manada de elefantes.