


Los trabajos de Xurxo Oro, Manuel Patinha, Paco Pestana y Silverio Rivas se han vinculado a la escultura formal y conceptual, término que desde las vanguardias europeas ha sido de los más manoseados y también sobre el que más interpretaciones se han vertido. Cuatro creadores de temperamentos distintos, abstractos o figurativos, pero enlazados por la intención rupturista y reunidos de nuevo, veinte años después de su primera exposición conjunta
06 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.Han pasado algo más de dos décadas desde que Xurxo Oro Claro, Manuel Patinha, Paco Pestana y Silverio Rivas se reunieron en una exposición que ahora tiene una segunda parte en Ourense, años en los que cada uno de los autores, siguiendo su propio camino, fue transformando su obra, investigando nuevos materiales, cambiando formatos y ensanchando su propio ideario plástico. Son 24 creaciones que se distribuyen por la amplia sala del centro cultural Ángel Valente con un montaje que pretende singularizarlas, diferenciándolas en el espacio, una individualidad que no se logra en algunas de las piezas de Silverio Rivas, esquinadas y con deficiente perspectiva visual.
El trabajo de estos cuatro artistas se ha establecido vinculado siempre al ámbito formal y conceptual de la escultura, término que por otra parte desde aquellos inquietos días de las vanguardias europeas ha sido de los más manoseados, de los que más interpretaciones ha cosechado y también que más se ha estirado con el fin de dar sentido a producciones que, fundamentalmente a partir de los años sesenta del siglo pasado, cruzaron el umbral del museo o la galería haciendo de la naturaleza un contenedor artístico, o reutilizaron todo tipo de materiales infundiéndoles un nuevo comportamiento estético. A los variados y complejos significados de la escultura se refirió la especialista Rosalind Krauss interpretando la inflexión que se produce con Rodin y Brancusi para entender el marco de la representación de esta práctica ya en la contemporaneidad. Hoy el centro del debate se abre a todo tipo de lecturas, gracias a que esos y otros autores desbarataron criterios que parecían inapelables.
Es posible, en esta nueva versión de Contravento e marea. Itinerarios converxentes, escribir sin rubor sobre la escultura, recapacitar sobre su papel en estos inicios del siglo XXI, pero al mismo tiempo no desestimar los venturosos relatos de la memoria vanguardista, que de alguna forma siguen conmocionando el telos, el objetivo del día a día de la escultura actual.
En un presente en el que son legítimos ciertos guiños al pasado, existen alusiones con patentes rodadas que nos llevan a los mitos dadaístas y surrealistas con voluntad libertaria en los ensamblajes en madera de Paco Pestana o a las derivas constructivistas y la aquiescencia de formas industriales y estructuras geométricas en las propuestas de Manuel Patinha. El alaricano Xurxo Oro Claro recoge en sus instalaciones la tremenda actualidad de los refugiados a través de la denuncia y la interpelación directa al espectador, propósitos por otra parte igualmente vinculados siempre a la historia más reciente del arte. En el caso de Silverio Rivas se integran en la muestra tramos del proceso de trabajo, aportando unas pequeñas maquetas, latas enmarcadas y comprimidas por el azar, además de piezas de medio formato en las que se alberga el conceptualismo del vacío y la tensión entre los materiales.
Son artistas con temperamentos distintos, abstractos o figurativos, que mantienen la intencionalidad de la ruptura, separándose abiertamente de la condición clásica. En sus piezas los únicos puntos en común son el rechazo a cualquier aspecto decorativo y la reflexión que hacen, siempre, eso sí, desde ópticas encontradas, de la obra de arte como «proyección del deseo», aquella idea que Giacometti tenía como premisa ante el inicio del proceso. En cada uno de estos cuatro planteamientos, la idea del escultor suizo comparece con una libertad absoluta.
Ourense. Centro Cultural Ángel Valente. Hasta el 8 de mayo.