«Hatari!». Howard Hawks, 1962
20 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.En ocasiones avergüenza escuchar a mentes elevadas afirmando que el humor es poco profundo, es decir, que no define prestigios. Quizá esta bobada solemne explique por qué Howard Hawks nunca obtuvo un Oscar, salvo uno honorífico cuando ya vivía en tiempo de pedrea. El entretenimiento, el humor y la ironía son objetivos fundamentales en su cine, asuntos que Hawks maneja con una finura tan irresistible que transforma en cómplice al espectador sin apenas esfuerzo. Muchos de sus colaboradores aseguran que intentaba mantener ese clima de diversión en el propio rodaje y fuera de él.
Un fin de semana, durante la filmación de Río Bravo, John Wayne, Hawks y unos pocos miembros del equipo se desplazan a Nogales para visitar a Budd Boetticher, que está rodando un documental sobre su gran afición: los toros. Boetticher desea rodar unos planos de Wayne en el ruedo con el matador Carlos Arruza que funcionarían de maravilla como gancho publicitario. Cuando Wayne sale y se quita el sombrero para saludar a la multitud, Boetticher exclama con asombro: «¡Está más calvo que Eisenhower!». Había olvidado llevar su peluquín. Wayne dejó caer que Liberty Valance podría no ser la única víctima famosa en su palmarés si a alguien se le ocurría inmortalizarlo así, desprovisto de su épica. Esta situación, el hombre metido en un aprieto involuntario que propicia unas carcajadas, es uno de los temas predilectos de Hawks, junto con la amistad, la camaradería o la fidelidad a un grupo.
Hatari! descansa entre los grandes títulos del cine de aventuras, aunque esto es solo un disfraz; en realidad se trata de una comedia que balancea maravillosamente los momentos de tensión, con un grupo de profesionales persiguiendo animales por la llanura africana, y los momentos de relajación, con un leopardo domesticado paseando entre los humanos o una chica tocando el piano con un cigarrillo apoyado en el borde de la tapa, consumiéndose. Esta chica, Elsa Martinelli, representa esa franquicia de mujeres hawksianas elegantes, decididas, que no saben existir más que en la aventura. Su desparpajo es pura alegría. Seducir a John Wayne es una cosa, pero ejercer de madre de tres retoños de elefante, con esa naturalidad y esa relajación, la convierte en una superdotada a la hora de hacer picadillo el método Stanislavski. Con Elsa Martinelli llamando a la puerta, John Wayne hubiese rendido El Álamo. No hay más que ver esa escena en la que ella toma la iniciativa y le pregunta cómo le gusta que lo besen. La cara de susto de Wayne indica que está pensando, probablemente, en el presidente Eisenhower.
Por qué verla
Por la habilidad con que Hawks consigue que importen más los personajes que la trama, casi inexistente. Se limita a sumar escenas de sustancia argumental mínima y ritmo fulgurante. El propósito de esta estructura narrativa es el siguiente: no aburrir ni un instante
Porque la mayor parte de las películas de Hawks -«Hatari!» también- tratan de lo divertida que puede ser la vida