«Comprar es más americano que pensar», sentenció Andy Warhol en cierta ocasión. La muestra Pop Art Icons presenta en Ourense obras del propio Warhol, entre otros pioneros en el arte de convertir los objetos cotidianos en un gran negocio
23 ene 2017 . Actualizado a las 21:04 h.Cuando Warhol hizo los conocidos retratos de Marilyn Monroe, hacía solo unos años que la actriz había fallecido idolatrada ya como un icono cinematográfico. Las imágenes, realizadas con fotografías ampliadas, serigrafiadas en lienzo y coloreadas en distintos tonos, no hicieron más que acrecentar el mito, y todavía hoy en día ayudan a revivir la nostalgia de un momento trascendental para el arte del siglo XX, la del Pop Art, un estilo que no podría entenderse sin aquel escenario de los años cincuenta y sesenta ambientado en el bum americano. Los artistas nacidos en torno a la Factory, curtidos en la animación de las veladas e inauguraciones y la libertad de los happenings, se sintieron atrapados por aquella sociedad de consumo, martilleada por la novedad de la publicidad y la influencia de los nuevos medios de comunicación. La televisión, los periódicos y las revistas de moda y sociedad se convirtieron en un auténtico filón para los autores, que podían tantear de cerca en sus portadas la realidad que anhelaban trasladar a sus creaciones, bastaba con actuar sobre las fotografías o recortar los papeles para luego pegarlos y componer creativos collages.
No solo eso, cualquier asunto banal que de la noche a la mañana se transformaba en éxito, era rescatado de la cultura popular para, con mecanismos apropiados de una escenografía ambientada en el espectáculo artístico, trasladarlo a la alta cultura. Los mensajes comerciales en aquellos años de desenvolvimiento económico ponían en bandeja los motivos, no se necesitaba más esfuerzo que recoger sus frutos: coches último modelo, modernos electrodomésticos, la botella de Coca-Cola o una simple lata de sopa. Incluso los héroes del cómic servían de recurso temático.
La ironía
y la provocación reforzaron la idea de la parodia en artistas que no dudaban en representar, sin convicciones políticas, el retrato de Mao, Lenin o el presidente Kennedy al lado de un revólver, un dólar o la bandera americana. Las maquinaciones teóricas se abrían a todo tipo de especulaciones desde las que los relacionaban con convencidos patriotas a aquellas otras que los etiquetaban como auténticos vividores, que despreciaban la tradición, no demostraban compromiso social y no solo no criticaban sino que auspiciaban la imaginería más vulgar de la sociedad urbana. Ambiguos, cínicos, poco serios, revolucionarios, transgresores… son algunos de los calificativos que se dedicaron a los protagonistas de estas acciones. Quizá sea la definición de Lichtenstein la que más se aproxime a su definición: «El pop ha operado sobre los vicios del mundo moderno y este mundo nosotros no lo consideramos necesariamente malo»
De cualquier forma, tuvieron un éxito arrollador, con un saldo a favor tanto en exposiciones como en ventas. Ellos consideraban que un buen negocio era sin duda la mejor forma de arte y por lo tanto cualquier producto, reproducido con la mejor técnica de diseño publicitario, valía para bautizarlo como obra artística, ponerle precio y que esta se vendiera en una galería del SoHo neoyorkino, como la de Leo Castelli, un marchante especializado en otorgar adecuado caché a aquello que podría aparentar no tener valor alguno. En aquel desbordado consumismo, Warhol afirmaba que «comprar era más americano que pensar».
Después de tantos años, su iconografía continúa en racha, manteniendo una popularidad inusitada entre el público y entre muchos artistas actuales que adaptan asuntos de hoy en día a la estética colorista del estilo. En el Centro Márcos Valcárcel se encuentran algunos de los nombres más conocidos del movimiento original como Warhol, Lichtenstein, Rauschenberg, Robert Indiana, Mel Ramos o el enigmático Pietro Psaier, pioneros en revalorizar los objetos cotidianos en una nueva forma de realismo, justo en el momento en que declinaba el expresionismo abstracto, contra el que reaccionaron en banda. Junto a sus obras, se exponen también piezas de Keith Haring, que siguió la estela de este fenómeno enfocado hacia el grafitti, de Antonio de Felipe, con el perfil más controvertido y cuestionado, o las del fotorrealista Ramiro de Undabeytia, que señala el camino ya de la nueva dirección del arte pop actual.
La magnífica cita, patrocinada por la Fundación Cum Laude y los fondos de la colección MBA Graphic Arts, se organiza con escogidos y ocurrentes textos, a través de los modelos que provocaron el nacimiento de estos trabajos: Marilyn Monroe, James Dean, Elvis Presley, Mao, Jimmy Carter, Celine Dion o Frida Kalho... personajes que alimentaron el glamur de Hollywood, crearon un nuevo estilo de hacer política o simplemente espolearon el lado más festivo de toda una generación de creadores.