La televisión lo ha logrado otra vez. La distopía de Margaret Atwood ha sido rescatada del olvido por la serie de HBO y reina en las mesas de novedades. Un mundo peor es posible
29 nov 2018 . Actualizado a las 12:01 h.«Nolite te bastardes carborundorum (No dejes que los bastardos te machaquen)». Algunas ya llevan esta frase grabada en su piel. Es el grito de rebeldía que Margaret Atwood incluyó en su distopía El cuento de la criada para lanzarnos un salvavidas al que aferrarnos ante un futuro tan lleno de horror. La historia, publicada en 1985 y que en castellano ya estaba prácticamente descatalogada, vuelve estos días a ocupar las mesas de novedades de las principales librerías y toma ya el camino de los bestseller. La razón de este resurgir repentino está en la magnífica serie de televisión que ya ha empezado a emitir HBO España basado en este relato futurista y terrorífico.
La historia se desarrolla en un futuro próximo en los EE.UU. Tras el asesinato del presidente y la mayoría del Congreso, se instaura en el país un régimen teocrático y patriarcal basado en los más estrictos valores puritanos. Los Estados Unidos desde ese momento pasan a ser conocidos como la República de Gilead. En esa nueva sociedad la mayor parte de los valores modernos quedan olvidados. La mujer pasa a un segundo plano, siendo única y exclusivamente un objeto cuyo valor está en sus ovarios, pues hay un problema de fertilidad.
Una historia de ficción especulativa que nos produce angustia y fascinación al comprobar hasta que punto se ha convertido en una profecía cumplida. Si en la novela la prosa de Atwood es hermosa y escalofriante, como siempre; en la serie, Elisabeth Moss y Joseph Fiennes, en los papeles protagonistas consiguen transmitir el dramatismo y desesperanza del relato. La impecable belleza visual recrea la vista y congela el alma.
Sin embargo, no es la perfecta actuación de los protagonistas (Moss está magnífica como Defred en su tensión y tristeza desgarradora) ni la brillantez visual lo que ha hecho de esta serie un fenómeno social. Lo que realmente ha conmovido a los seriéfilos es la inquietud de comprobar que gran parte de la terrible profecía ya ha sido cumplida. Y que tal vez el resto podría llegar también a ser una realidad.
Así, en la historia de Atwood las criadas son esclavas sexuales con la obligación de ceder sus vientres para gestar hijos para otros. Un punto que encaja a la perfección (aunque con el matiz de la obligación) con la actual polémica sobre los vientres de alquiler y la maternidad subrogada. Profecía cumplida.
En la ficción, los hijos les serán arrebatados nada más nacer y serán criados por las parejas dirigentes, estériles. En la realidad ya hemos conocido muchos casos de bebés robados a sus madres y vendidos. Profecía cumplida.
Las mujeres de la distopía son encontradas culpables de sus propias violaciones, que se consideran una lección. En Arabia Saudí, por poner un ejemplo, una mujer puede ser condenada a 200 latigazos por ser la víctima de un delito sexual. Profecía cumplida.
La República de Gilead castiga con la muerte la homosexualidad ( y hasta los cuelga de un muro) o los envía a campos de trabajo de limpieza de residuos tóxicos. Este año hemos conocido la existencia en Chechenia de campos de concentración donde se torturaba horriblemente a los homosexuales. Profecía cumplida.
Las mujeres del relato deben vestir con hábitos que ocultan sus cuerpos e incluso sus rostros. En nuestras calles cada vez es más frecuente hallar mujeres ocultas tras velos o burkas. Profecía cumplida.
Los ojos que todo lo ven imponen el terror en Gilead. Las criadas son constantemente sometidas a escrutinio y pueden ser castigadas. Internet, Facebook, Twitter... son una fuente inagotable de información para los servicios de inteligencia. Nuestra vida queda expuesta y sometida a su vigilancia de forma inmediata y constante. Informamos en tiempo real de todos nuestros movimientos. Profecía cumplida.
Y aún hay más. Pero será mejor enterrarse en la páginas de Margaret Atwood para descubrir este diario intimista, intenso, aterrador, feminista, reivindicativo y plausible que la televisión nos ha vuelto a poner ante los ojos. Una historia para disfrutar y reflexionar. Un cuento que deja huecos que preferirás no llenar.