En su 50 aniversario, el festival ha exhibido músculo con cerca de 200 largos, muchos de los cuales irán llegando a las salas en los próximos meses.
13 oct 2017 . Actualizado a las 05:15 h.Dentro de las muchas maneras de entender la cinefilia, la del aficionado al género fantástico y de terror posee una particularidad que cada octubre se pone de manifiesto en Sitges: la de su voracidad a la hora de consumir títulos de manera compulsiva.
Es, en este sentido, lo más parecido a los melómanos wagnerianos que se dan cita en Bayreuth para un atracón de nibelungos. Uno no se imaginaría un festival de cine de comedia en el que durante diez días consecutivos se programe lo último de Judd Apatow, los hermanos Farrelly, Eric Toledano o Santiago Segura. Y donde se monten retrospectivas adoratrices de los Monty Python o de Paco Martínez Soria.
Y, sin embargo, la experiencia de Sitges es una inmersión en una realidad a ratos virtual que es recomendable visitar al menos una vez en la vida. Un westworld del terror que es catapulta para los sustos que les visitarán en las salas comerciales, convenientemente dosificados, en los próximos meses.
Los guiños de Del Toro
Como plato fuerte -que no lo será solo del género fantástico, porque va a llegar a la carrera de los Oscar con fuerza- el filme inaugural en el festival, La forma del agua, con la que Guillermo del Toro rinde tributo a la ciencia-ficción serie B de los 50, aunque lo haga con presupuestos de grifería de oro y algún guiño muy forzado a los comprensibles haters de la Norteamérica de Trump.
Segundo rostro carismático que copará titulares cuando se estrene, en febrero, la distopía de humor macabro que protagoniza: Nicolas Cage en la sardónica Mom and Dad, con su rol de padre empeñado en liquidar a sus hijos, una epidemia y radical crack generacional que da la vuelta al Quién puede matar a un niño de Ibáñez Serrador. Para quienes siguieron con fervor las andanzas de Chucky, tal vez la muñeca diabólica de Annabelle: Creation les resulte demasiado pintiparada.
Lo cierto es que la precuela de Annabelle ha hecho caja en Estados Unidos. Y en España se estrena este fin de semana, con menos mala baba que Chucky pero con el olfato para el golpe de efecto de la factoría de los autores de Expediente Warren. Si pensaban que nada bueno se podía esperar ya de la pandemia zombi una vez desaparecido el pasado verano, como alegoría del agotamiento, su padre creador George A. Romero, aguarden a ver lo que les traen los canadienses de Quebec en Les affamés, con muertos vivientes de auteur.
Entre los cultivadores del cine new age ha arrasado aquí A Ghost Story. Es una vaciedad pretenciosa, más cursi que el genuino Ghost, que al menos iba de cara. Pero ya digo que Universal va a lanzarla a todo trapo, con Cassey Affleck de fantasmilla naïf, de Casper modernoso. Por si cuela su falsaria etiqueta de cine trascendente.
Más terror norteamericano con sello indie: de sectas destructivas trata The Endless, con el mal incorpóreo a cuyo nido retornan dos hermanos que lograron desligarse del culto y la castración.
De Francia llega una de las propuestas más subversivas de la temporada: Revenge, que dirige la realizadora Coralie Fargeat propone una feminización del rol de vengador que bautizaron como género Charles Bronson y Clint Eastwood. Sus paisajes desérticos, su violencia extrema como extraída de un cartoon del Coyote y Correcaminos, son toda una provocación que es probable que toque algunas fibras de lo «políticamente correcto».
El Samurái imponente
Y hasta para quienes confían en que la plataforma Netflix les lleve hasta el sofá el cine directamente salido de Sitges hay también parte de la tarta: lo último de Takashi Miike, el samurái imponente de Blade of The Inmortal, y el sci-fi existencialista de Michael Almereyda en Marjorie Prime, con el rescate de la desaparecida Geena Davis, tienen ya anunciado su estreno en la televisión de pago.