Sergio Dalma publica la tercera entrega de «Vía Dalma», la saga de discos de versiones de clásicos italianos que se convirtieron en un inesperado ejemplo de superventas
10 nov 2017 . Actualizado a las 11:28 h.La de Sergio Dalma es una historia poco usual en la música nacional. Lo normal en casos como el suyo, el de un cantante romántico con clara vocación comercial, es salir a la palestra, intentar triunfar, estirar lo más posible ese triunfo y permanecer en el tiempo siendo un poco una sombra de lo que se fue, agarrado a los éxitos pretéritos pero sin igualarlos nunca más. El ciclón de Operación Triunfo de la década pasada lo puso realmente difícil para este tipo de artistas. Cuando a los ayuntamientos les salían más rentable los artistas televisivos de segundo nivel que las viejas glorias, muchos vieron el ocaso. La crisis económica y los recortes pusieron el resto.
Pero con Sergio Dalma ocurrió algo muy diferente. A finales de la década pasada contaba, pese a todo este panorama, con una sólida base de fans. Eso sí, sin los niveles de popularidad de los tiempos de Bailar pegado. Todo iba a cambiar. En el año 2010 tenía 45 años y poco o nada de aquel aspecto juvenil con el que conquistó al público en los primeros noventa. Entonces hizo una jugada maestra. Adoptó el rol de artista mayor y fue directamente a la música que siempre le fascinó: el pop italiano. Tomó un repertorio clásico, se alió con el productor Claudio Guidetti (Eros Ramazzotti, Laura Pausini, Tiziano Ferro) y se fue a Milán. Allí grabó Vía Dalma. Se editó meses antes de la Navidad pensando en las posibilidades de éxito de esa mezcla de nostalgia, popularidad y target adulto.
El resultado desbordó todas las previsiones. «Aquello fue tremendo, nadie lo esperaba», decía el artista en una entrevista a La Voz en el 2016. En plena debacle de la industria musical, cerró el año con 100.000 copias vendidas en apenas tres meses. Fue el único título español en lograrlo en aquel 2010. Después, las ventas llegarían a las 200.000 copias. Y se pasó una larga temporada dando conciertos por toda España, con un caché de estrella nacional. El artista había resurgido a nivel masivo. La prueba es que, aún hoy en día, si alguien piensa en Sergio Dalma la imagen que le viene a la mente es la del cantante maduro con canas y no la de aquel chavalín con melenilla de Esa chica es mía.
A Vía Dalma le siguió al año siguiente el Vía Dalma II (2011), ampliando el repertorio de canciones. Y, aunque luego volvería a su carrera normal con Cadore 33 (2013) y Dalma (2015), el músico catalán no se ha resistido a la tentación de seguir explotando el filón de las versiones. Desde hace semanas en los expositores de discos de las tiendas ya se puede ver como luce Via Dalma III. La fórmula es la misma que en los dos volúmenes anteriores. Repite productor. Repite estudio. Y repite la mirada al cancionero italiano de las últimas décadas. Solo cambian los temas elegidos.
Paseo conocido
En Vía Dalma III se juntan un puñado de canciones míticas, de esas que crean fintas nostálgicas a otro tiempo. Tres ejemplos. Será porque te amo, aquel tema con el que irrumpieron (y arrasaron) Ricchi e Poveri en los primeros ochenta. Este amor no se toca, de Gianni Bella pero que la mayoría de la gente la recuerda en la voz de Yuri con su versión pirotécnica. O Volare (nel blu dipinto di blu), un tema universal que irrumpe en cada fiesta. La última la resuelve en modo crooner, a la segunda le da un toque de rock y la primera se ve remozada con un barniz sintético.
En esas lecturas queda reflejada la intención de un autor, que se aproxima a ellas con respeto, pero con ganas de darle un sello personal. Su voz con grano se adapta perfectamente a los temas y los envuelve con un pretendido toque de calidez. Ello deriva en una sensación que ya había generado en las dos entrega anteriores: una suerte de doble familiaridad, la del repertorio y la del intérprete.
De ese modo, saltando por otras piezas como Necesito un amigo (versión de Antonello Venditti), Amores (Toto Cutugno) o Trotamundos (Nicola Di Bari), Dalma firma el tercer capítulo de una saga que llama a la puerta de Papá Noel y los Reyes Magos. Seguramente, termine convenientemente envuelto con papel de regalo. Es el suma y sigue de una de las historias más inesperadas de este loco mundo del pop, regido generalmente por la dictadura de lo juvenil y en el que rara vez ocurren milagros cómo el del canoso Sergio Dalma.