El nuevo trabajo de estudio Justin TImberlake tiende puentes entre el country-rock, el folk, el funk y el r&b sin llegar a entusiasmar
09 feb 2018 . Actualizado a las 10:21 h.Para todos aquellos que ponen Can't Stop the Feeling! para levantarse por la mañana, Man Of The Woods era un disco muy esperado. Canciones como la citada subliman la idea del pop como gragea de la felicidad instantánea. Sin embargo, el artista ya desconcertaba de entrada con el título. ¿A qué respondía eso del hombre de los bosques? ¿Quizás iba a sorprender Justin Timberlake a estas alturas de la película con un disco de folk-rock? ¿Habría por ahí un encuentro místico con la naturaleza merecedor de un trabajo maduro, ahora que se acerca a los cuarenta? Pues no del todo, pero sí que existe algo de ello.
Se podría decir que en este disco el artista parte con cierta intención de juntar el country y el rock clásico con los sonidos urbanos y la particular mezcla de funk y soul que tan bien explota. Todo ello con la batuta de sus productores de confianza, Timbaland, The Neptunes o Danja. ¿El resultado? Pues Man Of The Woods se encuentra en ese lugar de la escala crítica en la que difícilmente se puede hablar de fracaso, pero tampoco de triunfo.
El primer álbum de estudio de Timberlake en cinco años carece de momentos memorables, de esos que quedan grabados en el grandes éxitos pop de una generación. El single de adelanto Filthy planteaba luces y sombras. Frente a Can’t Stop The Feeling, (su canción precedente grabada para la película Trolls) no tiene nada que hacer. El cantante se presenta aquí enrarecido, como una suerte de Jamiroquai deconstruido en un tema que deliberadamente transcurre a trompicones de ritmo. Da la sensación que escuchándola varias veces llegará a algo grande, que no se aprecia en el primer contacto. Pero hecha la maniobra, se llega pronto a la conclusión de que no, no hay nada más allá. Es un sencillo aceptable. Y punto.
Esa canción abre el disco. La siguen Midnight Summer Jam y Suace, donde el funk se enreda con elementos campestres sin que la mezcla resulte resultados más allá de lo correcto. También hay apelaciones a las plantillas del soul en la titular Man Of The Woods y duetos con estrellas como Alicia Keys en Morning Light o Chris Stapleton en Say Something. Su esposa Jessica Biel habla sobre el amor que le profesa a su marino en el interludio Hers y deja la vía libre para segunda parte del disco. Ahí se encuentran piezas con ADN campestre como Flannel y medios tiempos disco-funk como Montana o de country-rock como The Hard Stuff.
Todo se deja escuchar, sin que el oyente sienta la sacudida definitiva. Hay temas con los que parece que los cuerpos se vayan a poner a bailar, sin llegar a hacerlo. Otros en los que el corazón semeja que se va a reblandecer, pero no ocurre. Y unos últimos en los que se intuye que todo se encuentra en su sitio para ser un bonito colchón sonoro sin más. Quizá en esta última se encuentre la sensación más cercana al global del disco.