Este 2019 se cumple medio siglo de uno de los Óscar más indies de Hollywood
25 ene 2019 . Actualizado a las 12:16 h.Puesta a elegir las diez pelis que han marcado mi vida, que se han quedado a vivir en la memoria como una luz parpadeante (o como una mancha de bebida en el patio de butacas), una sin duda de ese top ten personal sería la del cowboy más indie y humano que ha rodado en los últimos tiempos por la Gran Manzana. Ha pasado medio siglo, y como si nada, como si aún hoy pudiese cabalgar hacia los Óscar, aunque no se mediría ya a Dos hombres y un destino, la otra favorita de su año, sino a Roma. Cowboy de medianoche cumple 50 sin que se me ocurra un personaje mejor para Jon Voight. También, sin que pueda rehuir el hechizo de una de las secuencias míticas de la historia del cine y del Everybody’s Talkin’ at Me acompasado al paso de Joe Buck (Voight) caminando entre la bruma de la muchedumbre neoyorquina junto a su amigo, el estafador tísico con corazón Ratso (Dustin Hoffman). El momento taxi, dicen, fue improvisado. El cowboy que rompió en pedazos el sueño americano aún impacta 50 años después, seduce con la densidad emocional de las historias bien contadas, y no por ser la única peli calificada con una X que ganó la estatuilla más dorada de Hollywood, ni por su punto Warhol, tampoco por su sutil guiño a la homosexualidad. Hay quienes aseguran que el clásico de Schlesinger, basado en la novela de James Leo Herlihy, fue el primer filme de temática gay que pilló óscar, pero la duda sigue aún planeando sobre esa amistad de cine memorable, que compensa la soledad de Manhattan, la falta de oportunidades, los sueños rotos que acaban por hacerte pedazos. Este par de perdedores nos tienen ganados. Son pedazos que, pese a todo, siguen soñando. Everybody’s talking at me. I don’t hear a word they’re saying. Only the echoes of my mind.
Uauauauauauá.