
Quédense con sus nombres y sus libros. Este 8 de marzo no es flor de un día, pisa alto y fuerte en la calle y gana el pulso en librerías. Da para una buena biblioteca. Fugas ofrece una breve selección de autoras para celebrar la ola en seis historias. ¿Pasamos página?
Por estas letras corre savia nueva
27 feb 2020 . Actualizado a las 16:26 h.
Aun en el mejor de los mundos que existen, la vida de la mayoría de las mujeres tiene (a la vista o oculta) una realidad que rompe la expectativa, una ilusión despellejada, un encaje roto. Esta última imagen, que da título a un cuento de Emilia Pardo Bazán (1851-1921), hoy novedad gracias a una biografía de Isabel Burdiel en Taurus, y a un volumen de relatos que ha rescatado la editorial Contraseña, conjuga la fuerza con la delicadeza para expresar la circunstancia femenina en una prenda. Es tan atroz la violencia de la que dan cuenta esos cuentos del XIX que parece mentira. Hasta podemos reírnos en el dolor más consciente solo para espantar la letanía de la queja, como la condesa que juró en sus cartas sexo eterno a Pérez Galdós.
Con amor la letra entra. Con Pardo Bazán y Rosalía (en la obra Rosalía feminista, que recupera una edición de Helena González en Xerais), como con esas nuevas Pioneiras galegas que acaba de descubrir Anaír Rodríguez, se puede comenzar este 8M, que pide tiempo, una biblioteca provista de autoras de la A a la Z para ser visibles todos los días del año. «El canon en la literatura son ellos, lo han establecido los hombres», apunta Marta Sanz (Madrid, 1967), autora de Monstruas y centauras, un máster en feminismo en 130 páginas, cuando pregunto por qué hemos tardado décadas en descubrir a Alice Munro, Edna O'Brien o Margaret Atwood desde que comenzaron, o a qué se debe la ausencia de Mercè Rodoreda con La Plaza del diamante, Espejo roto o La muerte y la primavera en las listas de los grandes de la posguerra. Hoy están. Ellas cuentan. No pierden la voz, respira en sus letras. Algunas son fantasmas reencarnados en libros que se cobran la deuda de la desatención y el olvido. A la vista en toda librería interesante, hay hoy más de un nombre de mujer, ya no se cuentan con los dedos de una mano. Entre las novedades están Virginie Despentes, con Fóllame; Eva Baltasar, con Permafrost, o Ana Fontenla, con unos Números vermellos que anticipan una ácida primavera. «Se non hai libro non hai sexo», escribe en su debut esta arousana que dice: «O único que quero é ser unha muller, que non unha culler, nin tampouco un deber, nin moito menos un dossier».
Autoras de premio
Antía Yáñez (Burela, 1991), Anna R. Figueiredo (Ourense, 1979), Iria Misa (Gondomar, 1983), María Sánchez (Córdoba, 1989), Elvira Sastre (Segovia, 1992) y Cristina Morales (Granada, 1985) son aún «nuevas conocidas», pero todas tienen ya el premio gordo del interés del lector, y la mayoría, también otros premios.

Antía Yáñez ha ganado el Illa Nova de Narrativa por Senlleiras, la primera novela para adultos de una ingeniera de Caminos que encadena ediciones con un tapiz feminista que entreteje las vidas de mujeres de distintos siglos, por que la causa de la igualdad no pierda fuerza. Hay un hilo que conecta directamente la novela con El encaje roto, de Pardo Bazán, citado en la página 59 de este thriller dedicado «a todas as mulleres do pasado, do presente e do futuro que sufriron, sofren e sufrirán». «O que sempre digo con Senlleiras é que é un reflexo de que os tempos cambiaron moito, pero aínda queda moito por facer. E por iso saímos ás rúas. A igualdade avanza, pero non é algo conseguido ou que se acade de hoxe para mañá. Baixar os brazos agora sería retroceder, dar dous pasos atrás», dice a Fugas Antía Yáñez, que recibe este 8M con una convicción: más que celebrar, hay que seguir luchando. «Hai moitos rapaces que consideran que controlar o móbil da parella non é violencia. Hai toda unha xeración que identificou o maltrato cunha imaxe do 016 dunha muller cun negrón no ollo, á que non se lle amosou o que vén antes do negrón. Antes diso, que hai? Eu mesma, que me considero feminista, non entendín ata pasado un tempo por que unha muller maltratada non collía as cousas e marchaba, caía na trampa de atribuírlle parte da culpa a ela», manifiesta. Hay una trama de ficción en Senlleiras, como aclara su autora en la nota final de la novela, pero también feminicidios reales, que acaban en esta obra con el de Diana Quer, y no han logrado poner punto final a un género de violencia que algunos niegan o mitigan sometiéndola a la burla y la sospecha. «A cousa está cambiando, pero hai xente que aínda non é capaz de ver máis alá do seu nariz, homes que non renuncian a chegar á casa e telo todo feito, a poñer os pés na mesa e ver o partido», plantea.

¿Quiénes escriben la historia de ellas?
¿Quiénes son los que cuentan las historias de las mujeres?, ¿quién se ha apoderado de su voz?, ¿cómo se escribe sobre lo que no se valora?, se pregunta la poeta María Sánchez, veterinaria de campo, en un ensayo en primera persona que hermana la naturaleza con la escritura y se lee con la cadencia de un cuento. Son algunas de las preguntas que lanza al aire la autora y caen en el suelo fértil del libro Tierra de mujeres. En él florece con el cultivo de la experiencia y el tempo literario de la poesía la memoria de madres y abuelas, de todas las mujeres que nos sostuvieron y sostienen sin alarde de fuerza, sin que se note, invisibles en su labor cotidiana. ¿Y la mano que cuida?, se pregunta María Sánchez en esta carta de amor a las pioneras. En ella hay ecos de Berger, Steiner, Agustina Bessa-Luís, y ese poder tranquilo, muchas veces ninguneado de mujeres, «de tierra, viento y ganado, Ganaderas en Red [...] que ponen sobre la mesa el papel de la mujer como trabajadora: pastoras y ganaderas extensivas [...] sacan a la luz la autoexigencia y la culpabilidad que sienten con el trabajo que cargan a la espalda. Ser mujeres todoterreno, poder con todo. No podemos convertir este sacrificio y esta desigualdad en virtud», escribe María Sánchez (en redes, MariaMercromina).

También busca a su interlocutora en la madre, en su última novela, Iria Misa (Gondomar, 1983), premio Jules Verne y finalista del Premio Agustín Fernández Paz pola Igualdade. Tras los pasos de Bowie ofrece la oportunidad, a devoradores de libros a partir de 10 años, de ampliar miras y crecer en libertad con Mamá, quero ser Ziggy Stardust, que nos sumerge en la historia de Aine, inspirada por un músico marciano capaz de ser lo que quiera y de bailar con las estrellas. ¿Les suena?
«David Bowie é un artista que me estivo perseguindo toda a vida. Para min, os nosos ídolos son esas persoas que espertan en nós emocións, e David Bowie non só esperta, senón que alimenta as miñas», cuenta Iria Misa en este relato que defiende la libertad y la diferencia.

El Premio Biblioteca Breve 2019 fue para la llamada «niña prodigio de la poesía». Elvira Sastre debuta como novelista con Días sin ti, una historia de vínculos y ausencias, «feminista, pero no femenina», apunta la escritora en unas declaraciones a Europa Press. «El feminismo está en todo», manifiesta Sastre, un fenómeno en redes, sobre el aliento de fondo de esta novela.

Para Cristina Morales ha ido el último Herralde de Novela, por una pieza que es en sí misma un género revolucionario, un grito contra el sistema neoliberal. Brutal, no apta para sensibilidades etéreas ni esencialmente machistas, esta Lectura fácil. Ni amo ni dios ni marido ni partido de fútbol, que revuelve las tripas y, desde el relato de las vidas de cuatro discapacitadas, nos arroja al abismo de romper el confort desigual del mundo capitalista.

Real como la vida es el retrato de su generación que hace Anna R. Figueiredo en Os bicos feridos, nacida para contar que la «emigración non é unha aventura, é unha necesidade, é que ser nai non é doado, que non toda muller precisa ter fillos, mais todos precisamos da creación e da arte, así como da liberdade de escolla nos camiños», comenta la autora que ha ganado el Viadutos de Novela. Para ella, este 8M «é máis un punto de encontro, máis ben un check-point. Xa non queremos aguantar voces que nos digan que desde a transición as que medramos na década dos oitenta xa medramos nunha sociedade igualitaria, como se fosemos parvos, como se a mentalidade dunha sociedade se cambiara dun día para outro cun simple cambio de goberno. O 8M é o espello no que podemos parar e mirármonos para cuestionar eses pequenos detalles que se concretan en obstáculos, non invisibles, obvios, pero aceptados. A miña avoa tiña menos pensión que meu avó, era lóxico. A miña avoa non cotizou tantos anos, o importante era que cotizara o avó, era lóxico... 'Esta nena mancouse no patio da escola, chamade a súa nai...', esas inercias. É o momento de visibilizar que, alén de slogans de partidos políticos, o que queremos as cidadás é igualdade total e liberdade para sermos quen somos. E para iso é necesario cubrir as rúas de novo coa xente que cre que esta sociedade precisa cambiar e irá cambiando pouco a pouco. Ata esa meta».