Y ahora, de repente, a todo el mundo le apasiona Camela

Javier Becerra
Javier Becerra REDACCIÓN

FUGAS

El grupo madrileño lanza un disco para celebrar 25 años en la música en un momento en el que se les reivindica desde los sitios más insólitos

20 abr 2019 . Actualizado a las 11:19 h.

¡A mí me gusta Camela!», exclamaba eufórico Jose Antonio Monago, candidato del PP por Extremadura. Lo decía, además, en oposición al indie, la fusión o el techno, apelando a la gente humilde que los escucha y su condición de músicos del pueblo. Aunque patinó asegurando que «no tienen patrono de multinacionales» (editan en Warner), sí es cierta su apelación a que el grupo empezó a vender sus cintas en gasolineras y mercadillos. Pero sin tantos aspavientos (ni pretensión de conseguir votos mostrándose campechano), lo cierto es que miles de personas llevan respaldando a Camela desde hace años. Es decir, no es nada nuevo.

Dionisio Martín Lobato, María de los Ángeles Muñoz Dueñas y Miguel Ángel Cabrera (en el grupo hasta su salida del 2013) empezaron en los primeros noventa editando su propio material. Su música -sencilla, sentimental y personalísima- conectó de manera instantánea con el público, incluso en esas primeras casetes. Había una mezcla ahí entre Mecano, Los Chichos y Pimpinela que atrapaba. Voces aflamencadas, ritmos electrónicos, sintetizadores sin complejos y letras sin artificios conformaban la receta. «Escúchame, compréndelo, es imposible nuestro amor / Porque entregué mi corazón a la mujer que quiero yo», cantaban en Sueños inalcanzables, uno de sus primeros éxitos masivos, editado en 1995.

En esa época ya empezaron a ir a la televisión, donde se les calificaba como un fenómeno social. En Antena 3, por ejemplo, salían en el programa de Nieves Herrero descritos así: «Venden más discos que Michael Jackson y hacen más galas que Juan Luis Guerra. Cantan al amor a ritmo de techno rumba y con palabras sencillas, por eso hacen furor entre la gente joven». Sus presencias en las galas eran constantes y, queriendo o sin querer, todo el mundo en este país terminó expuesto a su particular modo de hacer pop.

Frente a eso estaba el prestigio. Aunque gozasen de los piropos de artistas como Carlos Berlanga, fascinado por sus letras, y críticos de referencia como Víctor Lenore o Luis Troquel les obsequiasen con ramos de flores a contracorriente, Camela no gozaban del favor de los entendidos. Los melómanos con supuesto buen gusto musical los denostaban, considerando su música como algo hortera y de baja calidad. Por eso llama la atención lo que ocurre ahora. Parece como que mucha gente se haya dado cuenta, 25 años después, de que Camela es un grupo con una fórmula imbatible.

Es parte de ese nuevo público el que ha cambiando, no ellos. Aunque se supone que están encantados de sumar, en el fondo no deben de entender nada de lo que está ocurriendo. ¿Son los vaivenes de la moda, el postureo o las rectificaciones justas? Quién sabe… Mientras tanto, que suene Cuando zarpa el amor, ahora en modo electrolatino con Juan Magán.