Benjamin Clementine: «Mi mayor influencia es la música clásica, es la que siento más libre»

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El británico pasó de tocar en el metro de París a convertirse en el nuevo gurú de la cultura moderna con dos discos que son lo mejor de la década; es la voz que hay que escuchar

25 may 2019 . Actualizado a las 00:14 h.

La historia de Benjamin Clementine parece sacada de un libro de Dickens. Este músico londinense pasó de tocar en el metro de París y vivir como un clochard a convertirse por obra y gracia de dos majestuosos álbumes en el nuevo gurú de la modernidad más cultureta o de la cultura más moderna, según se mire. Le ha birlado el trono a Rufus Wainwright o a Antony Hegarty (ahora Anohni) y es la voz que hay que escuchar a día de hoy. Y vaya voz, que si se le suma su piano hay quien ya ha hecho comparaciones con Nina Simone. De ser un vagabundo a reinar en el mundo de la alta cultura en un tiempo récord, y todo gracias a un compendio de aptitudes, talentos y casualidades que han forjado la personalidad artística de este músico que se define antes como poeta o como contador de historias. Su infancia, marcada por abusos en el colegio, y su juventud, en la que la incomprensión de su padre le llevó a irse de casa prematuramente, componen una vida que se filtra en sus canciones, piezas de orfebrería barroca en las que siempre hay que ir más allá de la mera escucha. Hay que estudiarlas para descubrir toda su compleja inmensidad, como hace el propio Clementine con Schoenberg. Sobre todo en su último disco hasta la fecha, I tell a fly (el segundo tras su debut At least for now), una obra conceptual en la que adopta la personalidad de alguien venido de Júpiter para juzgar lo que sucede en la Tierra. Sí, además de Schoenberg también le gusta Bowie. Contesta a las preguntas con un tartamudeo que desvela una timidez patológica que parece superar solo cuando se sube al escenario descalzo y desnudo de cintura para arriba. Como lo hará el miércoles en Palexco, A Coruña (entradas desde 28 euros).

­-Los periodistas tenemos la manía de etiquetar el estilo de cuanto artista entrevistamos, pero con usted tengo un severo problema...

-[Ríe] Pues me temo que no puedo ayudarte demasiado con eso. Es simplemente mi música, es lo que soy, de ahí que me cueste a mí también definirla. Pero bueno, podemos intentarlo. Supongo que es una mezcla de música clásica, soul, rock... Todo lo que ha ido marcando mi vida.

­-Pero si tuviera que citar un influencia clave, ¿con cuál se quedaría?

-Mi influencia principal es, sin duda, la música clásica. Porque es la más completa, de la que más ideas puedo sacar en cuanto a ritmo, armonía, la manera en que está interpretada... Es la que siento como más libre y la que me permite ser más libre a la hora de componer. No tiene límites y puedes jugar con ella lo que quieras. Y eso es lo que hace que mi música suene así, le añado cosas diferentes, mezclo los estilos que me van surgiendo de diferentes lugares. Y eso solo lo permite la música clásica.

­-En su tema «Paris Cor Blimey» hay un homenaje a Claude Debussy y su Claro de luna.

-Esa es la música que me gusta. Sobre todo Schoenberg, más que nada porque estaba loco de remate. La música que hizo es muy dura, entiendo que a la gente de aquella época les costase mucho entenderla. Pero yo es precisamente lo que busco en la música clásica, esa libertad de la que te hablaba. Lo que pasa es que ahora soy incapaz de escuchar su música sin más, como hacía antes, solo porque me gustaba. Ahora la estudio, me fijo en sus armonías, intento entender lo que el compositor quería transmitir. Necesito conocer la historia que hay detrás de la música.

­-¿Cómo es su proceso compositivo? ¿Qué viene antes, la música o la letra?

-Lo primero suelen ser las letras. O, mejor dicho, la historia que quiero contar. Eso es lo mío, contar historias. La música sale sola, después, para llevar la historia. Así lo he hecho casi siempre, pero últimamente estoy dándole la vuelta al proceso. Estoy componiendo primero la música, y buscando después qué contar con esa música. Lo estoy haciendo casi como un experimento, para ver qué sale.

­-Su último disco, «I Tell a Fly», resulta complejo tanto desde una perspectiva musical como narrativa. ¿Cree que el público ha entendido el álbum en toda su dimensión?

-No, en absoluto [ríe]. Siento como que nadie ha entendido lo que quería decir realmente, todo lo que quería transmitir. Pero está bien, no pasa nada. Todo el mundo tiene sus tiempos, no puedes forzar a nadie a escuchar tu música ni insistirles en que deben hacerlo de una manera determinada, buscar un significado específico… Cada uno lo hace como quiere. Como compositor solo puedo esperar y ver si la gente va descubriendo lo que quise decir aquí o allí. Necesita tiempo. Es como plantar una semilla y esperar después a que vaya creciendo y se convierta en un árbol.

­-Hay una historia que atraviesa el disco, canción tras canción. ¿Cree que ese punto es el que ha pasado más inadvertido?

-Sí, por supuesto. Hay una historia y si quieres puedes leerla sin más fijándote en las letras. Y la gente puede interpretarla como quiera, pero la historia está ahí. No pueden cambiarla.

­-Está metido en una gira larga con varios conciertos a la semana. Teniendo en cuenta lo exigente que es su música, ¿se cuida especialmente la voz?

-Básicamente la cuido fumando [ríe]. Sí que tienes que prepararte ante una gira así. Sabes que va a ser algo extenuante, que son muchos días y que tienes que estar en forma, así que te cuidas. Es como ir a los Juegos Olímpicos. Intento cuidarme físicamente, salgo a correr, me voy a la cama temprano después de cada concierto… Hombre, y alguna vez me voy a tomar una copa con mi equipo, también. Es un negocio muy satisfactorio, es una manera de vivir que me gusta. Y así las cosas no suponen un esfuerzo. Y en cuanto a la voz, se acostumbra a todo. Termina aguantando que la uses todos los días. Además, he tenido suerte, porque no me cuesta controlarla. Es algo natural, no me falla.

­-En directo, aunque está arropado por un quinteto de cuerda y su propio piano, las canciones no cuentan con la producción que tienen en los discos. ¿Cuesta desnudarlas y adaptarlas a ese formato?

-Darle una vuelta a las canciones siempre es interesante. Es un reto tocarlas de maneras diferentes. Es como cuando cuentas una historia a un niño, y este intenta repetirla pero la cuenta a su manera, hace su propia versión. Sigue siendo la misma historia, pero a la vez es totalmente diferente. Al tocar mis canciones en directo con otros músicos pasa algo parecido.

??? A CORUÑA PALEXCO miércoles, 29, 22.00 HorasPRECIO 39 euros