La mejor Hustvedt vuelve como una gran detective instrospectiva con un potaje de géneros, memorias, reflexiones y deseos. Acepten el caso
07 jun 2019 . Actualizado a las 05:00 h.Por dar un golpe en la mesa de otra manera, sutil, personal, intuitiva, meditada, psicológica. Por armarse del valor de la filosofía y romper los códigos de etiqueta del pensamiento y la literatura. Por El verano sin hombres (una delicia en la que seguimos a Mia Fredricksen, de 55 años, de regreso a la ciudad de su infancia en la pausa que su marido le pide a su matrimonio para echar el freno con una amante francesa). Por Un mundo deslumbrante, pieza inclasificable que reconstruye la personalidad de Harriet Burden, una poderosa ficción de mujer que recuerda a varias artistas reales, una lectura patchwork que nos pierde en la brillante cabeza de la autora y en nosotros mismos.
Hay que leer a Siri Hustvedt (Minnesota, 1955) más de una vez en la vida. Porque la segunda lectura no será en nada como la primera, a pesar de que su voz es inconfundible, siempre la misma, con sus cajas y sus estratos, con una sopa subliminal de nutritivas referencias y puntos de vista. Puro riesgo con sentido.
El premio Princesa de Asturias de las Letras reconoce a la outsider, a La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres, la que concilia arte, ciencia, psicoanálisis y feminismo dinamitando dictámenes, o dejando en evidencia el machismo congénito del sistema social y literario con el caso Karl Ove Knausgård. «A Knausgård se le podría llamar el rey contemporáneo de la escritura automática. Knausgård escribe mucho sobre sus sentimientos y persiste en ello incluso cuando sale mal parado, dando una imagen de necio y bobo. Una franqueza tan valiente es de por sí fascinante, pero resulta aún más fascinante en un hombre, porque al revelar sus sentimientos corre mayor riesgo de avergonzarse. Tiene más que perder», observa y dispara segura Hustvedt, quien advierte que el punto débil del poder masculino blanco es «la vulnerabilidad extrema».
Cosas que es mejor callar
Hay cosas que es mejor callar. Esas son las que escribe Siri Hustvedt, una vez más en su última pieza. Ustedes verán si quieren, si resisten, si asumen el riesgo de mirar y ver, y verse, de otra manera. Recuerdos del futuro es una confesión que se presta a ser novela, pero no esperen la autopista de una trama, ni busquen un rincón en sombra en la piscina para leerla parapetados tras sus certezas y sus gafas. El contexto debe ser más íntimo, porque las impresiones son extrañas. Y la lectura, hondamente desconcertante (y reveladora si se dejan, y dejan a un lado la ansiedad tribal de los mediocres). Recuerdos del futuro (no apta para todos los públicos, absténganse los sedientos de parque de multiaventuras cuquis nuevas) es un espejo sin truco, un potaje de géneros, tiempos, vivencias y reflexiones que cocina a fuego vivo una escritora consagrada que se ha roto, que otea en la madurez sus inicios, el momento en que sale del cascarón y deja «las extensas llanuras de la Minnesota rural» para viajar a Manhattan en busca del héroe de su primera novela, a finales de los setenta. En este libro que hibrida el ensayo con la poesía, la crónica y las memorias, la escritora se mide y se boicotea a sí misma, a la que es y a la que fue, a la que querría haber sido, a la premura del tiempo que siente que le queda. Y se celebra y reconcilia.
El viaje, que nos trae al momento actual con crítica y retrato de Donald Trump hecho por la propia autora, está atravesado de relámpagos que dejan huella: «Recordamos lo catastrófico con mucho mayor detalle que cualquier suceso que se desarrolla según lo previsto». «Tengo un sinfín de recuerdos que he adornado de deseos». ¿Quién no? «Como sabe todo el mundo que ha llorado por amor o por la muerte de alguien, una persona ausente es a menudo más grande que una real». ¿Les pasa? O pasan...
Lectora voraz que nos hace reparar en «los bailes pronominales» de Charles Dickens, los entresijos de la relación Sherlock Holmes-Watson, la protagonista-narradora de esta historia de historias nos deja ver su hambre, acompañarla a su primer empleo en Nueva York, en sus affaires, en su soledad librepensadora, en sus lúcidas divagaciones y en la obsesión voyeur por su vecina, Lucy Brite, a la que ha pillado el vicio de oír al otro lado la pared. Siri Hustvedt es una mujer que observa a otra y se escribe a sí misma.
El paso del tiempo, el deseo, la ambición en pugna con la precariedad laboral, las necesidades físicas y afectivas, el abuso, la cultura, la sensualidad, la política y el papel de la mujer se zambullen en la mirada perspicaz de Siri Hustvedt, a la que la mayoría descubrimos bastantes años después que a su marido, Paul Auster (y al que algunos dejamos aplazado sine día en cuanto la descubrimos a ella).
Quizá Auster inspira uno de los personajes más amables (amables, que merecen ser amados) de estos Recuerdos del futuro, donde Hustvedt nos da la ocasión de verla rebuscar en cubos de basura en busca de algo que llevarse a la boca, aborrecerse a sí misma, llorar, revelarse como una Quijote mujer y una gran Detective Introspectiva, o correr desnuda delante o detrás de su amante escaleras arriba.
Bienvenidos al laberinto en que el proceso de escribir es el resultado. A la vida. Al otro mundo que es Siri Hustvedt.
«RECUERDOS DEL FUTURO»
SIRI HUSTVEDT
EDITORIAL SEIX BARRAL PÁGINAS 416 PRECIO 19,90 euros