
Publican una excelente selección de relatos «inéditos» rescatados de revistas que permite comprobar una evolución de estilo hacia una mayor sobriedad
28 jun 2019 . Actualizado a las 05:00 h.Da igual si es una celebración del 25.º aniversario de la muerte de Charles Bukowski (Andernach, Renania, Alemania, 1920-San Pedro, California, Estados Unidos, 1994), cumplido el pasado 9 de marzo -o si apela a las vísperas del inminente centenario de su nacimiento-, si es la condición de inéditos en el formato de libro que adorna estos relatos o si se trata de rescatar el (como mínimo, dudoso, aunque tampoco resulte perjudicial) valor de las viñetas de su mano aficionada que jalonan o ilustran algunos de estos textos... Sea cual sea la motivación última y real, la reciente aparición en el sello Anagrama de este volumen -Las campanas no doblan por nadie, compilación editada por David Stephen Calonne- es una gran fiesta para el lector.
Es una buena noticia, sobre todo, para quienes habían olvidado al narrador que está más allá del poeta (no solo el que aflora detrás del poeta, que ese es evidente), y que en los últimos tiempos ha sido tan bien y profusamente editado en castellano, especialmente por el sello Visor. Todo el mundo parece haber entendido que en el reverso del realismo sucio de Raymond Carver, en el envés de la sutil economía expresiva y la contención del genio de Oregón, está Bukowski, más lenguaraz, explícito, vulgar, verboso y en apariencia despreocupado. Y que esos excesos no solamente no restan fuerza a su poesía sino que la elevan a cotas en verdad sublimes.
Otra cosa es la narrativa, tan procaz, salvaje, lúbrica, acaso pornográfica y, en ciertos momentos, de escaso gusto. ¿Cómo aceptar su ferocidad insultante? ¿Cómo encajar sus desmadejados derechazos de púgil borracho? Quizá el lector necesite de una cierta edad para ser capaz de evitar que los árboles le impidan ver el bosque. Sí, una edad en la que los umbrales del dolor y la susceptibilidad se han elevado de modo sensible, y su propensión a escandalizarse ha disminuido en la justa proporción. Es entonces cuando el ruido del malditismo de taberna del autor queda en un segundo plano como un zumbido sordo y el tajo del afilado escalpelo se hace ostensible para cualquiera que no se conforme con una interpretación superficial: en ese momento triunfa sin alharacas el cronista de la calle, el observador contumaz, el alma doliente, y, de la manera más triste, va fraguando el retrato en mate del otro lado -el más oscuro- del sueño americano, que deja en el espectador una dura y áspera sensación de cansancio vital y absurdo.
UNA INFANCIA DE PÉRDIDAS
Como anota el propio Calonne en el esclarecedor prólogo que redactó para Ausencia del héroe. Relatos y ensayos inéditos (1946-1992), otra excelente reunión de textos de Bukowski, editada en castellano también por Anagrama, [Bukowski] «se desnudaba para mostrar su vulnerabilidad, sus heridas, en un intento de recuperar por medio del amor lo que perdió en la infancia, y no obstante, al mismo tiempo, se mofaba de la lucha por alcanzar la salvación a través del amor y el sexo».
Difícilmente se pueden expresar mejor las deudas y cicatrices que empañan y dan irrepetible luz a la óptica desde la que narra Bukowski, alguien que nunca superó el recuerdo de los castigos que le dedicaba su violento padre -soldado estadounidense destinado en Alemania tras la Gran Guerra- y que dominaba el dolor a base de alcohol y de sentido del humor. Es decir, era un privilegiado para erigirse en el portavoz de un mundo poblado por extrañas criaturas aulladoras: perdedores, desviados emocionales, víctimas de maltrato infantil, violentos para sí mismos (y los suyos) y abandonados. Y es que una de sus novelas preferidas era El corazón es un cazador solitario, de Carson McCullers.
Lo que ocurre es que en tiempos como estos en que solo triunfa lo políticamente correcto habrá quien descalifique la verdad que muestra sin ambages, sin retórica, desabridamente, Bukowski. Y, claro, saldrán con que sus personajes masculinos son unos machistas recalcitrantes, cuando no -directamente- unos violadores, y sus mujeres unas sumisas despreciables que o no tienen personalidad (o son esquemáticas o histéricas) o están burdamente fascinadas por el macho dominante (o el escritor).
El libro contiene cuentos extraídos de la serie que Bukowski fue entregando a L.A. Free Press en la década de los 70 bajo el título de Escritos de un viejo indecente, así como otros que aparecieron en los 80 en revistas explícitamente pornográficas como Hustler y Oui. El amplio arco temporal que recorre (1948-1985) permite observar que aun en su personal estilo hubo una evolución hacia una mayor sobriedad.

«LAS CAMPANAS NO DOBLAN POR NADIE»
Charles Bukowski
EDITORIAL ANAGRAMA
PÁGINAS 396
PRECIO 20,9 EUROS