Sin Christoph Waltz no existiría Malditos bastardos (2009). La película, que cumple ya 10 años, es una de las pequeñas joyas que Quentin Tarantino orquestó y que un reparto envidiable ejecutó de forma espectacular. Un dinámico Brad Pitt -casi al nivel de Érase una vez... en Hollywood (2019)-, una cautivadora Melanie Laurent cuya sed de venganza ya es historia del cine, y un icónico Christoph Waltz que, encarnando al coronel Hans Landa, es el alma de la película. La primera escena, donde el despreciable coronel nazi se presenta como un «cazajudíos experto», es una clase maestra de interpretación, guion y dirección. La tensión generada en aquella pequeña casa de la campiña francesa es difícil de igualar.
De hecho, Tarantino casi cancela la realización de la película cuando no encontraba un actor alemán adecuado para Hans Landa. Y entonces apareció Waltz. Un profesional casi desconocido en el momento, que supo cargar con uno de los personajes más complejos de la mitología de Tarantino. «Landa es el mejor personaje que he escrito y quizá el mejor que jamás escribiré», confesaba el director en entrevistas pasadas. No es casualidad que semejante actuación llevase a Waltz a ganar el óscar al mejor actor de reparto. Tres años después, volvería a interpretar a un alemán, pero a uno muy diferente. En Django desencadenado (2012), Waltz vuelve a su romance tarantinesco y se transforma en el Doctor King Schultz, un cazarrecompensas del Salvaje Oeste con buen corazón, que supuso otro premio óscar para el actor austríaco.
Después de un período de sequía a nivel de galardones, parece que Waltz nos está preparando una serie de papeles muy jugosos para el futuro. Entre ellos están proyectos del calibre de No time to die, la nueva película de James Bond; Rifkin's Festival, la próxima cinta de Woody Allen; y un pequeño papel en The French Dispatch, el futuro filme de Wes Anderson. Sonrían, que tenemos «bastardo» para rato.