«Llévame a casa», recomendada por los libreros, confirma a Jesús Carrasco como uno de los grandes tras su debut deslumbrante con «Intemperie»
03 abr 2021 . Actualizado a las 21:59 h.La apuesta narrativa es fuerte y ha enamorado en el par de meses que lleva en la calle a lectores y a varios libreros independientes de España, como Alejandra de Diego Lata, de la librería Berbiriana, y Álvaro Manso, portavoz de la Cegal (Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros). Tras deslumbrar hace ocho años con un debut de sólidos principios, Intemperie, Jesús Carrasco (Badajoz, 1972) vuelve al paisaje de su infancia para coser la herida de un reencuentro familiar.
«Podría haber estado junto a su padre la noche en que murió pero, en cierto modo, Juan Álvarez, prefirió no hacerlo», comienza, disparo seco al tópico, la novela de transformación que es Llévame a casa. Carrasco vuelve, sutil e implacablemente, a brillar como hijo literario de Delibes y Landero, con voz propia, con una lluvia fina de matices esenciales sobre la estepa castellana, con un lenguaje preciso en el que sobre un suelo de terrazo brotan ardientes el jazmín y la buganvilla.
De la muerte del padre nace esta crónica social y familiar de una España herida por el hambre tras la guerra, que en los ochenta y los noventa maduró a la americana, neón en las fragilidades, montando tanatorios en los polígonos con «bosch car service» y máquinas de vending para facilitar, y alejar del todo, la realidad de las cosas.
La madre, una madre de las «de antes», que sostuvieron día a día la casa con silencio y sacrificio, hoy enferma de alzhéimer, es figura central de este relato que construye con literatura toda la verdad baldía de un libro de familia. Cada personaje es persona, se deja ver sin filtros que distorsionen y dramaticen su forma de ser, de estar en el mundo, de comportarse ante la vida y la muerte. Podemos verles, cada vez más de cerca, más ciertos...
Jesús Carrasco nos deja a la intemperie, sin el consuelo edulcorante de esa clase de memoria inventada con postales de unas vacaciones felices en Alicante. El abismo entre padres e hijos, y entre hermanos, ese amor que siempre entra en conflicto con el deber, es el territorio al que nos convoca la magnífica y reflexiva Llévame a casa.
Entren (el ajuar está hecho de vasos de Nocilla...), y vean la soledad de los mayores, la verdad de una familia.