Crónica de una muerte programada

FUGAS

Deresiewicz desmonta en el ensayo «La muerte del artista», demoledor con el momento artístico que vivimos, numerosos mantras tecnológicos

07 ago 2021 . Actualizado a las 20:03 h.

El pasado domingo 11 de julio Argentina ganaba la final de la Copa América de fútbol. Al acabar el partido, Leo Messi, el mejor jugador del torneo, se sentaba en el medio del campo y hablaba por videollamada con su familia. A su alrededor, un estadio Maracaná repleto de espectadores gritaba enfervorizado pero para Messi la realidad era otra, la que le mostraba en ese momento su dispositivo móvil.

William Deresiewicz, ensayista y crítico estadounidense, analiza en La muerte del artista cómo la gente que trabaja en el sector de la cultura está siendo recolocada en un mundo cada vez más virtual y dominado por unas pocas empresas tecnológicas. Deresiewicz describe lo que significa hoy en día trabajar en al ámbito del arte, apoyado en numerosas entrevistas realizadas a profesionales de la literatura, la ilustración, el cine, la televisión, la pintura o la música. Un mundo dominado por una narrativa tecnoutópica nacida en Silicon Valley que afirma que todos podemos ser artistas, y que lleva aparejado una desmonetización del contenido, un culto al amateurismo y, lo más importante, un proceso de precarización del trabajo del artista profesional: «Estamos comprando el acceso universal al precio del empobrecimiento universal». El crítico norteamericano sugiere que este caldo de cultivo está provocando una decadencia cultural y un trasvase económico desde los creadores de contenido artístico a las manos de un oligopolio digital que impone sus normas de forma abusiva. En teoría, podemos elegir entre una inmensidad de contenidos, descubrir películas raras y músicos desconocidos, pero en la práctica somos propensos a sentarnos y dejar que los algoritmos hagan el trabajo por nosotros.

Si hay un concepto que define los primeros años del siglo XXI es el de precarización. La crisis económica y un capitalismo desregulado y cada vez más salvaje está provocando, entre otras cosas, la desaparición de la clase media. Un proceso de concentración del dinero en muy poca gente y de aumento de la desigualdad que también afecta al mundo del arte, donde un porcentaje cada vez mayor de personas malviven intentando ejercer su profesión. Un ejemplo es el mundo de las artes visuales. Dice Deresiewicz: «El mercado del arte se rige por el principio de que el ganador se lo lleva todo. En el 2018, solo 20 individuos representaban el 64 % de las ventas totales de los artistas vivos».

Uno de los numerosos mantras tecnológicos que se desmontan en este ensayo es el de «Nunca ha habido un momento mejor para ser artista». Y lo hace de un modo rotundo y sencillo: preguntándoles a los propios artistas. Estos cada vez ganan menos dinero y pueden dedicarle menos tiempo a crear porque tienen que estar muy pendientes, entre otras cosas, de promocionarse en las redes sociales a la vez que crece en ellos un estado de agotamiento y frustración.

El ensayo está documentado con gran rigor, lleno de reflexiones demoledoras que describen muy bien el momento artístico en el que vivimos, pero que también sirve para contextualizar un cambio de paradigma a muchos niveles.