
Lento componiendo, pero seguro editando, Jairo Zavala acaba de sacar «Máquina de piedad» que presentará en Galicia en el 2022
12 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Canciones que captan el ahora y no el ayer ni el mañana. Temas que renuevan profundamente el sonido del artista. Duetos que aportan chispa a un cancionero estupendo. Esas son algunas de las opiniones vertidas sobre Máquina de piedad, el disco que acaba de editar Depedro. Algunas de sus canciones se pudieron escuchar este verano en los festivales gallegos. Ahora las tocará en teatros y auditorios. En el calendario gallego figura una fecha: 19 de marzo, Palacio de la Ópera de A Coruña.
—Viene a Galicia dentro de cuatro meses. ¿Ya piensan los músicos a largo plazo después de lo pasado o queda el temor ahí?
—Lo que se hace ahora es vivir, si cabe más, el presente. Los planes y los movimientos vitales hay que seguir haciéndolos, pero hay que ser muy conscientes de que lo importante es el durante.
—Dijo en alguna ocasión que este disco, en realidad, va de disfrutar conscientemente el presente. ¿Es así?
—Sí, todo tiene que ver con los textos y la energía que desprende el disco. Quería reflejar eso. Incluso la estética de cómo he presentado las canciones.
—La portada es de una sencillez y eficacia apabullantes. Una de las mejores del año.
—Gracias. Tenía una idea muy clara de lo que quería que fuera la portada y la verdad es que Pedro Chico, el diseñador, lo realizó perfectamente. Una imagen a veces dice más que mil palabras. Y esa creo que lo consigue totalmente.
—Impacta mucho el título: «Máquina de piedad». ¿Por qué le llama así al corazón?
—Quizá esté demasiado acaramelada la forma con la que nos referimos al corazón. Tiene muchas otras acepciones que se puedan usar. Está sacada de una frase de un libro que leí, La batalla de Occidente, de Éric Vuillard. En ella el autor usaba esa metáfora y me gustó mucho para expresar lo que yo quería decir.
—Habla ahí de «cuando vuelva a rugir la vida», lo que remite al confinamiento y la parálisis del 2020.
—Sí, pero es la única canción pandémica del disco. Las anteriores se hicieron mucho tiempo antes. He estado cuatro o cinco años escribiendo.
—¿Se lo toma con calma?
—No me queda otra. No me salen cosas que me emocionen a la primera y tengo que esperar a que vengan. Ojalá fuera prolífico y tuviera esa capacidad que tienen otros compositores de hacer muchas canciones, pero desgraciadamente a mí me cuesta mucho hacer canciones [risas].
—En «Máquina de piedad» logra que a uno le entren ganas de escuchar la canción entera para saber qué dice. En «La noche oscura» lo dice claramente desde el primer verso: «Todo el mundo exige un cambio / pero nadie quiere cambiar».
—La noche más oscura era una canción muy sencilla y, estéticamente, tampoco hemos inventado la pólvora con ella. Pero sí que está calando mucho en la gente. Qué complejo es a veces llegar a conclusiones sencillas. Y en esa canción parece que hayamos dado en la tecla.
—La última vez que lo entrevisté, hablaba de conciertos sentados y de resistencia. A lo mejor el de marzo es incluso sin mascarilla. ¿Cómo están viviendo desde la profesión estos pasos?
—Imagínate. Después de haber estado emocionalmente con las manos atadas, que ahora pase eso es muy inspirador. También emocionante y esperanzador. Lo que hago básicamente es disfrutar del momento mientras se pueda. En toda su plenitud. Quiero pensar que este camino que hemos andado y que fue tan doloroso se está quedando atrás. Poco a poco, sé que nuestras memoria nos hará aprender, recordar y mirar adelante.
—Decía Juan Aguirre, de Amaral, que valoraba especialmente el estar con su banda, que lo cotidiano se había convertido en algo excepcional. ¿Le pasa?
—Claro. No hay nada como que la vida te dé un revés para que te ponga en tu sitio y te fijes qué cosas son las importantes y las que te hacen sentir bien.
—Antes de este, sacó un disco para niños. ¿Qué le llevó a hacerlo? ¿Piensa que la música infantil es de baja calidad?
—A lo mejor es demasiado acaramelada. Pero no soy muy justo, porque seguro que en España se ha hecho algo bueno y tampoco soy un conocedor enorme de la escena. Pero, buscando y buscando para poder hacer canciones, me ocurría que no encontraba cosas interesantes. En mi casa se escucha de todo y todo lo que encontraba era muy antiguo. Y me dije: «Voy a robarle a mi hijo otra vez las frases que me ha dicho durante todo este tiempo durante su conocimiento sonoro y vamos a hacer una canción».