Un puñado de jóvenes directoras cambian el panorama de la industria independiente, con las películas más premiadas
04 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Cuando en el invierno de 1983 La colmena, de Mario Camus, ganó el Oso de Oro en Berlín, Carla Simón no había nacido. Lo haría tres años más tarde. Este invierno, casi cuarenta años sin premio gordo en el festival alemán para el cine que se hace en España, la directora catalana ha levantado la estatuilla por su segunda película, Alcarràs. Solo tiene 35 años, y con dos películas ha logrado convertirse en una de las nuevas voces del cine español. Con su primer filme, el maravilloso Verano 1993, ganó el Goya a la mejor directora revelación, y también en Berlín el premio a la mejor ópera prima, la Biznaga de Oro en Málaga, y arrasó en los premios Gaudí y los Feroz.
El aire fresco de aquel Verano coincidió en el 2018 con la precisión clásica de La librería, otra película con dirección femenina, en este caso la de la consagrada Isabel Coixet. La película de la cineasta catalana se llevó el premio gordo y también la mejor dirección. Dos mujeres subían al escenario de los Goya aquel año para recibir sendos premios a la mejor directora, la veterana y la novel.
Al año siguiente, serían tres las jóvenes directoras que optaban a premio al mejor debut. Se lo llevó Arantxa Etchevarría por Carmen y Lola. En el 2020, Belén Funes ganó el mismo premio por La hija de un ladrón. El pasado año, otra novata, Pilar Palomero, se llevó no solo el premio a la mejor dirección novel, sino también el de mejor película por uno de los grandes ejemplos del nuevo cine independiente en España, Las niñas. Hace apenas unas semanas, en la última edición, Clara Roquet se hizo con el premio a la mejor dirección novel por Libertad, otra de las sorpresas del pasado año.
UNA PRESENCIA CONSTANTE
La presencia de nuevas realizadoras se ha convertido, por tanto, en una constante entre las películas que la Academia escoge cada año, lo que no deja de ser un termómetro de cómo están cambiando las cosas. Y de que existe un talento que necesita ser empujado para llegar a las salas y al público. ¿Pero quién lo impulsa? Hay otro nombre propio de mujer que explica en parte el fenómeno: cuando Carla Simón recogió el Oso de Oro, se lo dedicó a una emocionadísima María Zamora. La productora, antes en Avalon y ahora en Elástica, está detrás de Alcarràs como lo estuvo de Verano 1993. Pero es que además es una de las productoras de Libertad, y también apostó por Nely Reguera en María (y los demás), una deliciosa primera comedia rodada, por cierto, en Galicia, también con nominación a la mejor dirección novel para su realizadora. Zamora también produjo ¿Qué hicimos mal?, personalísima obra de Liliana Torres.
Aunque no hay una etiqueta bajo la que clasificar a esta hornada de nuevas directoras, sí coinciden todas ellas en una mirada muy personal sobre la sociedad que nos rodea, sea en un pasado inmediato (Las niñas, Verano 1933) o en la actualidad.
AUTOFICCIÓN, MARCA DE LA CASA
También en el naturalismo con el que se acercan a sus personajes, los actores no profesionales, la mirada a una sociedad que tratan de entender y contar sin pontificar, una clarísima apuesta por historias protagonizadas por mujeres, y en muchos casos, la autoficción como marca de la casa. En las dos películas de Carla Simón hay mucho de su propia vida (su infancia en Verano 1993, en Alcarràs el trabajo y la comarca de su familia), como en La niñas (Pilar Palomero cuenta que el guion arrancó cuando encontró un cuaderno de apuntes de sus clases de Religión del año 92), pasando por los recuerdos de niña acomodada de Clara Roquet en Libertad o las experiencias amorosas de Liliana Torres en ¿Qué hicimos mal? Queda por ver si la industria permite que estos primeros fogonazos de talento no se queden en óperas primas y se sigue apostando por sus carreras.