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Jaime Lorente y Álvaro Cervantes, protagonistas de «42 segundos»: «Manel Estiarte y Pedro García Aguado nos han dejado ver su lado más íntimo»

FUGAS

Jaime Lorente y Álvaro Cervantes interpretan a los waterpolistas Pedro García Aguado y Manel Estiarte.
Jaime Lorente y Álvaro Cervantes interpretan a los waterpolistas Pedro García Aguado y Manel Estiarte. cedida

Vuelta en cines a la Barcelona del 92, a la historia de la selección de waterpolo que se llevó la plata más amarga

09 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Vivieron a todo gas por saborear la victoria, y fue alto el precio: hubo excesos, adicciones y grandes derrotas personales detrás de la hazaña de la selección española de waterpolo que se llevó la plata tras tres prórrogas contra Italia en Barcelona 92.

Este septiembre, la historia está en cines, la protagonizan Jaime Lorente y Álvaro Cervantes, que han entrenado duro para ponerse en la piel de los deportistas Pedro García Aguado y Manel Estiarte. Ellos les han acompañado en el trabajo de esta película. «Manel y Pedro fueron muy generosos con nosotros. La parte de entregarse, de abrirse, de contarnos... Poder ver cómo lo hacían, cómo recordaban todo aquello que pasaron, cómo les funcionaba la cabeza cuando te hablaban de cosas que les pasaron hace treinta años ha sido un regalo», avanzan Jaime y Álvaro.

­—¿Cómo llegó este reto?

Jaime Lorente. A mí me llegó hace tres años. Lo leí y me enamoré. No conocía la historia, estaba el recuerdo colectivo, pero no sabía bien... La leí y me enamoré.

Álvaro Cervantes. A mí me llegó el guion seis meses antes de empezar el rodaje. Me cautivó la historia y sentí que era un lujo encarnar a Manel Estiarte. Pero te entra el vértigo, por lo que significa... Estuve ese fin de semana meditando... meditando qué iba a suponer decir que sí. Yo tenía una prima que había estado en la selección de waterpolo, pero ese deporte nunca me había llamado. Ha sido un descubrimiento esta selección y, sobre todo, estas personas. Más allá de las gestas de élite, hay una humanidad y un aprendizaje... Hoy hemos estado los cuatro y es impresionante la relación que tienen entre ellos [Estiarte y García Aguado], la hermandad que treinta años después aún perdura.

­—Competir no es vivir. O no lo era, aquella selección lo muestra.

J. L. Depende cómo definas el término competir. Competir no tiene por qué ser machacarte la vida para conseguir algo ni destrozarte ni pensar que no eres lo suficiente. Competir puede tener una connotación positiva.

­—¿Hace falta romperse, vivir el infierno, para madurar, para conocerse?

A. C. Creo que muchas veces el conocimiento personal parte de una crisis. Pero es momento de reivindicar que no hace faltar llegar a tocar fondo.

­—¿Fue un entrenamiento muy duro?

J. L. ¡Cinco meses de duro entrenamiento acuático! En el agua se empezaban a generar los personajes, las dinámicas...

A. C. Y fue entender la importancia de la mente en el deporte. Hay un componente físico, que, si no entrenas, no sale, pero hay que entrenar más la cabeza. Empezamos de cero en un deporte complejo. El día a día era una lucha contra tu cabeza y tu frustración.

­—No se han usado dobles...

A. C. Estaban previstos, pero no.

J. L. Estaban pagados... pero no hizo falta.

—¿Supongo que ahora, tras la peli, veis las piscinas de otra manera?

J. L. Yo desde el chiringuito las veo...

—¿Entonces, fue más duro el entrenamiento mental que el físico?

A. C. Cuando fallaba lo físico, ahí entraba en juego la cabeza.

J. L. Yo pensaba: «Guau, esto no es perder un partido, es rodar una peli... aquí no se pierde.

A. C. Desde lo físico llegas a lo mental, es un camino de ida y vuelta. Y eso nos hizo entender más a los personajes, esa obsesión por llegar. Era el momento más importante de sus vidas, probablemente. Son deportistas que empiezan muy jóvenes, es algo que está ahí desde niños. Cuando se levantan a las cinco de la mañana para ir a entrenar. Y luego a la escuela y luego a volver a entrenar. Son vidas duras, soñando con jugar una final olímpica en casa. La única manera de entenderlos era entrenar dejándonos el alma.

—¿Cómo fue la relación entre vosotros, se pareció a la de Manel y Pedro?

A. C. Fue de esas veces que vuelas con tu compañero, que te fusionas con la suerte de tener unos personajes opuestos, complementarios.

J. L. ¡Nos hemos odiado con mucho amor!

—«No soy un tío muy fuerte», nos dijo Jaime en una entrevista en YES.

J. L. Sí, no me considero ni fuerte ni valiente. Soy un cagón por naturaleza, pero me da igual. Yo a todo le tengo miedo, pero no me bloquea el miedo.

—¿Y Álvaro?

A. C. Yo soy absolutamente vulnerable. Una de las cosas que más admiro de Álvaro es cómo se tira a la piscina...

—¿Se parece la presión de estar en la élite, muy expuesto, en el cine a la del deporte de alto nivel?

J. L. La exposición siempre es complicada. Uno se siente muy vulnerable.

A. C. No puedo imaginar lo que supone competir a ese nivel. La presión que yo me autoimponía era que, cuando vieran la película Pedro y Manel, se emocionaran con su propia historia. Hasta que hablé con Manel no me quedé tranquilo.

—¿Qué es para vosotros el éxito?

J. L. Estar tranquilo.

A.C. Sí. Estar en paz. El éxito tiene que ser interior, el exterior puede convertirte en un preso.

—42 segundos bastan para cambiarnos la vida. ¿Os ha pasado alguna vez?

J. L. Un poquito... no en 42 segundos, pero sí en poco tiempo. Mi hija llegó de una forma rapidísima y lo cambió todo.

—Ahí están Simone Biles o Naomi Osaka, rompiendo el silencio en torno a la enfermedad mental. ¿Sigue siendo tabú?

J. L. Sí, creo que todavía falta un poco de tiempo para que deje de serlo del todo.

—¿Cómo os han ayudado los protagonistas reales de la historia, Manel Estiarte y Pedro García Aguado, a contarla?

A. C. Han sido muy generosos, que se hayan abierto así de par en de par para contarnos su parte más íntima, más vulnerable... Les queremos mucho ya.