Nuria Pérez Paredes, autora de «Gabinete X»: «Fuimos la última generación que creció con la libertad de equivocarse»
![Mila Méndez Otero](https://img.lavdg.com/sc/UIfUNML6ncaTnUA79qVRG_V15jM=/75x75/perfiles/1437586680792/1448401055035_thumb.jpg)
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La viguesa, que conduce uno de los pódcast más escuchados y premiados en castellano, «Gabinete de curiosidades», nos sumerge en un viaje emocional a través de las sensaciones y objetos que marcaron a los nacidos entre 1965 y 1980
13 ene 2023 . Actualizado a las 10:18 h.La británica Gene Deverson fue la primera que habló en un libro de la generación X. Curiosamente, los protagonistas de sus historias eran los bommers y con este calificativo se acabó bautizando a los nacidos justo después, entre 1965 y 1980. Esta es la generación de Nuria Pérez, a la que muchos conocerán por su voz. Es la creadora de uno de los pódcast más escuchados y premiados en nuestro país, Gabinete de curiosidades. Su maestría para hilar historias y enganchar a los oyentes la traslada a la escritura con Gabinete X (GeoPlaneta). Un viaje emocional a través de los recuerdos en un libro que no quiere renunciar a la innovación en su estructura. «Es muy difícil pedirle hoy a una persona que se siente y lea 400 páginas seguidas», afirma Nuria Pérez, cuya trayectoria previa fue en el mundo de la publicidad.
—¿Morriña del pasado?
—No quisiera ser nostálgica. Las generaciones que han venido después nos dan mil vueltas en valores, cuestiones de igualdad... No creo que ninguna generación sea mejor que otra. Lo que quería es dejar un legado de dónde venimos para que entiendan de dónde salen nuestras carencias.
—Dice que fueron «la última generación que tuvo una infancia lenta, pringosa, libre y divertida».
—Nos dejaban jugar en la calle hasta la hora de cenar. Con los boomers, fuimos la última generación que crecimos con la libertad de saber que los errores se olvidaban y las discusiones se aparcaban, no se agrandaban en un grupo de WhastApp. La generación millennial [1981-1996] ya creció con internet dispuesto a inmortalizar los errores. Nosotros fuimos libres para equivocarnos, no quedaba constancia. Veo esa ropa en los videoclips, esos peinados horribles que intentábamos imitar con resultados espantosos. Ahora, mis hijas tienen muchísimo miedo a experimentar. Viven en una tensión constante por el qué dirán, me aprobarán, gustaré... Se lo hemos robado. Si se dice que el vídeo mató a la radio en esa canción famosa, las redes sociales mataron la experimentación. Ahora hay un control exhaustivo, quieras o no, no tienes por qué estar espiando a tus hijos, pero aparecen en tus redes, en la información online. Cuantas más herramientas, más control podemos tener.
—¿Por qué eran más «comunitarios»?
—Había momentos de comunión general. Estabas viendo un episodio una noche y sabías que tus amigos hacían lo mismo. Era muy bonito al día siguiente comentarlo, sin miedo a spoilers. Eso generaba un vínculo entre nosotros.
—Los 80 están de moda, solo hay que ver el éxito de «Stranger Things».
—Los hermanos Duffer nos han puesto en el mapa con la serie, ahí fueron muy inteligentes. Vieron un vehículo de expansión del nicho del mercado. Empezamos más los padres a verla y acabaron siguiéndola familias enteras. Mi intención con el libro es que, al menos, genere conversaciones interesantes. Hace 20 años pasó lo mismo con los 60 y 70. Supongo que en unos años le tocará a los 2000. Es cierto que hay un montón de información, y así es más fácil. Eso no lo teníamos con nuestros padres, había una o dos fotografías en el álbum familiar. Nunca vi imágenes de mis abuelos bailando, cambiándose para salir, cosas que nuestros hijos sí tienen. No puedes imitar lo que no ves.
—En el prefacio advierte que se marchó joven de Vigo y que es posible que se haya perdido muchas series, canciones... que marcaron a la generación X aquí. Por eso, recurre a las sensaciones.
—Las emociones nos acercan al otro y son universales. El otro día escuchaba a Bruce Springsteen decir que se daba cuenta de cuándo sus canciones emocionaban porque el primero en emocionarse era él. Creo que debemos escribir de lo que sabemos y, sobre todo, de lo que llevamos dentro. Es imposible emocionar si no te emocionas tú escribiendo.
—En el libro, y en sus pódcast, hay una constante: los hilos sorprendentes que unen a los protagonistas de sus historias.
—Creo que nos unen a todos muchísimas cosas y es un tema que me obsesiona, porque me obsesiona la polarización que hay a nivel sociológico, el blanco y el negro que imperan, el radicalismo y la poca intención de acercarse a las posturas del otro, por lo menos, de escucharlas. Quiero que con mi trabajo se entienda que, si indagas mínimamente, encuentras hilos comunes. Tu idea y la mía pueden no ser las mismas, pero las dos lloramos y reímos. Ahí hay una conexión. Es muy difícil cambiar convicciones que tenemos sedimentadas desde un punto de vista racional.
—¿El pódcast vive una época dorada?
—Es un momento muy feliz en el mercado español y, si miramos a otros países que nos llevan años de ventaja, vemos que no va a terminar, todos vamos por la calle con los auriculares. Como ha pasado en Estados Unidos, creo que van a aparecer más sellos independientes. Ahora mismo, el juego está en manos de unos pocos players y eso nunca es bueno.