«Intimidades», entre los diez mejores libros del 2021 según «The New York Times»: el metaverso va por dentro
FUGAS
La cuarta novela de Katie Kitamura es una especie de álbum de fotografías maestras de lo que son la identidad y las relaciones en el más civilizado y confortable de los mundos
17 jun 2023 . Actualizado a las 09:24 h.¿Quién es esta mujer, qué le pasa, qué siente, qué es lo que le pesa en realidad, el pasado en Nueva York o mudarse a La Haya? ¿Son la misma la intérprete que acepta de manera impulsiva un contrato de trabajo por un año en el tribunal internacional, la amante, la amiga que toma la voz en Intimidades?
Hay un metaverso interior, posmoderno, muy real, reconocible, de intimidades que confluyen en esta cuarta novela de Katie Kitamura, elegida entre los diez mejores libros del año por The New York Times (y uno de los de la lista de verano del 2021 de Obama). En sus páginas lo banal es poético, la conjetura pesa más que la certeza. La incertidumbre es lo tangible en Kitamura, esa segunda vida que de pronto emerge y predomina.
El puzle de los acontecimientos, intensamente personales, se va completando pieza a pieza. Que la autora pasó su infancia y juventud entre Japón y Estados Unidos se nota en el estilo, en su tumbar sobre el tatami los rascacielos del progreso (entendido como productividad), en su disección de las relaciones líquidas, confusas, de la higiénica confortabilidad de nuestro tiempo, de un mundo donde parece que tenemos capacidad de elegir sobre todo, pero no una identidad, un lazo firme, una evidencia fija en el tiempo. Todo es provisional.
Con Una separación, Kitamura hizo suspense ahondando en la infidelidad, en la lucha entre el apego y la necesidad de soltar y dejar ir cuando una pareja se rompe. En Intimidades, la soledad es un piso demasiado grande, «diseñado para ser impersonal». El vacío de ese hogar enorme para una persona es un espejo del interior de la protagonista, que se va dibujando sobre el relato en relación con los personajes. Por un amigo, conoce a Jana, conservadora (o «ama de llaves») de una galería de arte. Con ella sale a cenar, hablan de relaciones, de trabajo, de pinturas, de hipotecas, desovillando las palabras copa a copa de vino. Adriaan, la razón por la que la narradora quiere quedarse en La Haya, se va a Lisboa a visitar a su ex para acabar de tramitar el divorcio, pero le pide que en su ausencia se quede en su piso. Luego ni contesta a sus llamadas. Lo natural es lo extraño. Eline y Anton afilan el suspense, como el engominado Kees, pero no sabemos hasta qué punto nos distraen y serán o no cabos sueltos en la historia.
El juicio a un magnético ex jefe de Estado acusado de atrocidades es el centro sobre el que gira Intimidades. ¿Ese individuo tiene algo que ver con su intérprete, con nosotros, cuál es la cara sutil y encubierta de la atrocidad?
Hay guerras que no queremos ver y hay crímenes que nunca se juzgan, quiere decirnos Kitamura. Hay ciudades y personas que parecen de mentira. Y se hacen verdad en la literatura. La de Kitamura es un mar que surge por sorpresa. Siempre estuvo ahí ese mar, pero habíamos dejado de verlo.