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Adiós a la maravillosa señora Maisel: a partir de ahora las mujeres decimos «¡tetas arriba!»

FUGAS

Midge Maisel (Rachel Brosnahan) en el último capítulo de la serie.
Midge Maisel (Rachel Brosnahan) en el último capítulo de la serie. Amazon Prime Video

La serie que persigue el gran sueño de Midge de convertirse en cómica en los años 60 llega a su fin. Pero la estela de la inimitable señora Maisel, permanece

01 jun 2023 . Actualizado a las 20:08 h.

Duele tanto la última página de un buen libro como el final de una serie. Más si los pilares que sustentan la obra son tan férreos, divertidos y brillantes como los que durante cinco temporadas han soportado el peso de La Maravillosa Sra. Maisel (Amazon Prime Video), la serie que habla de Midge y de mucho más que ella. 

La historia comienza cuando Miriam Maisel —más conocida como Midge e interpretada por Rachel Brosnahan— descubre que su marido la está engañando con su secretaria. Midge, que hasta entonces solo había jugado el papel de perfecta esposa judía, se hunde en un bucle de depresión y alcohol que acaba explotando ante el micrófono de un escenario en forma de divertidísimo, ácido y mordaz monólogo. A partir de ahí, todo es historia. Una historia que firma la brillante Amy Sherman-Palladino, creadora también de Las chicas Gilmore, y que puso su punto y final el viernes pasado.

En el último episodio de la serie, Midge hace memoria y nos transporta a aquel primer capítulo en el que su vida se vino abajo y ella se vino arriba. «De pronto, estaba soltera. No me educaron para la soltería, no sabía que hacer. Así que bebí mi propio peso en vino, subí a trompicones a un escenario, cogí el micrófono y, en ese momento, todo cambió. Descubrí lo que era que la gente me escuchara. Bueno, los hombres no, pero sí el resto de la gente...».

Para los que deciden escuchar, esta serie que ya es historia.

Oda a la amistad

He de reconocerlo: solo tras haber acabado la serie he sido capaz de ver que toda esta historia es en realidad un homenaje a hurtadillas a la amistad entre dos mujeres. El hilo es seguir a Midge en su camino por ganarle el pulso a la industria del entretenimiento que se desvive por empequeñecerla, sí. Pero si uno afina el ojo, verá que la relación entre Maisel y Susie Myerson (Alex Borstein), su agente, lo vertebra todo. La propia Rachel Brosnahan contaba en una entrevista que la relación entre ambas era para ella «una historia de amor [...] el romance central de la serie».

La historia de Midge comienza con su divorcio, pero la sra. Maisel —su nombre artístico— nace en realidad en el Gaslight, el pub de Manhattan donde, destrozada por su ruptura, se sube por primera vez a un escenario —todo hay que decirlo: sin que nadie la invite—. Es ahí cuando Susie, trabajadora del local, ve en ella lo que nadie más había visto antes: la estrella en la que se puede llegar a convertir. Vaya, amor a primera vista. Todo un flechazo.

A lo largo de esta última temporada, llena de saltos temporales que nos dejan ver cómo luce el futuro de estas dos mujeres, vemos cómo a Midge le fue bien en los escenarios, pero pinchó en eso del amor. Tras su exmarido, Joel (Michael Zegen), llegaron otros muchos que se fueron en poco más de lo que dura un monólogo. Susie, sin embargo, permanece. Ambas riñen, se abrazan, discuten, se enorgullecen la una de la otra, se salvan el cuello una a la otra. Sus idas y venidas no distan de las de cualquier matrimonio que resista el paso de los años.

El broche de oro lo pone el final de la serie que —pequeño spoiler— viaja al futuro para regalarnos a dos amigas del show business ya en su fase de viejas glorias, pero unidas todavía por el humor que las hizo grandes.

Reclamar el espacio

«Un foco te espera en el centro del escenario, solo tienes que dar el paso y reclamarlo», le dijo un día Lenny Bruce (interpretado por Luke Farrell Kirby), amigo y cómico de éxito, a una todavía incipiente sra. Maisel.

Reclamar el espacio era algo impropio de las mujeres en los años 60, que habían sido educadas para casarse, ser amas de casa y cuidar de sus hijos. Para ser dependientes y pequeñitas. Para levantarse media hora antes que sus maridos y lucir estupendas desde las siete de la mañana. Midge, que sí abraza la tiranía de la elegancia, estaba dispuesta a romper el resto de reglas.

Su madre, Rose (Marin Hinkle), y su padre Abe (Tony Shalhoub) son la viva imagen de esos valores que la cómica intenta dinamitar. Las riñas entre Midge y Rose, siempre hilarantes, son el reflejo de un cambio generacional que estaba despertando las conciencias femeninas de la época y que pone contra las cuerdas las expectativas familiares y también los roles sociales.

Sobre todo en un mundo como el de la comedia, en el que solo se esperaba ingenio si era masculino y nadie iba a abrirle las puertas a una mujer. Las puertas había que tirarlas abajo. Por eso —gran spoiler— en el último capítulo de la serie el monólogo final no es planeado; es robado. Vuelve a subirse a un escenario al que no ha sido invitada. Vuelve a robar un protagonismo que no era suyo para reclamar un lugar que sí lo era. Y en ese momento afirma: «Dicen que la ambición es un rasgo poco atractivo en las mujeres. Tal vez. Pero ¿saben que es realmente poco atractivo? Esperar a que algo pase».

Esa bocanada de aliento, toda una lección de valentía, viene a resumirse en la frase que Susie le dice siempre antes de cada actuación. Nada de «mucha suerte» o «rómpete una pierna». Las mujeres decimos «tetas arriba».