
Los madrileños estarán en septiembre en el Recorda Fest de A Coruña junto a Taburete, Iván Ferreiro, Mägo de Oz, Dorian y Marlon
14 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Difícilmente, se podía encontrar hace apenas una década un festival en donde un grupo como Pignoise compartiese cartel con bandas como Miss Caffeina o Dorian, tal y como ocurrirá en el Recorda Fest (A Coruña, 8 y 9 de septiembre, abonos a 55 euros y entradas de día a 35 euros). «Antes era todo más sectario. En un festival de indie no estaba ninguna otra banda que no fuera del estilo. Lo latino, lo mismo. El rock, igual. Ahora se están rompiendo las barreras y eso me parece fantástico. Ganamos todos, artistas y público», señala Álvaro de Benito, líder de la banda.
—Pignoise tuvo un éxito tremendo en el arranque de siglo. Luego lo dejaron y volvieron por sorpresa. ¿Por qué?
—Nos separamos porque yo me puse a entrenar y estuve casi siete años en el fútbol. Eso era incompatible con el grupo. Cuando lo dejé, volvimos y ha salido todo genial, superando nuestras expectativas.
—¿Pignoise es un grupo que está condenado a sonar siempre a Pignoise?
—En su momento encontramos un sonido que nos definió y, al final, somos un poco esclavos de eso. Nosotros tenemos que hacer discos de Pignoise, no de otra cosa. Y en eso estamos. Junto a Año cero, el último disco es del que estoy más orgulloso.
—Ese retorno de Pignoise suena a donde lo habían dejado: guitarras, punk-rock californiano de los 90, estribillos adhesivos. ¿Es ese el hilo del que tirar?
—Yo creo que fue el hilo de la gestación. Tenía 20 años cuando empezó el proyecto. Los tres estábamos en un momento en que escuchábamos mucha música de ese estilo. A nivel técnico, es fácil llegar a manejar este tipo de sonido. No es como si, de entrada, quisiéramos sonar como Soundgarden. Pero yo creo que el último disco ya va por otro lado. Están las guitarras, sí. Pero yo creo que las estructuras, las melodías y las armonías van por otro lado.
—Más allá de Green Day, lo que sí que parece es que Pignoise es una cadena dentro del pop español que podía conectar El Canto del Loco con La La Love You, por ejemplo. ¿Se ven ahí?
—Por supuesto. Pero te das cuenta de que todo depende del lugar en el que te pongan. Pignoise no tenía el sonido ni era el tipo de banda para sonar en una radiofórmula. De hecho, nos decían al principio que jamás sonaríamos en una. Y si hubiéramos nacido ahora, estaríamos claramente en el circuito alternativo de festivales. Lo que pasa es que, al convertirnos en mainstream y sonar en radiofórmulas, nos asociaron más a bandas de pop-rock, como El Canto del Loco o Pereza, que al circuito alternativo, con el que podemos tener más afinidad. Estamos más cerca de Airbag, por ejemplo. Pero en ese circuito nunca llegamos a entrar. Al final todo esto es una tontería. Yo tengo 47 años y estas cosas me la soplan bastante. La música tiene que servir para unir y no para desunir.
—¿Y eso es algo que ocurre con el tiempo?
—Es algo sano. Te abre la cabeza y los oídos. La música es una forma de expresión, sea cual sea el estilo. Yo, cuando tenía 20 años, era igual de gilipollas. Lo que fuera que a mí me gustase hacía que viese a otros como unos vendidos. Luego, cuando comprendes cómo funciona la industria y conoces a artistas de todo tipo de estilos, ves cómo la gente se lo curra para vivir de eso, que es muy difícil. No puedes menospreciar a cualquiera, porque no haga lo que a ti te gusta. Es totalmente ridículo.
—Su éxito fue totalmente efervescente, casi de un día para otro. ¿Qué pasó?
—Tuvimos muchísima suerte. Una persona de Globomedia nos vio tocar de teloneros de un grupo. Nos propuso hacer lo de la serie de Los hombres de Paco. Al principio el domingo, porque competía con Aida. Cuando hicieron unas encuestas para el rediseño, salió que lo mejor era la música. Entonces, dijeron que iban a poner más canciones cuando volviera. La pusieron el miércoles, empezó a funcionar y la música gustó. Una vez que fuimos disco de oro, se nos abrieron las puertas de la radio. Empezamos a dar conciertos sin parar y vimos cómo la cosa crecía y crecía. Fue todo muy rápido, como dices. Pero yo creo que, sin lugar a dudas, nosotros estábamos predestinados a ser un grupo minoritario.
—¿En los primeros meses a quién se querían parecer en el local de ensayo?
—Green Day era una banda totalmente referencial. También, Blink 182. Pero al españolizarlo, todo suena diferente. Era un intento de parecernos, porque sonar como ellos era imposible. Sus discos son demoledores. Eran puntos de partida, pero luego vas encontrando tu camino.
—En su primera etapa, el pop-rock español de guitarras era lo predominante. En su retorno, no. Ahora triunfan otros sonidos. ¿Cómo se ven en este ecosistema?
—Nosotros no formamos parte del ecosistema ya. Llevamos 12 años sin discográficas y funcionando de manera autónoma, haciendo nuestras salas y festivales. No tenemos que competir contra nada ni contra nadie. Tenemos un público que se ha quedado con nuestras canciones y vemos que nos hemos saltado también una generación. Hay chavales de 20 años que se saben todas las canciones. Es algo flipante. Por otra parte, yo sigo escuchando bandas nuevas, aunque la verdad es que lo latino no es lo mío, pero si es tan masivo algo tendrá. Yo crecí en otra época. Escucho otra música, pero respeto profundamente todos los estilos.