Mariola Cubells: «¿Que somos invisibles las mujeres a partir de los 50?, ¿invisibles en qué y para qué?»

FUGAS

La escritora y periodista enfila los 60 con «Mejor que nunca», espejo rebelde y trenza de referentes sobre mujeres felices que no tienen caldo en la nevera

16 dic 2023 . Actualizado a las 17:12 h.

Mejor que nunca se siente Mariola Cubells (Valencia, 1967), que un mes después de cumplir los 50 se vio «mayor en el espejo del ascensor». «Había pensado en ese momento a lo largo de los años, pero me vino más nítidamente cuando recibí el encargo de este libro y me puse a reflexionar y escribir», cuenta la periodista, autora de ¡Mírame, tonto! (Robinbook, 2003).

La voz de Mejor que nunca es la suya, y es la de una generación que desobedece a las anteriores. Una generación de mujeres a las, si preguntaban qué querían ser, pensaban: «Lo que no es mamá». La primera generación que se pensó soltera, que fue a la Universidad de forma mayoritaria, que pudo divorciarse o elegir sexo sin ataduras o una vida de abstinencia sin necesidad de ir al convento. Ni chicas yeyé ni mamás con caldo en la nevera, fueron las primeras en seguir a Carme Valls, Deborah Levy, Despentes, Erika Flahault, Grace Paley o Liz Tigelaar.

«En el libro, hay un mosaico ecléctico de lo que nos ocupa, de eso que somos. Hay muy buena literatura ensayística sobre la reivindicación, pero yo quería tener otra mirada. A las mujeres de mi generación hay muchas cosas que nos unen. Hemos sido las primeras en hacer muchas cosas interesantes», defiende Cubells.

—«Las primeras en no querer ser nuestras madres». Gran osadía, qué reto.

—Es una frase que se repite a lo largo del libro en diferentes voces, en la mía propia y en la de muchas mujeres con las que he hablado. Ese mantra refleja lo que hicimos: rechazar un modelo que a nuestras madres no las dejó tener prácticamente vida propia. Nosotras tuvimos clarísimo eso cuando llegamos a la edad adulta: lo que no quiero es la vida de mamá.

­—Alivia, pero manifestarlo parece un pecado, ¿aún nos cuesta decir que queremos una vida diferente?

—Es algo que cuesta verbalizar. Yo siempre que lo digo, me siento en la necesidad de matizar: 'Por mucho que queramos a nuestras madres, por más que les agradezcamos su entrega, no queremos su vida'. Pero es una frase importantísima, una declaración de intenciones. Nuestras madres se educaron en el tardofranquismo, no vivieron más allá de sus hijos.

—¿En qué habéis sido las de 50 a 60 pioneras, «las primeras que...»?

—En cosas revolucionarias: decidir si quieres ser madre o no, llegar a la edad fértil con aborto legal. Pudimos casarnos sabiendo que podríamos divorciarnos, acudimos masivamente a la Universidad, fuimos mujeres independientes y profesionales de manera masiva. Esto cambió la sociedad, la forma de mirar las familias por dentro y de organizar el mundo. Y los niños que se educaron con nosotras tuvieron otro ejemplo. Yo miraba a mi madre y decía: «No quiero la vida de mi madre», pero seguro que mi hija me mira mi vida y sí quiere mi vida. Porque yo he tenido la vida que he querido.

—Frente a «El Club de las primeras esposas» reivindicas «Little Fires Everywhere», a las Carla Simón, a las Pilar Palomero, a las Coixet. Ellas nos hacen visibles como sujeto, no como objeto. Hay quien dice que las mujeres se vuelven invisibles a partir de los 50. Te devuelvo tu pregunta: ¿invisibles en qué y para quién?

—Hay algo que nos han metido en la cabeza de manera sutil. Se habla de esa invisibilidad siempre desde el punto de vista sexual, ¿no? Y desde un prisma masculino. Somos el objeto de deseo de los hombres toda la vida y llega un momento en que no, y se nos cataloga como invisibles. No, no, perdona. No quiero ser el objeto de deseo ni a los 20 ni a los 50. Descartemos esa teoría de la invisibilidad. Esto se combate con la actitud.

—Pero esa mirada del hombre se impone, su deseo tiene poder...

—No hay que darles tregua. «Me da igual que no me veas, eres irrelevante». A ese hay que decirle: «Cállate, Paco».

—¿Por qué hoy muchas que le adoramos huimos de Sabina?

—Porque, si lo repasas, dices: «¿Cómo, pero bueno, esto qué es?». El malote.

—¿Los hombres españoles se han puesto al día o se resisten?

—Hay un grupo que no, pero sí han emitido su desconcierto y escuchan lo que el mundo les está diciendo. A los hombres de mi generación no les quedó otra, se han puesto al día como a la fuerza.