¿Por qué Taylor Swift es el personaje del año que se va?

FUGAS

MARIO ANZUONI

La estrella más fulgurante del pop brilló con especial intensidad en este 2023 en el que batió todos los récords. Aitana y Fillas de Casandra también dieron la campanada

29 dic 2023 . Actualizado a las 11:40 h.

Aunque a una buena parte de la crítica le cueste todavía darle la importancia que tiene —o solo se la ha dado en los dos discos de estética indie-folk lanzados en la pandemia, Folklore y Evermore—, Taylor Swift es seguramente la artista más relevante del pop actual. En este 2023 ha quedado de manifiesto. Tanto que la revista Time viene de colocarla en portada como personaje del año. Se trata de algo que ocurre por primera vez en la historia con una figura del mundo del espectáculo. Hablamos del espacio que otrora tuvieron los diferentes presidentes de los Estados Unidos, el papa Juan XXIII, la reina Isabel II o en el año precedente Volodímir Zelenski. Considera la cabecera norteamericana que Taylor Swift «encontró una manera de trascender fronteras y ser una fuente de luz». También que validó «los sueños, sentimientos y experiencias de las personas, especialmente de las mujeres, que se sentían ignoradas y regularmente subestimadas».

Toda esa florida literatura podría deberse a un intento de conectar con los tiempos de la revista. Pero de lo que no cabe duda es que con Taylor Swift llevan un tiempo ocurriendo cosas totalmente extraordinarias que se escapan incluso a las más rutilantes estrellas. En octubre The Washington Post señaló que la gira The Eras Tour —actualmente en marcha— se convertirá «en los conciertos más lucrativos en la historia de Estados Unidos». Se calculaba que la artista ganaría hasta 4.100 millones de dólares y que el tour generaría un impacto, «un impulso de 5.700 millones para la economía del país». Resulta casi tan frecuente ver a Taylor Swift en las páginas de economía como en las de cultura.

En estas últimas se suceden los escritos deslumbrados de esa gira que en España solo se ha podido ver en cines. Otra pirueta singular: llevar a las salas de proyección de todo el mundo las imágenes de un tour en curso. El resultado ha sido arrollador. En noviembre ya era el filme de un concierto más taquillero de todos los tiempos, al recaudar 100 millones de dólares solo en ventas anticipadas. Las sesiones se convertían en pequeñas actuaciones y las imágenes que se viralizaron en las redes sociales certificaban un fenómeno fuera de lo común. Lo mismo que ocurría con los vídeos de los miles de fans sin entrada que, aun así, se reunían en el exterior de los recintos en los que ofrecía sus conciertos. Todo ello, por supuesto, contando con lo que pasaba dentro, en ese show que se podrá ver en mayo en Madrid y cuyas entradas se agotaron en lo que dura un suspiro.

¿Qué ocurre dentro? Pues esa magia que trasciende como un rayo de luz a toda la ensalada de cifras, récords, análisis y frías valoraciones. Son esas chicas que se filman cantando el estribillo de Cruel Summer. Como si en eso de «Lloré como un bebé al llegar a casa del bar / Dije que estoy bien, pero no era cierto / No quiero guardar secretos solo para poder tenerte» descanse la historia de su vida, sus zozobras sentimentales y sus ganas de exorcizarlas a voz en grito con miles de compañeras de pasión más. Son las llamadas switfies, un ejército de fans entregadas que, en la actualidad, no tienen parangón. Sus ya famosas pulseras de la amistad, su modo de arropar en redes sociales cualquier movimiento de la artista, su manera de coordinar acciones concretas en los conciertos es objeto de estudio. Y permite a la artista caminar segura por esa pasarela musical en la que tantas zancadillas tuvo que sortear en el pasado.

Desde la intromisión de la prensa rosa en su vida al acoso recibido por Kanye West, pasando por sus conflictos con la industria musical. En este último sentido, este año ha tenido lugar una conjunción mágica. Taylor Swift lleva dos años regrabando sus antiguos discos. Big Machine Records, su antigua compañía, vendió los másteres a Ithaca Holdings, sin previa autorización en el 2016. Esto suponía que, pese a que las canciones eran suyas, no lo eran así las grabaciones, lo que le hacía perder el control sobre ellas y su destino. La solución que encontró Swift es volver al estudio y hacer nuevas versiones. Un movimiento inédito y aparatoso en la industria musical que despertaba gran incertidumbre. Finalmente, se ha convertido en una jugada maestra. Aupada por esa acérrima masa de fans (haciendo clics para cambiar los algoritmos de las plataformas) las nuevas versiones ya tapan a las antiguas. A finales de este verano salía el 1989 (Taylor's Versión). En noviembre los letreros luminosos de Times Square en Nueva York anunciaban la nueva marca: ese disco era el más escuchado en un solo día de la historia de Spotify.

SARAH YENESEL | EFE

Pero, una vez más, la música se hace sitio entre los números e hitos. Temazos como Welcome To New York, Blank Space, Style y Wildest Dreams, pertenecientes a ese disco del 2014 y totalmente revalorizados con el tiempo, agitan corazones con sus melodías, pinchan en la fibra con sus inflexiones vocales y logran esa cosa maravillosa que tiene el buen pop. Sonar ligero, fácil y fluido, convirtiendo la vida de quien lo escucha en algo excitante y con una suerte de poder especial, difícil de explicar en palabras. Si acaso son las swifties las que tienen la clave de todo ello.

Aitana y Fillas de Cassandra

Si Taylor Swift ha sido la figura musical pop del año, mirando a España el gran fenómeno del año habría que encontrarlo en Aitana. Si antes se indicaba que la crítica mantenía distancias con Taylor Swift, con Aitana resulta raro dar con alguna firma de renombre que la elogie. No es algo habitual en un hábitat como el suyo —el de la diva dance-pop con público juvenil, incluso infantil, y el estigma de tener su origen en OT—, pero lo cierto es que desde el lanzamiento del single Formentera en la primavera del 2022 su carrera evoluciona de manera notable, próximo a lo que fue Kylie Minogue en el arranque de siglo o Dua Lipa en la actualidad.

Ricardo Rubio | EUROPAPRESS

En Galicia hemos podido ver la locura que hay a su alrededor cuando actuó ante 40.000 personas en O Son do Camiño. Ocurrió en junio, antes de lanzar Alpha, el disco y la gira que lo está rompiendo todo. ¿Última pirueta? Despachar en hora y media 65.000 entradas para el concierto que dará en el Santiago Bernabéu en diciembre del 2024. ¿Penúltima? Agotar las existencias de la muñeca Nancy que la reproduce. Pero, como siempre, ahí están las canciones. Temazos, como Los ángeles, AQYNE, Dararí o En el coche, meneándolo todo en las habitaciones de miles de personas.

El otro vértice de ese triángulo de la música del 2023 nos trae a Galicia. Aquí hubo un nombre que estuvo en todas partes. Ha sido el año de Fillas de Cassandra, un singular proyecto que en marzo presentaban Acrópole. María Pérez y Sara Faro se sorprendían entonces de llenar una sala como Capitol en Santiago con una propuesta como la suya —tradición desde la modernidad, discurso feminista, referencias a la mitología griega—, pero aquello solo era el principio de unos meses de ensueño en los que el dúo actuó en todo tipo de festivales, lanzó singles que juegan con el reguetón, dejó frases para imprimir en camisetas como manifiesto de vida («o perreo ata abaixo, pero a autoestima no ceo») y, sobre todo, dibujó un presente con muchísimo futuro.

MONICA IRAGO

Hace dos semanas estrenaron un tema con Tanxugueiras en A Coruña delante de 8.500 espectadores en el Coliseum. No se las veía incómodas ni superadas por la inmensidad. Para nada.