Las nuevas entregas y reedición de antiguas de las aventuras del Capitán Torrezno permiten advertir la magnitud de Santiago Valenzuela
19 ene 2024 . Actualizado a las 21:54 h.Sin temor a la exageración, las aventuras del Capitán Torrezno son la mayor saga realizada nunca en cómic en español. Basta poner por escrito que la decena larga de tomos publicados desde hace veinte años por Santiago Valenzuela ocupa unas 1.500 páginas, y multiplique el lector cada una por entre cuatro y seis viñetas a mano y se dará cuenta del trabajo que hay detrás. Torrezno es ya una marca consolidada en el noveno arte que ha ido danzando desde una primera edición independiente para seguir luego en un par de sellos más y acabar ahora en Astiberri que ha iniciado un ambicioso programa para reeditar todo el material conocido desde el 2001 y seguir con otro inédito. Este mismo viernes llega a las librerías la reedición del tercer y cuarto álbum, concentrado en uno solo. Antes, a finales del 2023, lo hicieron con los dos primeros y lanzaron el número once, Anamnesis. Si nada se tuerce, estará todo reeditado en mayo del 2025. Lo que no quiere decir que estas aventuras acaben entonces, porque esta serie parece interminable.
Y ahí está, precisamente, la clave del éxito de Torrezno: no sabemos cuándo acabará. Y en realidad, tampoco cuándo empezó. Esto puede desesperar. Hay que tener paciencia para meterse en una obra densa, caótica en muchos momentos, febril en la sucesión de acontecimientos, e incoherente en varios pasajes. Lo normal es preguntarse recurrentemente «¿qué está pasando aquí?», al paso de ciertas páginas. Lo más importante es saber que la serie se tiene que seguir de forma cronológica y que, pese a ello, hay muchísimas cosas inexplicables. Desde su primera página. Horizontes lejanos —que es como se titula el primer volumen— arranca con un tipo, el propio señor Torrezno (el nombre de por sí ya es una genialidad conociendo luego al personaje), un cuñado tirado en una especie de desierto sin saber cómo ha acabado allí. Se verá envuelto en una extraña batalla entre dos facciones que recuerdan a Mad Max, pero con una peculiaridad: todo parece montado a escala diminuta. Torrezno está empotrado en un micromundo en el que se venera el DNI gigantesco de un José Hilario Viñeiredo —que el apellido sea gallego no es casual, el padre de Santiago Valenzuela es de Ourense—, aparecen billetes de cien pesetas de esos de Manuel de Falla, y los soldados van subidos a moscas y otros insectos. Un delirio creativo que por momentos evoca a la Guerra de las galaxias, El señor de los anillos o el realismo mágico latinoamericano. Es un despliegue apabullante que exige compromiso al lector, que no debe esperar explicaciones inmediatas porque llegarán más tarde... o incluso no lo harán.
El tebeo es un imán cuando se tienen claras estas claves y uno evita dejarse abrumar por todo lo que contiene. Es difícil encontrar un producto tan genuino estirado durante tanto tiempo sin que se caiga en lugares pasados o se pierda agilidad narrativa. Santiago Valenzuela lo consigue por varias vías. La primera, el protagonista, un borrachín de taberna, de tugurio, que acaba convertido en una especie en salvador en un mundo que ni entiende, ni comparte, pero que asume. La segunda, una serie de secundarios estupendos, empezando por el creador de ese micromundo que se va descubriendo con el paso de los álbumes. Tercero, por la dosificación del sarcasmo y unos puntos de humor ácido en momentos de tensión que ayudan a cambiar el ritmo; el propio lenguaje que utiliza Torrezno —«pero ¿adónde me llevas carahuevo?» «tengo una curda impresionante»— choca tanto con el lugar en el que ha caído que resulta una analogía maravillosa. Y la cuarta vía es un proceso narrativo denso que no desfallece desde su nacimiento hace más de veinte años; releído hoy, parece todo igual de fresco.
Estilísticamente, desde el primer álbum hasta el último, Valenzuela ha mantenido el pulso con un dibujo detallista hasta el extremo: castillos, campamentos, material de oficina o muebles a diferente escala... Al final, ha levantado un micromundo desde la nada. Todo esto conforma una saga de aventuras, pero a la vez un tratado subterráneo sobre la construcción de un héroe, el nacimiento de las religiones y las debilidades humanas. Con un tipejo al frente, sí, pero se desliza todo esto. Y por eso la recuperación integral de Torrezno es una oportunidad extraordinaria para entrar en un trabajo diferente, exigente, sí, y también difícil de explicar, pero sumamente satisfactorio al que dejarse arrastrar.