La escritora caribeña vuelve a las librerías para hablar del desarraigo, la soledad y el arte como salvavidas. Perfecto resumen de su carrera en las letras
16 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Con la llegada de un nuevo enero, muchos cogemos con ganas las posibilidades de empezar de cero. Un propósito, una ilusión, una cuenta pendiente que, de esta vez, seguro que va. Pero la editorial salmantina Impedimenta tiene claro que sus principios de año se basan en cumplir una única misión: rescatar y traducir al castellano un nuevo título de Maryse Condé (Guadalupe, 1937). Y ya van seis.
Puede que la decisión de abrir cada año el catálogo con Maryse tenga algún motivo de peso detrás. Pero, sea casualidad o estrategia editorial, lo cierto es que los inviernos le sientan bien a la literatura de Condé. Sus letras son frías, no hay mucha luz en las historias que nos cuenta y es fácil enfangarse en el humedal de malas decisiones en el que caen sin remedio muchos de sus personajes. Incluida ella misma, que en sus memorias Corazón que ríe, corazón que llora (publicado en castellano en el 2019) y la segunda parte, La vida sin maquillaje (2020), nos desvela su mayor error vital: creer que tus raíces las marca el lugar donde naces.
Mujeres en el exilio
El desarraigo es la piedra angular de toda su obra. Los protagonistas de su ficción (siendo honestos, casi todas mujeres antillanas como ella) sienten en sus carnes ese «no sé de dónde vengo ni a dónde voy» que les hace experimentar una profunda soledad y les empuja a estar en continua búsqueda de un hogar. Pero su casa no está en ningún sitio porque en ningún país son bienvenidas. Estas mujeres viajan desde el Caribe a Europa, Norteamérica o África donde acaban sintiéndose apartadas de la vida de los blancos y fuera de las comunidades negras. Nunca son suficiente para nadie.
En realidad, todas pasan por el mismo viaje emocional porque, como le sucedió a Condé en su día, estas nómadas confían en que acabarán encontrando un lugar lejos del racismo estructural en el que viven. Un lugar que, a día de hoy, no existe.
Y aunque en apariencia sean tremendamente individualistas, cuando el lector empieza a conocerlas y a entender sus intenciones, se da cuenta de que todas ellas anhelan pertenecer a algo. A veces a alguien (aunque, a todas luces, eso no sea una buena idea). En Yo, Tituba, la bruja negra de Salem (2022 en castellano) es el deseo de encontrar algo parecido al amor lo que empuja a Tituba a dejar atrás su país. Y esa acabará siendo su condena cuando viva la crueldad y la violencia del esclavismo en sus carnes.
La historia de Tituba, sumada a una larga y prolífica carrera literaria, le valió a Condé el Premio Nobel Alternativo de las letras en el 2018.
¿Quién es La mujer caníbal?
Para seguir completando esa colección de la autora guadalupeña más internacional, Impedimenta ha decidido rescatar este año Historia de la mujer caníbal, una obra publicada originalmente en el 2003. Está claro que el canibalismo es un tema delicado desde que La sociedad de la nieve ha vuelto a poner sobre la mesa esto de la antropofagia. Pero no se preocupen. Nadie se come a nadie en esta historia.
De hecho, al principio parece que es Rosélie, la protagonista, la que está siendo devorada por la situación. Su marido ha sido asesinado en plena calle una noche que salió a por tabaco. Nadie lo entiende. Todo un misterio.
Llegamos a Rosélie poco después de que esto suceda, pero nos movemos entre ese presente tan desolador y los flashbacks de su pasado en pareja. Es gracias a estos recuerdos que conocemos al difunto, Stephen. Él, profesor británico asentado en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), es a ojos de ella un perfecto caballero. Por él ha acabado en esta ciudad que tanto odia. ¿Que Stephen es un poco reservado? Quizás. ¿Puede que imponga su opinión a los demás? Sí. Pero la quiere y apoya su pasión por la pintura, ¿qué más puede pedir?
Poco a poco, Rosélie va descubriendo esos detalles que todo el mundo veía con claridad y ella decidía ignorar (lo que hoy en día llamaríamos red flags). Los cambios son sutiles, pero uno se va dando cuenta, siempre un paso por delante de ella, de cómo se resquebraja esa cúpula de cristal con la que Rosélie había recubierto a su pareja. Maryse escoge bien qué contar y qué ocultar en una virtuosa narración sobre la cara B del duelo y los secretos que esconde el matrimonio.
Mientras la protagonista va capeando su nueva vida, la historia de Fiéla, una mujer que está siendo juzgada por haber matado a su marido, se convierte en su obsesión. Ella es, en principio, la mujer caníbal, una mantis religiosa. Y ella le enseñará a Rosélie una gran lección: en esta vida, o comes o eres comida.
De nuevo el desarraigo y la soledad son el centro de una obra que nos coloca en la Sudáfrica del postapartheid y en la que Rosélie, al igual que hizo Maryse con las letras, utilizará su arte para sobrevivir a este largo y tormentoso invierno.