Sandra Hermida, productora gallega nominada al Óscar: «'La sociedad de la nieve' me ha cambiado como persona»
FUGAS
La productora de la película sobre el milagro de los Andes, a la que muchos premiados citaron en los Goya, acude a los Óscar poniendo en valor el filme de Bayona: «Es pura humanidad»
09 mar 2024 . Actualizado a las 13:12 h.Son las once de la noche de un lunes y Sandra Hermida, productora de la película La sociedad de la nieve junto a Belén Atienza, y premiada con goyas tanto por este filme como por trabajos anteriores como El orfanato, Un monstruo viene a verme o Lo imposible, sale entusiasmada del teatro, de una obra de Alberto San Juan que recomienda totalmente. Lleva tropecientas horas de trabajo encima, probablemente carreras en moto por todo Madrid, más de un centenar de llamadas telefónicas... y está a tres días de coger un avión a Los Ángeles para ir a la ceremonia de los Óscar, donde la historia del milagro de los Andes se juega dos estatuillas. Sin embargo, para el tiempo para la entrevista. O no lo para. Porque su móvil suena igual y a veces trufa llamadas. Pero, cuando contesta, cuando cuenta su historia y la de sus películas, que es casi la misma porque se mimetiza con todo cuanto hace, sus ganas prevalecen. Es intensidad pura. Pasión sin filtro. Da la sensación de poder siempre con todo. Y, sobre todo, de apetecerle siempre todo. Quizás por eso, entre las ceremonias de los premios Bafta y los Goya, mientras millones de personas en todo el mundo veían su trabajo, uno de los últimos días de enero tomó un tren por la mañana en Barcelona, se plantó en Madrid y, acompañada de dos niños y una adolescente, viajó ese mismo día a Galicia para bailar en la verbena de Rodeiro, en el pueblo de su padre. Y fue, probablemente, quien más agitó el banderín de la París de Noia de todo el respetable. Así es Sandra Hermida.
—Quizás habría que empezar por el final, porque está a punto de ir a la ceremonia de los Óscar. Pero es que nos perderíamos muchos capítulos, porque «La Sociedad de la nieve» comienza hace más de diez años y en Tailandia... ¿no es así?
—Efectivamente. Estábamos, en el año 2011, rodando Lo Imposible en Tailandia con J.A. Bayona y él, buscando historias de supervivencia extrema como la que nosotros estábamos contando de María Belón y su familia, que se salvan del tsunami, encontró el libro La sociedad de la nieve de Pablo Vierci y nos lo regaló a todos. Lo leímos y nos quedamos impactadísimos. Yo nací en el año 1972 y crecí con la historia de lo que había pasado en los Andes. Creo que muchísima gente de mi generación o de años anteriores recuerda exactamente qué estaba haciendo cuando cayó el avión y, sobre todo, cuando rescataron con vida a aquellas 16 personas después de 72 días dándolas por muertas en la montaña. Por supuesto, había visto y crecido con Viven. Y, sin embargo, cuando leímos a Pablo Vierci nos dimos cuenta de que no conocíamos gran parte de la historia. Que había que contar la historia de esa sociedad que habían formado y cómo el sentimiento de equipo y la empatía, el entender que uno solo no podía, pero juntos igual sí, les podía salvar. Esa motivación colectiva, ese espíritu de lucha pese a sentir que seguramente iban a morir... eso era fascinante y profundamente humanista. Nos pareció que había un legado, el de los supervivientes, pero también el de los que murieron en la montaña, que había que honrar. Ese era el sentido de lo que queríamos hacer y por eso el último día de rodaje de Lo imposible, en una jornada intensísima, Belén Atienza, con la que produje ambos filmes, estaba firmando la cesión de derechos para La sociedad de la nieve.
—Y comienza así el trabajo para rodar una película que, técnicamente, parece un reto tremendo... porque el Valle de las Lágrimas, donde se produjo el accidente, es un lugar prácticamente inaccesible...
—Siempre decimos que cada película de Jota que rodamos es la más complicada técnicamente hasta que llega la siguiente [risas]. Rodar Lo imposible fue complejo, pero en Tailandia estaba el hotel donde se alojaba la familia Belón cuando llegó el tsunami o el hospital al que los llevaron. Esto era distinto. Jota fue al Valle de las Lágrimas con el director de fotografía, pero acceder allí es muy complicado, solamente lo hacen determinados pilotos o, cuando es verano, se puede ir en caballo cabalgando días y días. Era inviable el rodaje ahí y buscamos localizaciones por todo el mundo, y acabamos encontrando un lugar con características que nos servían, que era un valle con nieve a pequeña escala, en Sierra Nevada.
—Usted, junto a Belén Atienza, es la productora, ¿qué es lo que hace?
—Nuestra forma de trabajar es involucrarnos desde el principio al final de la película. Me parece imprescindible que todo el mundo sienta que es su película. Nosotras, desde el principio, escogemos la historia con el director, trabajamos con él sobre lo que quiere contar y, sobre todo, nos encargamos de cómo lo hacemos. Hay una cosa que me enorgullece mucho y es que al final de la película hay diez minutos de créditos, que son muchos, y ves nombres y nombres españoles y latinos... me parece increíble que hayamos podido hacer algo así nosotros, algo con un nivel de ambición tan grande. Trabajamos juntos varios equipos, el más numeroso era el español, pero también había de Norteamérica, de Uruguay, de Argentina y Chile. En total, unas 1.500 personas.
—¿Fue clave contar con Netflix para poder rodar una película de sesenta millones de presupuesto y que han visto ya doscientos millones de personas?
—Ese altavoz potentísimo que estamos teniendo en todo el mundo, el hecho de que millones de personas estén viendo La sociedad de la nieve, no sería posible sin Netflix en este momento de la industria cinematográfica. Todo está siendo brutal con esta película. Desde las cifras de espectadores al impacto que tiene en quienes la ven, sobre todo en los adolescentes. Y eso lo veo en el propio círculo de mi hija mayor, que está en esa edad adolescente.
—Habla de su hija mayor y tiene también un hijo. ¿Cómo se concilia cuando una encadena proyectos cinematográficos de semejante envergadura?
—El equilibrio entre trabajo y familia no es fácil, pero somos unos privilegiados, eso hay que tenerlo siempre en cuenta. Al final tus hijos van con las pelis. Mi hija mayor dio sus primeros pasos en Tailandia, fue la niña de Lo imposible. Y ahora, con La sociedad de la nieve, no les ha quedado otra a los dos que aprender a esquiar, y tan contentos. Se trata de valorar todas esas grandísimas experiencias.
—Experiencias, efectivamente, que es la vida en sí misma. ¿De todo lo ocurrido con «La sociedad de la nieve» con qué se queda, con qué momento?
—Es difícil, pero me quedo con lo que pasó en Uruguay el verano pasado, con el pase que hicimos para las familias de la tragedia. Tal y como dijo Jota en los Goya, las familias de quienes se quedaron en la montaña confiaron totalmente en nosotros sin leer el guion. Hicimos un pase para ellos, para unas 300 personas, en un cine de Montevideo. Fue impresionante. Fue un acto de curación. Allí estaban los supervivientes, las familias de los muertos... muchos de ellos, aunque tienen relaciones porque fueron a los mismos colegios, se movían en los mismos círculos... muchos no habían tenido ese momento de unión y sanación. Fue algo increíble.
—Como increíble es lo que pasó. Ha conocido a fondo a los supervivientes, ha tratado a las familias de los fallecidos y comprobado los duelos tan distintos que vivieron... ¿la cambió este filme?
—La sociedad de la nieve me ha cambiado como persona, por supuesto que sí. Porque te hace plantearte y preguntarte cómo reaccionarías tú en un momento así. Es pura humanidad. Te das cuenta del valor del equipo, y el cine también es un equipo. Daniel Fernández Strauch, uno de los supervivientes, dice que nunca fueron tan buenas personas como en la montaña. Nosotros creo que nunca fuimos tan buenos como en este rodaje y haciendo esta película. Hemos salido de nuestra zona de confort... bueno, no es que hayamos salido... es que nos ha quedado a kilómetros. Hemos hecho cosas que no sabíamos hacer ni imaginamos que pudiésemos hacer. Nos esforzamos, pero fue un esfuerzo muy placentero. Y lo que estamos viviendo ahora mismo es un regalo.
—Se cuentan las horas para que pise la alfombra de los Óscar.... ¿firmamos volver a España con estatuillas?
—Veremos a ver. Haremos lo que podamos. Con Óscar o sin él, yo el lunes a las 7.30 horas vuelo desde Los Ángeles a Madrid, que el martes estoy buscando localizaciones para una película en San Sebastián. Hay muchas historias por contar.