
El psicoanalista italiano Massimo Recalcati publica con Anagrama un breve ensayo que disecciona el abandono sentido por Jesús en su última noche en huerto antes del martirio
15 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.La noche es cerrada y Jesús está solo entre olivos. La noche es cerrada y todo es silencio. Pedro, Juan y Santiago duermen y callan. Ni siquiera Dios habla ya. La noche es cerrada y sangrante en Getsemaní, y Jesús está solo por última vez antes de su tormento. Entonces, a Él, al que es hijo pero también es padre, al que nunca antes habían las dudas atacado, le invade la debilidad humana. Pide, ruega entre sollozos ser salvado. Ya nadie responde. La noche es cerrada y Jesús está solo entre olivos.
Massimo Recalcati recorre en La noche de Getsemaní todos los elementos que rodean y atraviesan uno de los momentos más íntimos y conmovedores de la vida de Jesucristo. La traición de Judas con un beso dará comienzo a la isnoportable tortura. Después de la última cena, dice Jesús sus adioses y se encamina al huerto, donde velará en su última noche en la tierra. Sus más queridos amigos, Pedro, Juan y Santiago no han sido capaces de vencer al cansancio ni siquiera en una ocasión tan amarga. Es entonces cuando la melancolía de la escena, aupada por la delicada prosa de Recalcati, adquiere dimensiones poéticas y literarias, pero también antropológicas.
Tratar de entender el abandono sentido por el primero de los profetas es realmente abundar en los sentimientos universales de la tristeza del desterrado y el desposeído. En los llantos del Jesús final que pide por su propia vida y hasta parece tener un breve lapso de experiencia atea está la verdadera revelación. El autor de este bello y fugaz tratado dibuja además un perfil que se sirve del psicoanálisis lacaniano y explora los intestinos de un acontecimiento dramático. Del acontecimiento más dramático de todos, el abandono de un padre a su hijo. El martirio de una persona buena que es lo mismo que el martirio de la bondad.
No hay que ser, ni mucho menos, religioso para encontrar lumbre en este delgado volúmen. Tan solo hay que saber apreciar lo que se escribe entre las líneas. Porque incluso las líneas sagradas tienen subtextos y contradicciones y escondrijos. Recalcati, como un intruso o un viajero temporal, se cuela en las horas que son la cúspide del sentimiento desgarrado. La noche es cerrada y todo es silencio salvo, quizás, la chicharra. Salvo, quizás, el jadeo del sollozo.