Patricia Fernández, la «booktooker» divulgadora del momento: «Cuando escucho a C. Tangana, pienso en la historia de desamor entre Lorca y Dalí»

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Conocida en TikTok por acercar la literatura clásica a los jóvenes, Patricia Fernández vuelca en el poemario «La luna en verso» las heridas de su duelo

26 abr 2024 . Actualizado a las 22:26 h.

Ni un segundo tarda la booktoker y divulgadora cultural Patricia Fernández (Madrid, 1998) en recordar la primera vez que un poema de Lorca cayó en sus manos. «Estaba en un parque de bolas y mi madre me dio un libro de poesía para niños. Cuando llegué al poema de Federico me quedé enamorada. No entendía cómo en tan pocas palabras se podía bailar de esa forma».

Décadas después la periodista sigue colgada del poeta, de la poesía y de la literatura clásica, tema central de su cuenta de TikTok con la que ha enganchado a casi medio millón de usuarios mezclando detalles curiosos de la historia de nuestra cultura con el imaginario pop que manejan los más jóvenes. 

Hace unas semanas pasó de contar lo que les sucede a otros a abrirse en canal para hablar de su propia historia. Una marcada por la pérdida y la necesidad de cerrar heridas y que recoge en el poemario La luna en verso (Aguilar).

­—Se lo dedicas a tu abuela. ¿Por qué?

—Porque es ella la que me guía. Todo empezó cuando en el 2020 encontré poemas que había escrito unos años atrás. Al releerlos, me di cuenta de que había vivido un proceso muy fuerte de duelo por la muerte de mi abuela y por otras ausencias que había atravesado en ese tiempo. Pero ese dolor tan humano, que sufrimos todos cuando perdemos a alguien, en mí se transformó en la pulsión artística de escribir. Y al rescatar esos versos es cuando yo entiendo que, realmente, la muerte no es tanto una desaparición, sino una transformación. Al final, la carne ya no está, pero el espíritu de mi abuela está conmigo y me empuja a escribir. Fue como una catarsis, pero también un proceso de encontrar la belleza dentro del caos de la propia muerte.

­—En el poemario, visualizas ese proceso de duelo como un ciclo.

—Sí, para mí el libro en sí mismo es como un ciclo lunar. Se parte de un vacío, como la luna nueva, que va evolucionando y se transforma en luna llena. Es un camino desde la muerte al renacimiento porque yo siento que, al final, todo se resume en la vuelta: vuelta a la luna llena, a la infancia, al renacer y al mar.

­—¿Y por qué tiene tanta importancia el mar para una madrileña? ¿Por qué es tu final? 

—El mar es el final, pero también el principio. El libro acaba en el mar, en ese agua sanadora que te mece, que te hace sentir casi como un bebé en el útero. Pero el mar también es el lugar en el que me he criado, me he criado en una casa en la playa en un pueblo de Valencia en el que he pasado esos veranos eternos de la infancia. Y el valor de esos recuerdos han ido construyendo mi imaginario. Entonces cuando yo de adulta me reencuentro con ese mar, siento que se cierra un círculo, la vuelta a casa, como un símbolo de todo lo que ya no está, pero que recupero al volver a él.

—La primera parte del libro, en la que pesan más las ausencias, es más tradicional, pero luego dejas hueco al amor y al deseo en una parte más libre y moderna. ¿Cómo encajan ambas?

—Pues fue un dilema porque, a nivel de forma, el poemario tiene unos versos más construidos y estos más libres. Estuve a punto de quitarlos, pero me di cuenta de que, si el poema nace de la víscera, del sentimiento, a veces es complicado escribirlo pensando en la métrica y en la rima. Además, creo que así se nota mi proceso de autodescubrimiento y madurez personal y literario al intentar buscar un estilo, un sitio, un espacio... 

—¿Crees que has crecido mucho en este tiempo? ¿Has aprendido algo?

—Pues he aprendido a conocerme a mí misma. Al final, escribir este libro fue una manera de intentar sacar todo de mí, todo lo que tenía dentro casi para no volverme loca. Yo me imagino las emociones como imágenes y hay un verso en el que digo algo así como que estoy vomitando sangre. Pues eso es ese dolor que te sale de las entrañas y al que yo necesito ponerle nombre. Y una vez lo escribes, pues ya lo expulsas, se queda fuera, lo sanas y no es algo que se te enquista. Más que por placer, lo hice por la necesidad de entender las cosas, ponerles nombre y poder seguir adelante.

—De darle sepultura al dolor, como dices en un poema que le dedicas a Lorca.

—Sí, me gusta reafirmar lo importante que es dar sepultura. En el caso de Federico es más histórica, de un cuerpo que no se encuentra. Pero esto es algo que se extrapola a todas las ausencias. Si vamos al centro del libro, hablo de relaciones, de encuentros, de parejas que desaparecen y a las que necesito llorar para poder continuar. Federico para mí simboliza esa deuda, esa falta de sepultura y ese llanto que no acaba porque dices: «¿Dónde pongo las flores?».

—Lorca es un poco tu musa, ¿no?

—Sí, es mi amor. Y la pérdida de mi abuela me ayudó a entender la relación que tengo con Federico. Es una energía, un espíritu, algo que a mí me acompaña siempre. Realmente yo no he podido tocar esa materia, pero de una manera inexplicable está ahí. 

—¿Qué es lo que te atrae de él?

—Federico tenía una cosa que me encanta y es que era una persona muy alegre. Le encantaba ser el centro, era un chico muy enamoradizo, muy coqueto... muy Géminis, ¿no? Es un espíritu con el que yo me siento muy identificada porque soy muy dramática, pero también muy alegre, me encanta querer y me encanta celebrar. Y Federico para mí también simboliza esa parte de celebración de la vida. Yo estoy absolutamente enamorada de algunas fotografías que tengo de él sonriendo porque tiene una mirada que te sonríe. Y luego, por supuesto, me refugio mucho en su literatura. Tengo cientos de libros de Lorca y, aunque me encanta su poesía, también leo mucho su prosa, sus cartas... que te acercan a una parte menos construida de él. O sea que yo establezco una relación tan cercana con Federico porque me asomo también a la persona, a los miedos, a la alegría y me asomo a esa dualidad que, además, a mí me ayuda.

—Te da la esperanza de que se pueden tener ambas caras, ¿no?

—Sí. Volviendo a la luna, que brilla y nos alumbra esas noches tan oscuras, pero que también tiene una cara que no vemos. Para mí, casar esas dos dualidades es complicado, pero Federico me da esa esperanza, esa calma. Me ayuda imaginármelo como una persona cero intensa, que además me daría muchísima pereza. 

—¿Fue esa admiración hacia Lorca lo que te empujó a crear tu cuenta de TikTok?

—Pues no, es menos romántica esta parte de la historia. Aquí no había ni abuela, ni Federico, ni leches. Había una chica de 23 años que estaba terminando su carrera de Periodismo y tenía que presentar su trabajo de fin de grado. Yo sabía que quería dedicarme al mundo de la cultura, así que planteé la idea de cómo comunicar cultura clásica en las redes sociales. Presenté el trabajo en julio, el tribunal me dijo que me dedicara a otra cosa y en noviembre me dieron el premio al TikTok revelación del año.

—O sea que todo sale de tu TFG, como Rosalía con su disco «El mal querer».

—Te diré que Rosalía me inspiró muchísimo para tomarme en serio ese trabajo. Volqué todo lo que sabía después de años dando conferencias sobre derechos de la infancia, haciendo prácticas, trabajando en medios, siendo activista por los derechos humanos... Todo lo que hice durante seis años quise invertirlo en mi propio proyecto. Y también tuve que aprender un montón porque yo era una auténtica niña de las redes sociales. No sabía utilizar TikTok, no sabía utilizar Instagram, no sabía lo que era el engagement... Era una outsider de las redes sociales, lorquiana hasta la médula en el sentido de persona bohemia, muy analógica.

—También le habrás dedicado tiempo a encontrar la fórmula para hacer divertidas estas lecciones de literatura, ¿no?

—Pues no tanto, eso me salió de forma muy natural. Yo empecé a hacer vídeos recitando poesía mientras caminaba, pero a raíz de terminar de leer Frankenstein, dije: «Con lo curiosa que es la historia de Mary Shelley y nadie la conoce». Un día se la empecé a contar a una amiga y me dijo: «¿Por qué no grabas un TikTok y lo cuentas?». Y lo grabé contándolo como yo me comunico, como hablo en el día a día con mis amigas. Al final, soy una chica de 26 años a la que le encanta el reguetón, Duki y la serie del momento, pero es verdad que estoy muy familiarizada con la historia de la literatura porque es mi pasión. Entonces me parece inevitable que si estoy escuchando a C. Tangana cantar «tú me dejaste de querer cuando te necesitaba» piense en la historia de desamor de Lorca y Dalí. Estoy tan mimetizada con estas historias, que me sale solo.