«Kairós», Premio Booker Internacional: el amor tóxico que cae con el muro de Berlín

FUGAS

¿Qué tiene de especial esta novela sobre una pareja disfuncional en pleno otoño del cambio alemán?

04 jun 2024 . Actualizado a las 22:07 h.

Es arriesgada esta afirmación, y para gustos, los colores. Pero es posible que Jenny Erpenbeck (Berlín, 1967), primera alemana en llevarse el prestigioso premio Booker Internacional, haya escrito uno de los inicios más redondos de la literatura reciente. «¿Vendrás a mi entierro?» le pregunta él a ella en la primera línea de esta historia de amor. «¿Vendrás a mi entierro?», insiste, vaticinando lo inevitable. Cien mil historias se han escrito sobre relaciones, rupturas y el final del amor. ¿Qué tiene Kairós de especial?

Es compleja esta pareja formada por la jovencísima Katharina y Hans, un escritor de 50 años. Es compleja por la diferencia de edad, porque él está casado y ella un poco perdida y, para qué engañarnos, porque él es un maltratador de manual. Aun así, el arte de Erpenbeck para dibujar la burbuja en la que vive esta historia de amor tóxico nos hace caer en la trampa. No hay quien entienda que duren tanto, que sepan remendar los rotos de cada discusión. Pero lo hacen. Son dos almas desacompasadas, que nunca llegan a encajar del todo. Pero encajan. Como dos Alemanias muy distintas que, tras la caída del muro, se encuentran de la noche a la mañana remando juntas. Y reman.

Jenny, que tenía 22 años cuando murió su RDA natal, ambienta de forma magistral este amor caótico y disfuncional en aquel 1989 en el que el este y el oeste desmantelaron sus diferencias ladrillo a ladrillo. Y hace que caiga el muro mientras nuestros enamorados levantan en casa su propio telón de acero.

Está claro que aquel otoño del cambio marcó a la autora y su literatura es fiel deudora de ello. Todo en Kairós es ambiguo, un poco aletargado, como si nadie quisiera dar un paso en falso o decir lo incorrecto en plena transición. La estabilidad es frágil como el cristal. La tensión, capaz de estirar el tiempo como un chicle y hacer que los segundos parezcan milenios. Todo un ejercicio de funambulismo narrativo que, si me preguntan, vale este y muchos más premios.