Miguel Ríos cumple 80 años: El hombre que entregó al rock «un idioma tan largo y duro»

FUGAS

Ricardo Rubio

Granada ha encendido ya la mecha de un aniversario memorable, que concluirá mañana con un concierto en el que el incombustible Miguel Ríos contará con Los Ángeles, 091, Lagartija Nick, Los Niños Mutantes y un puñado de buenos amigos como aliados

07 jun 2024 . Actualizado a las 15:01 h.

Hace ya catorce inviernos, cuando hizo un amago de retirada matizada de los escenarios, nuestro hombre reconocía, en los prolegómenos de su irrupción en el Coliseum de A Coruña, que en 1969 había recorrido los Estados Unidos sin entender una maldita palabra de lo que le preguntaban. Aunque entonces no hablaba la lengua del gringo, había firmado un éxito incontestable —A Song of Joy, la versión en inglés del Himno a la alegría, su particular interpretación de uno de los movimientos de la Novena sinfonía de Beethoven—, capaz de llegar al número 1 en la mismísima cocina de Elvis, B. B. King y Chuck Berry. Muy consciente de su papel en todo este lío del rock and roll, y en absoluto engolado, Miguel Ríos (Granada, 1944) cantaba claro: «Si tenemos posibilidad de pasar a una pequeña parte de la historia es por hacer que un idioma tan largo, jodido y duro como el español entre en el corsé de un idioma monosilábico».

   

Ahora que sopla ochenta velas —lo hace hoy, para desembocar el sábado en un fenomenal concierto dispuesto para volver del revés la plaza de toros de Granada, que está ya en la pomada de esta enorme celebración— conviene subrayar que nuestro veterano cumpleañero ha hecho mucho más que una labor de traducción. Si Lemmy, el líder de Motörhead, sentía haber acunado en sus brazos el rock, un bebé al que juró cuidar y hacer crecer, el señor Ríos puede presumir de haber modelado toda una cultura según los nada sencillos troqueles ibéricos de su tiempo para servírnosla a todos los demás en bandeja, de forma que podamos habitarla a nuestras anchas. Si hoy el rock and roll, su mitomanía y sus códigos pertenecen a un chaval de Ferrol o de Vilagarcía en la misma medida que a un paisano de Birmingham o de Menfis, la culpa es, en buena parte, de un tipo como Miguel Ríos.

Los comienzos y la cuesta arriba fueron lentos y muy duros. Llegó a Madrid con apenas 16 años para buscarse la vida y grabar un par de temas. De aquella época data su primer nombre de guerra —«una coña marinera», en sus propias palabras— del que se desprendió en cuanto pudo. Para un crío del barrio de Cartuja, que le llamasen Mike Ríos equivalía a una patada en el hígado. Nadie pronunciaba entonces maik. Lo que la gente leía era mique, que en Granada servía como apócope de mira que. La expresión «mique pollas» había hecho fortuna a la sombra de la Alhambra, como forma de mandarte a paseo: «Y a mí me llamaban Mique Pollas, y yo loco por que la compañía de discos lo cambiase». Por fortuna, aquello duró solo dos años.

   

Parece mentira, pero esa era la misma época en la que los Beatles lanzaban sus primeros trabajos. Estamos ante un pionero, pero no en Liverpool, Londres o Hamburgo, sino en la asfixiante España del franquismo y las fantasmagorías de sus «25 años de paz». Un pionero de pico, pala y carretilla, que nunca ha olvidado sus orígenes ni se ha visto cegado por el brillo de los oropeles frente a la miseria que ha ido rodeando a las sociedades del gran consumo. A diferencia de alguno de sus buenos amigos —ahí está Joaquín Sabina, transmutado en una suerte de Felipe González de los cantautores— Ríos no rehúye el lado zurdo de las cosas, en el que siempre militaron sus ideas, ni la justicia social como filosofía de vida.

La subida, en fin, se hacía de rogar, y el éxito del Himno a la alegría funcionó como un ascensor para que el granadino se atreviese a retos mayores en la década siguiente. Los 70 fueron los años del compromiso transparente en lo político y lo social. También del inicio de las grandes giras con material alquilado en Inglaterra, como los señores melenudos que uno veía en las carátulas de los discos de importación. El rock cantado en castellano podía funcionar en los grandes estadios, y vaya si lo hizo. La noche roja (1978) sirvió para sentar las bases de lo que llegaría a continuación: Rock & Ríos, el momento decisivo. Una explosión en la que los astros se alinearon para convertir un trabajo en directo, grabado en Madrid entre el 5 y el 6 de marzo de 1982, en el Made in Japan de la música popular española.

Ricardo Rubio | EUROPAPRESS

La repercusión de Rock & Ríos es todavía hoy, 42 años después de su lanzamiento, difícil de calibrar por todo lo que supuso. «Sirvió para decir, aquí y en Latinoamérica: ''Nosotros también podemos''. El cambio social y político, un partido socialista gana las elecciones, recuperas la calle, hay libertades. De pronto todo eso le pasa al R&R. Lo admito porque yo no soy el padre de todo eso, sino solo del disco», recordaba Ríos, bastantes años más tarde. En lo estrictamente musical, sus surcos siguen funcionando perfectamente, más allá de algunos detalles de producción que han avanzado por otros derroteros. Revisarlo es un gustazo. Que cada cual se quede con el tema que más se ajuste a su historia. Banzai o Un caballo llamado muerte son solo dos entre una treintena de brillantes zarpazos.

ARRIBA Y ABAJO

El tremendo fenómeno de R&R alimentó otro álbum, El rock de una noche de verano, y otra gran gira, Rock en el ruedo, en la que el músico andaluz dio rienda suelta a su generosidad, proyectando a compañeros como Luz Casal y los Leño de Rosendo, por mucho que estos estuviesen apurando ya su último aliento como banda. La gasolina alcanzó para un nuevo trabajo de nivel, La encrucijada, que incluía una versión a flor de piel de Todo a pulmón, la balada compuesta y grabada poco antes por el argentino Alejandro Lerner. Corría 1984 y el asunto estaba ya lo suficientemente maduro como para que el foco de la atención general se dirigiese ya hacia otras propuestas. Fue el año de La ley del desierto/La ley del mar, de Radio Futura; Menos mal que nos queda Portugal, de Siniestro; y de otro directo apabullante, Barón al rojo vivo, de Barón Rojo, por citar únicamente algunos ejemplos de cómo se ramificaban los gustos del personal.

«Tuve una ascensión dificultosa y lenta, y una bajada dificultosa y lenta; en el pico está Rock & Ríos». Así ve todo aquello el músico, con la perspectiva que proporciona el paso del tiempo. El estallido de la celebridad masiva, siempre complicado de digerir, lo alcanzó con 38 años, una edad en la que, si no te has trabajado a ti mismo, ya puedes irte olvidando. Al de Granada no se lo llevó la corriente del éxito, como tampoco lo hizo el bajonazo cuando la marea comenzó a declinar. Ahí había ya madurez suficiente como para saber administrar su legado. Las colaboraciones con amigos —Ana Belén, Víctor Manuel, Serrat o Iñaki Gabilondo estarán con él este fin de semana—, la gira conjunta de El gusto es nuestro; ¡Qué noche la de aquel año!, uno de los viejos programas de música de verdad, aniquilados hoy sin contemplaciones; su fundación solidaria, que gestionará los ingresos de un aniversario tan redondo. Y la sabiduría de un músico que se ha rodeado de la mejor banda, The Black Betty Trío, para continuar explorando su voz con un ejercicio honesto de rock, blues y soul.

Cuando a sus 80 años Miguel Ríos habla sin sonrojo de rock y paz, de amor y libertad, uno se lo cree a pies juntillas. Mayor puede ser cualquiera. Ser viejo y decente es una categoría que hay que ganarse. Del resto se encarga el neón de color rosa.

ASÍ VALORAN ELLOS A MIGUEL RÍOS Por Carlos Crespo

 Iván Ferreiro: «Miguel Ríos es un símbolo de unión de la música y de los músicos»

 

MARTINA MISER

Sentencia de entrada el músico vigués que «Miguel Ríos es una figura importantísima de la música española. He tenido la suerte de cantar en alguna ocasión con él y lo admiro profundamente», dice. Para precisar de inmediato que su admiración parte «no solo del hecho de que sea un cantante fantástico y alucinante y la persona que, de alguna manera, trajo el rock a España, sino porque él modernizó lo que eran las giras y cambió de una forma muy bestia cómo se hacía la música en directo».

Recuerda Iván Ferreiro que se enganchó a la música de Miguel Ríos en 1983. «Empecé escuchando el Rock de una noche de verano y luego ya fui tirando hacia atrás, al Rock & Ríos y a todos sus discos anteriores», comparte.

Además de subrayar que «tiene grandísimas canciones y es un grandísimo intérprete», Ferreiro destaca de Miguel Ríos el hecho de que ha sido una persona «que ha ayudado a juntar a unos artistas con otros». «Para mí, es un símbolo de unión de la música y de los músicos».

Carlos Tarque, de MCLAN: «Como vocalista, fue mi mayor influencia en la música española»

JOSE FILEMON

«Para una generación, entre los que me encuentro, Miguel Ríos fue una figura clave. Absolutamente. Es, digamos, el pionero y el padre del cantante de rock con micrófono en mano, que no toca la guitarra, sino que simplemente es un cantante y showman», comenta Carlos Tarque.

Recuerda el músico que desde muy niño se pasaba las tardes de verano escuchando el Rock & Ríos. «Estilísticamente, para mí, como vocalista, fue la mayor influencia de la música española. Pero su figura va mucho más allá de la música, de lo grande que es y de todas las buenas canciones que ha hecho. Además, es un tipo extraordinario también en el sentido humano, político y reivindicativo. Siento por él admiración extrema».

Entre otras colaboraciones que han realizado juntos, Tarque cantó en el concierto del 40.º aniversario del Rock & Ríos. Y Miguel Ríos también ha participado en conciertos de M-Clan. «Eso para mí fue un regalo que la vida me dio, una especie de sueño cumplido que jamás, en su momento, pensé que podría llegar a suceder».

Julián Hernández, de Siniestro Total: «Musicalmente no me interesa mucho, pero es un tipo estupendo»

PABLO MARTIN

Confiesa el músico vigués que, desde el punto de vista musical, Miguel Ríos le ha interesado relativamente. «Nunca mucho. Jamás he comprado un disco suyo y, desde luego, para mí no es una influencia». Pero, eso sí, añade: «Yo he coincidido con él en bastantes ocasiones y siempre fue muy atento. Es un tipo estupendo y que curró como un bestia siempre, lo cual le salva de cualquier pega».

Apunta el cantante de Siniestro Total que, aunque nunca siguió muy de cerca la carrera del granadino, sintió auténtico espanto cuando escuchó el Himno a la alegría. «Es cierto que luego hizo el Rock & Ríos, que significó el principio de las giras pagadas con dinero público, lo que supuso un enorme movimiento de placas tectónicas en el negocio de la música. No sé si para bien o para mal».

Recuerda Julián que en los comienzos de Siniestro Total, Miguel Ríos dijo que ese tipo de letras eran una chaladura y que no podían ser pensables. «Pero hasta eso se lo puedo perdonar, porque el tiempo ha demostrado que tenía toda la razón».

Mikel Izal: «Su música me traslada a preciosos recuerdos musicales de mi infancia»

Villar López | EFE

Mikel Izal fue uno de los artistas invitados al concierto con el que Miguel Ríos conmemoró, en el 2022, los 40 años de su mítico Rock & Ríos. «Para mí fue un honor enorme e impensable el participar en aquel concierto», en el que interpretó Rocanrol búmeran junto al cantante granadino.

«Miguel Ríos es una persona que se ha escuchado en mi casa desde siempre, que me traslada a unos preciosos recuerdos musicales de mi infancia y mi adolescencia», añade.

Señala Mikel Izal que una de las cosas que más ilusión le hicieron de haber participado en aquel concierto fue poder llevar allí a su padre y a su hermana. «Es una de las noches más bonitas que recordamos de todo lo que me ha pasado en mi carrera», llega a decir. «Fíjate, dentro de que mis padres han asistido a muchos conciertos, tanto míos como del grupo, ese de Miguel Ríos lo recordamos con especial cariño, porque nos lleva a recuerdos bonitos de mi casa, cuando yo tenía unos poquitos años menos».