Con una atípica propuesta, entre la canción de autor alternativa y el indie folk, el coruñés es ya una de las grandes revelaciones musicales del 2024
14 jun 2024 . Actualizado a las 18:10 h.De vez en cuando la música se empeña en que renueves su confianza en ella y te alerta de que, a pesar de todo, sigue ahí, viva. El último mensaje recibido en este sentido lleva el encabezado de Carlos Ares (A Coruña, 1997). Con un único disco, Peregrino, y una propuesta absolutamente atípica para los tiempos que corren, a caballo entre la canción de autor alternativa y el indie folk, Ares está hoy en boca de todos. Su nombre figura ya en el cartel de muchos festivales (pasó hace nada por O Son do Camiño y el viernes 21 participa en el Acento, organizado por la Fundación SGAE en Santiago, junto a De Vacas, Carolina Rubirosa, Gargantua y Abraham Boba Dj Set), multiplica exponencialmente sus oyentes y seguidores y lo entrevistan en Vogue. Pero no es el coruñés un recién llegado a este negocio. Aunque comenzó a presentar su proyecto en el 2023, Carlos Ares lleva una década componiendo y produciendo desde la sombra para grandes artistas. «Me puse a escribir canciones para otros y parecía como que esa era mi meta. Y ahora, después de tantos años, me he acordado de que lo que quería y lo que mejor se me da es hacer mis propias canciones y subirme al escenario a cantarlas», comenta.
—¿Y da vértigo?
—A ver, yo siempre he llevado una vida bastante discreta y privada. Nunca me había expuesto de esta manera al público. Y, de repente, recibir tantos mensajes y saber que estás condicionando la vida de la gente, sí que impone un poco. Te das cuenta de que los artistas tienen un gran poder. Y un gran poder conlleva una gran responsabilidad.
—¿Dónde estás viviendo ahora?
—Vivo en Madrid, pero vengo bastante a menudo a Galicia.
—¿Qué has encontrado en Madrid que no encontrabas aquí?
—Pues mucho ajetreo. Allí todos los días están sucediendo cosas. Hay conciertos, eventos, presentaciones de discos, oportunidades para trabajar, hacer sesiones... Conocer qué es lo que están haciendo otras personas, saber cuál es el nuevo movimiento o qué tipo de géneros se están empezando a llevar... De todas esas cosas no te enteras si no estás en Madrid. Porque es allí donde están la gran mayoría de los profesionales de la música. Ni siquiera en Barcelona, te diría.
—Después de unos años en los que se imponía un modelo determinado de artista de éxito, tú nos devuelves la esperanza de que lo orgánico también puede triunfar.
—Mi naturaleza está en tener instrumentos entre las manos porque desde pequeño he estudiado piano y guitarra y siempre he estado muy en contacto directo con la madera. Hay gente que hace maravillas con el portátil, pero todas mis referencias, todo lo que he escuchado en mi vida y el ideal que yo tengo de banda, se parece bastante a lo que se hacía antes, aunque con el lenguaje y los códigos que se utilizan ahora.
—Has dicho que haber escuchado tanta música de pequeño te complicó la vida.
—De algún modo, sí. Me hizo tener muchas dudas sobre lo que yo quería hacer. Quería hacer demasiadas cosas y, es una putada, pero el tiempo es limitado y tienes que construir un personaje y un discurso que tenga una coherencia para que la gente lo pueda llegar a entender. Y para eso, hay que centrar el tiro.
—Sin embargo, a ti es prácticamente imposible encasillarte en un género.
—La música que hago tiene la versatilidad suficiente como para estar tranquilo y saber que no estoy estancado, ni que voy a tener éxito en un determinado género y voy a estar condenado a hacer lo mismo toda la vida. Dotar de ciertos calificativos a mi música, como puede ser alternativo o experimental, me da licencia para no tener que dar explicaciones. Si yo en el siguiente disco hago una cosa completamente distinta a lo que estoy haciendo ahora, la gente lo entiende y lo justifica, porque sabe que yo soy un artista alternativo. Tengo ese poder de cambiar.
—¿Puede ser el indie folk la tabla de salvación del indie?
—No lo sé. Es cierto que la gente se cansa rápido de las cosas y siempre viene bien darles un lavado de cara. Pero no sé si la fusión del indie con el folk será el futuro. Ojalá. En mi caso, la relación con el folk llega porque yo buscaba algo que evocase a un sonido celta. Yo quería que este disco fuese una exaltación de una parte muy marcada de mi personalidad, que es mi lado gallego, mi conexión con Galicia, con el monte, con lo rural, con las aldeas... Por eso Peregrino tiene folk.
—Tienes una voz muy personal y no has tratado de dulcificarla ni de acomodarla mediante efectos. La defiendes tal y como es.
—Una de las de las cosas que más me ha divertido ha sido el experimentar mucho con la voz. No tenerle miedo a mi voz tal y como es y tratar de buscar la belleza en los defectos, en los desafines... A lo mejor no soy el mejor cantante haciendo gorgoritos o florituras técnicas, pero creo que algo que se me da bien es interpretar y transmitir distintos matices y distintas emociones. Al final, encontrar varias voces dentro de tu propia voz es algo muy divertido, hace que te conozcas mucho más y aprendes cuan versátil puedes llegar a ser.
—¿A qué artista admiras por cómo ha llevado su carrera, más allá de que te guste o no su música?
—He admirado a personas que me han parecido siempre muy honestas en su arte, como puede ser René, tanto en su trabajo con Calle 13 como con Residente. Además, hay músicos que admiro porque han conseguido un sonido que no caduca en el tiempo, que hacen música que no forma parte de ninguna moda, como los Rolling Stones o AC/DC. Aunque pasen décadas y sigan ofreciéndote un disco parecido al anterior, da igual, su música es eterna.
—En el caso de René, hay otro elemento también que define su carrera: su compromiso social y político. En tu caso, ¿es una cuestión que no interesa mezclarla con tu música?
—Sí, claro que me interesa. Para mí es siempre delicado tratar de dar algún tipo de enseñanza a la gente. Pero al final la experiencia personal te va dando ciertas lecciones a lo largo de la vida y yo no tengo miedo en exponerlas. Como puede ser, por ejemplo, en el tema de la pareja. A mí me parece muy anticuado que te digan que la estabilidad de tu vida depende de encontrar a esa pareja ideal con la que pasar el resto de tu existencia, establecer un vínculo de dos y construir todo en base a eso. Yo creo que el amor se puede ver de muchas maneras distintas y que de lo que se trata es de encontrar un consenso con la persona con la que quieras compartir algo. Y en ese sentido, no tengo problema en llevarle la contraria a las personas que piensan que la estabilidad está en encontrar una pareja monógama y en mis canciones hablo de relaciones abiertas y de amor de todos los tipos.
—Escuchamos, cada vez más, a músicos que declaran sufrir problemas de salud mental. ¿Se puede ser músico y ser feliz? O al revés, ¿se puede ser feliz y ser músico?
—Yo creo que sí. Creo que todo el mundo, no solo los músicos, estamos pasando por un momento bastante estresante y complicado. Pero, para bien o para mal, los artistas somos los que más tiempo tenemos para pensar, los que más horas al día nos pasamos comiéndonos el tarro y pensando en cómo te estás sintiendo. Eso, al final, te lleva a un proceso más introspectivo y más complejo que hace que te des cuenta de ciertas cosas que no te sientan bien, te preocupas en exceso por algunos asuntos o, simplemente, te conviertes en una persona más sensible. Creo lo que nos diferencia a los artistas, lo que, precisamente, nos da esa cualidad es el tener una sensibilidad extrema. Eso te hace sufrir más y, al mismo tiempo, ser más feliz cuando se trata de disfrutar de las cosas. Yo personalmente soy una persona que trato de ver la vida siempre desde una perspectiva muy positiva y muy optimista, a pesar de que también tengo ese trastorno de ansiedad que hoy en día parece que compartimos todos.
—¿Cuál es ese sexto sentido que tienes, del que hablas en «Cigarra»?
—Una de mis mayores virtudes es la confianza que tengo en mí mismo y el sentido de la intuición. De hecho, creo que van ligadas. Toda mi vida me he aferrado a ese caminito. Especialmente en esta última etapa, he confiado hasta el extremo en mis ideas, en mis principios, en la música que yo quería hacer y en el tipo de artista que quería ser. Y confiaba en que eso podía tener cabida en el momento musical actual. Por ahora el tiempo me va dando la razón. Pero reconozco que es muy difícil ser artista porque te vas tumbando a ti mismo a lo largo del tiempo. Si no tienes ese ego y esa confianza en ti mismo, terminas por echar a la basura ideas, por cambiar el rumbo o por dejarte llevar por las opiniones de los demás. Yo he tratado de no caer en nada de eso. He pedido muy pocas opiniones en esta última etapa de mi vida y ha sido cuando mejor me ha ido.
—En una entrevista te preguntaron por tus cinco canciones favoritas y me llamó la atención que incluyeras «Chiquitita», de Abba.
—Abba me parecen unos genios. Han sabido hacer, una tras otra, grandes canciones. Y Chiquitita, por supuesto, es una de ellas. De hecho, hay una melodía al final, que hacen con el piano, que no sé por qué pero conecta mucho conmigo y yo la he metido por ahí en canciones que he compuesto para otra gente y en canciones mías. Creo que es una de las canciones que más me ha influido en esta última etapa.
—En «Materia prestada» también metiste acordes y alguna frase de «Pájaros de barro», pero no te dieron permiso para versionar la canción oficialmente. ¿Tu darías permiso para que versionasen cualquiera de tus canciones?
—Sí, sí. Yo no veo nada de malo en que otra persona haya conectado con una canción mía y quiera proponer su propia visión. Al final, para eso está el arte. No sé a qué se puede deber que no me hayan dado permiso o que ciertos autores no quieran que se adapten sus canciones.
—Igual a estas alturas hay alguna algún directivo de alguna discográfica tirándose de los pelos por no permitir en su momento que Carlos Ares versionara «Pájaros de barro».
—No lo creo (se ríe). Aún es un poco pronto, pero trabajaré duro para que así sea en un futuro.
—Decías al principio que todavía te resultaba complicado lo de acostumbrarte a la popularidad pero veo que te entrevistan hasta en Vogue.
—La moda me parece una expresión artística muy interesante. Incluso me gustaría en un futuro vincularme a ese mundillo. Me gusta mucho el diseño, el dibujo y las artes gráficas y visuales. Es cierto que cuando empecé a ir ese tipo de eventos, me di cuenta que yo no tenía mucho que ver con ese mundo, pero nunca se sabe, hay que probar con todo. La moda que yo he querido promover desde este disco es un poco la antimoda, la austeridad. El utilizar ropa de segunda mano... Yo me puse en la piel de un personaje que se despreocupa por ese tipo de cosas. Que se marcha a una cabaña remota en el monte y deja de preocuparse por las modernidades y por todo este exceso de información que tenemos a todas horas en todos los ámbitos. Es una persona que quiere ser práctico. Para el invierno, pana. Para el verano, camisetas de manga sisa. Esa ha sido mi manera de apoderarme de una estética y de una personalidad que a mí no me generase mucho estrés.
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