
La banda de moda dará su primer concierto en Galicia en el Atlantic Fest de Vilagarcía de Arousa. Luego vendrán actuaciones en Lugo, Pontevedra y A Coruña
14 jun 2024 . Actualizado a las 13:31 h.Son el grupo indie español del momento. Ese del que todo el mundo habla y todo el mundo quiere ver. Pronto será posible aquí. Alcalá Norte debutarán en Galicia en el Atlantic Fest de Vilagarcía de Arousa el 19 de junio. Después, estarán en Lugo (17 de agosto), el festival Río Verbena de Pontevedra (24 de agosto) y en Noites do Porto de A Coruña (26 de septiembre). En todos ellos se aspira a cantar esa Vida cañón que ya es un himno. El vocalista Álvaro Rivas hace de portavoz de la banda en esta entrevista.
—La noticia de hoy de Alcalá Norte [la entrevista se hizo el martes 11] es que como se vendió en un día el aforo de la sala Mardi Gras para su concierto en el ciclo Noites do Porto de A Coruña han tenido que pasarlo a otra más grande, el Garufa.
—Sí, vaya locura. Flipo mucho con esas cosas.
—¿Tiene la sensación de que al entrar a un ensayo su realidad es una y cuando salen ya es diferente?
—¡Es que nos pasó esto! Nosotros estábamos ensayando para presentar nuestro álbum en El Sótano, que es una sala de Madrid bastante modesta, de unas 200 personas de aforo. Un mes después estábamos cerrando una gira de 40 fechas, con aforos mucho más grandes en ciudades que no son la nuestra… Todo eso nos ha pasado. Recuerdo cuando, allá por marzo, que tuvimos la confirmación de que íbamos a contar con AIE en Ruta y que nos iba a apoyar económica en cuatro bolos por la provincia, para mí era algo increíble, de «¡buah, vamos a ir en otoño por la península, no vamos a ir palmando dinero y cobraremos al menos los costes!». Y, de repente, dos meses después la gira ya no es deficitaria, ya da para repartir, uno tiene que plantearse si deja el curro… Todo es una puta locura.
—Hay una excitación tremenda con ustedes. Esa efervescencia recuerda, en ese sentido, a lo que pudo ser la aparición de Los Planetas o Carolina Durante. Parece siempre que a estallar algo. ¿Se ven así?
—A ver, yo empecé a hacer canciones cuando fundamos la banda hace cinco años. Desde entonces, me he dado cuenta de que me encanta hacer canciones y tocarlas en directo. Yo claro que me entregaría a hacer de esto mi profesión. Tengo 29 años y más de un lustro currando. No he sentido una sensación como la que siento ahora por hablar contigo, después estar con los de TVE, el viernes por la noche irme a la cama pronto porque el sábado madrugo para irme a Valladolid… Yo quiero hacer de esto una profesión. Creo que, de alguna manera, eso me emparenta con los fenómenos que comentas.
—Lo digo en otro sentido, en el que se juntan todos los elementos que hacen de esto algo especial: una banda debutante que viene del «underground», que tiene una fórmula sonora que tiene chispa funciona y posee un par de canciones que se convierten en himnos instantáneos por el boca a boca. Parece como si estuvieran en suspensión para dar el gran salto.
—Sí, para nosotros es muy importante que la gira que vamos a hacer funcione. Más allá de la gran acogida que ha tenido nuestro plástico y nuevos bytes reproducibles, lo importante es traducirlo a una gira con muchas fechas. Que sintamos a la peña que ha ido allí más por curiosidad que otra cosa salga diciendo: «Vale, era esto lo que pensaba». Hasta que no estemos bien metidos en la gira y veamos que la gente salga con una sonrisa de oreja a oreja no estaremos en posición de proyectarnos más allá.
—¿Qué hacen unos jóvenes de hoy con la vista tan puesta en los primeros ochenta?
—Hay muchos más como nosotros y más jóvenes incluso. El mérito lo tienen Marcos de Depresión Sonora y Diego La Plata. Son los que han traído el postpunk a nuestra generación. Yo descubrí a los Stone Roses y viajé hacia atrás en Manchester a Joy Division. De ahí salté a mi tierra para ver qué se hizo similar. Pero, lo dicho, no somos una excepción. Lo mío es más bien casualidad, pero la realidad es que hay muchos chavales en esa línea.
—¿La historia de Alcalá Norte empezó en un local tocando temas de The Cure?
—Sí, los que fundamos la banda teníamos gustos similares, pero nos juntamos con Barbosa, nuestro batería, que es heavy. De lo nuestro le gustaba The Cure, Joy Division y poco más. Él le había prestado atención a The Cure y tiramos por ahí. Tuvimos suerte porque deshicimos apostar por algo como el postpunk que gente antes ya había abierto el camino. En la pandemia no sé por qué aquello petó y el sonido volvió a estar de moda.
—En sus canciones habla de escuchar su propia música compulsivamente pensando en «la vida cañón» ideal. ¿Ha llegado ya a ese punto?
—[Risas] Más o menos. En ese momento estaba empatizando con mis allegados, que durante estos años tuvieron que soportar que no hablásemos de otra cosa que no fuera Alcalá Norte y todos los traumas que me estaba generando. Cuando escribí ese verso no tenía ni una milésima parte de la expectación que generamos ahora. En el fondo, eran versos autoflagelantes.
—¿Lo podemos asociar al «Oigo cintas que he grabado con mi voz» del «Autosuficiencia» de Parálisis Permanente?
—Estoy bastante seguro de que cuando Eduardo Benavente hizo esa letra también se estaba riendo de su egocentrismo, el que de alguna manera se deja traslucir en casi todos los proyectos artísticos. Si eso le guiaba, también me estaba guiando a mí.
—Tiene una voz con mucha personalidad. ¿De dónde viene?
—El fraseo creo que ha salido de manera natural y tiene que ver con algunas bandas de pop, pero sobre todo con cosas de hip-hop que me molan. Pero en cuanto al timbre, sí que ha habido mucho trabajo. Yo, en principio, engolaba mucho la voz, cantando en plan Ian Curtis, pero me apunté a clases de canto con un tipo de Lugo. Él me dijo que estaba forzándola y que mi voz se parecía más a Robert Smith que a Ian Curtis, que me iba a sentir más cómodo. Y yo le dije: «Tronco, pues si tú lo crees, ayúdame a sacarla». Y me ayudó. A partir de ese momento, empecé a cantar más gritado.
—Vaya, pues se nota un toque gallego ahí.
—Mi madre es de Pontecesures, pero murió cuando yo nací. No hubo manera de que me trasladara el acento. Imagino que será inconsciente. También tuvimos un teclista de Lugo, pero ya no está con nosotros.
—Pues será el profesor de Lugo entonces.
—Pues ni idea, no sé. La verdad es que sería gracioso que, como mi profe de canto tiene acento, yo empezase a cantar así por ello. Pero me preguntan mucho por qué canto como si fuera gallego. Yo les digo que es que soy gallego, claro [risas]. Mi tío abuelo es Borobó, el periodista de Pontecesures.
—¿No tiene relación directa con Galicia ahora? Vi en Instagram alguna foto suya en Melide.
—No, la última vez que fui fue para ver la tumba de mi madre en Pontecesures. Un evento traumático así dificulta una relación con la parte de la familia que te queda coja. Los quiero y los veo, pero no he disfrutado de vacaciones en Galicia. Al final, mi relación es más sentimental, de leer a Borobó, imaginarme a mi madre de becaria de él aprendiendo, cosas así.
—Ustedes encajan en otra tendencia actual: la reivindicación del barrio. Fotos con bloques de edificios, su nombre sacado del centro comercial de Ciudad Lineal… Pero, al tiempo, sostienen que no hay una exaltación de ello. ¿Qué papel juega ese barrio en Alcalá Norte?
—Es gracioso todo este debate, que no está zanjado dentro del grupo. Nace del petate este que hemos tenido. Nosotros nos queríamos llamar Ciudad Lineal, que es nuestro barrio, pero ya estaba pillado por otra banda y entonces escogimos el centro comercial. Tenemos una canción sobre la calle Elfo, que es donde vive mi abuela. En otra hago referencia a nuestro código postal, el 28027. Están esos detalles porque aquí es donde hemos pasado la mayor parte de nuestra vida, pero no sé muy bien qué más reivindicar. Ya en una óptica más madrileña, sorprende que, por la naturaleza cortesana de Madrid, todo está concentrado en el centro. En las afueras no hay espacios industriales que se hayan rehabilitado como centros de ocio. Igual aquí, a nivel local, reivindicar un barrio versus el centro puede tener su gracia, pero tampoco buscaría un mensaje político muy elaborado debajo de eso.
—Para encontrar mensajes claros en sus letras hay que bucear mucho. ¿Lo suyo es una mezcolanza de ideas sin más o hay una lógica interna?
— Algunas canciones, sí. Aquí se recogen temas de varias épocas de la banda. Las más antiguas que he recogido en el álbum seguramente responden a una idea concreta que tenía en la cabeza y sobre la que quería escribir. La de Langemark es clara. Leí a Jünger y hablaba de cómo la batalla de Langemark impactó a la juventud alemana que iba a la I Guerra Mundial como héroes de guerra y fueron recibidos por armamento totalmente inhumano y no por señores con armadura y espada. Ahí sí que creo que las canciones cuentan algo concreto y tienen significado por sí mismas. A partir de que fue avanzando la banda y empecé a abrirme líricamente, sin limitarme a enlazar cuatro versos de una métrica similar y ponerlos juntos, se abrió la veda. Empecé a ser más sutil o friqui, haciendo canciones en las que la primera estrofa y la segunda no tienen nada que ver. O que están hiladas por un estribillo que, bueno, quizá remite a la primera, pero hay que hilar muy fino para conectarla con la segunda porque me la he invitado sobre la marcha. Eso no quiere decir que las estrofas consideradas individualmente no quieran decir algo. Pero, claro, si alguien pilla una canción nuestra e intenta extraer un mensaje uniforme… pues se va a llevar una buena decepción. O va a pasar un rato complicado. Casi prefiero que diga «vaya mierda de letra» y no que le intente sacar punta como si hubiera algún significado raro.