«True crime» o el porqué del asesino

Mercedes Corbillón FUGAS

FUGAS

Imagen de archivo Rosario Porto, Asunta y Alfonso Basterra del 5 de enero del 2005
Imagen de archivo Rosario Porto, Asunta y Alfonso Basterra del 5 de enero del 2005 PACO RODRÍGUEZ

28 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

No sabemos por qué nos gusta tanto el true crime, pero nos gusta. También las novelas de asesinatos inventados, incluso las malas o las absurdas o las que escogen circunstancias altamente improbables, cuando no descabelladas, si nos atenemos a las estadísticas. De lo que pasa en la realidad es muy difícil escribir porque la mente es mucho más compleja e inaprensiva de lo que permiten los clichés, pero también está de moda rellenar los huecos que dejan los hechos con interpretaciones fabuladas que todos consumimos masivamente en las plataformas de televisión. Nada en contra, el intento de contar lo que ha pasado es el intento de contar quiénes somos. En las aldeas, al calor de la lumbre, también se narraban las historias truculentas que alimentaban al mismo tiempo la fascinación y el miedo de los allí presentes, que revolvían las ascuas mientras aquel que poseía el don del cuento triunfaba. Necesitamos relatos y no importa que se repitan una y otra vez. Veo cómo mis tesoritos consumen series, pero también documentales que siguen la huella de los asesinos. La verdad es casi siempre más escurridiza en la vida real, aunque la judicial se imponga con garantías. Todas las versiones de los hechos nos interesan, pues las pruebas rara vez aparecen diáfanas como en CSI ni el mal se desata en un instante rastreable como en Mentes criminales. En la realidad, los porqués casi siempre quedan sin resolver y nuestra incertidumbre también.

Tras esa duda, el porqué que hace de título, está Inma López Silva, que se obsesionó durante años con el asesinato de la pequeña Asunta. Bueno, lo de la obsesión es figuración mía. Su libro es ordenado, un texto de la filóloga culta e inteligente que es, pero también tiene la pulsión del buen periodismo que se nutre de ese punto de obsesión que yo le supongo también por la fuerza que tiene la historia, que no he podido parar de leer, arrastrada por la fuerza del relato que es a ratos novela, a ratos ensayo y en todo momento una narración poderosa que no mira tanto lo sucedido como nuestra mirada sobre lo sucedido. Esa que lo puede cambiar todo.