Mikel Izal: «Aunque no lo parezca, soy un provocador y bastante cachondo»

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Mikel Izal (izquierda) con el productor Pau Corea
Mikel Izal (izquierda) con el productor Pau Corea cedida

Disolvió su banda, se deshizo de no pocos demonios y, a finales del 2023, a modo de particular exorcismo, publicó su primer disco en solitario, «El miedo y el paraíso». Ahora revisita algunas de esas canciones con nuevos registros y valientes colaboraciones

29 jun 2024 . Actualizado a las 17:34 h.

Medio año ha transcurrido desde que Mikel Izal presentó El miedo y el paraíso y casi cuatro desde que escribió las canciones que lo conforman. Un tiempo que le ha servido para exorcizar no pocos demonios, exteriorizar —incluso en sus conciertos— sus rabias y angustias y atemperar, en parte, su crónico inconformismo.

­—¿De qué te sientes hoy más cerca, del miedo o del paraíso?

—Mucho más cerca del paraíso. Este disco lo escribí cuando estaba pasando una racha personal muy mala. De hecho, lo escribí para huir de mi cabeza, para tener algo que hacer. Entonces, claro, vomité en él un montón de cosas y emociones. Por eso salió el disco que salió. Y creo que por eso la gente está conectando tanto con él, porque hay mucha entraña. Ahora, por suerte, eso ya me queda lejos y la vida va mejorando. Volveré al miedo, seguro, porque toda nuestra existencia es en sí un bucle. Pero ahora me toca visitar el paraíso.

—¿Qué está pasando con los artistas, que tantos y tantos están teniendo problemas de estabilidad emocional o de salud mental?

—Creo que hay dos factores. Uno, que antes no nos enterábamos. Pero, hoy en día, con las redes sociales... ¿Tú te imaginas a David Bowie publicando al minuto lo que le estaba pasando en su vida? Pues no. Bowie hacía canciones, aparecía, tocaba, era un mito y nadie se enteraba de qué había desayunado. Sin embargo, hoy todo se comunica, todo se ve. Y dos, esa propia sobreexposición, ese mundo del postureo, de la actualización permanente y de las fotos en el paraíso, generan una presión social muy difícil de soportar. Y no me refiero solo a los artistas. A los chavales se les está poniendo muy alto el listón con esas imágenes de lo que se supone que tienen que ser, de chicos y chicas tan perfectos como irreales e imposibles de alcanzar.

—En tu caso, ¿cómo gestionas ahora esas redes que tanto daño te causaron?

—Me gustaría llevarlas de otra manera. Aunque no lo parezca, yo soy muy provocador. Pero me tengo que cortar porque nunca sabes cómo lo va a entender la gente. Hace unos años, antes de que me pasara toda aquella mierda [fue acusado de acoso sexual a través de las redes], que tan injusta fue y que tanta rabia me ha generado, yo era mucho más inocente. Pero me caí del guindo. Y ahora, en las redes soy absolutamente aséptico. Pongo resúmenes de los conciertos, del buen rollo que estamos teniendo la banda, de momentos divertidos... A mí me gustaría expresar cosas un poco más comprometidas, pero no lo hago. Intento no meterme en líos, no hacer bromas arriesgadas.... No hay necesidad. Ya hablo mucho en mis canciones. Es donde mejor me expreso y de momento así seguiré.

—Tomando uno de tus versos al pie de la letra, ¿no has dejado de «medir cada puta palabra»?

—No, en absoluto. En mis canciones, hay un montón de deseos insatisfechos y consejos no seguidos por mí mismo. Aunque intento seguirlos, ¡eh! Pero muchas veces fracaso.

—¿Y te gustaría dejar de medirlas?

—A ver, yo soy un tío bastante cachondo. Me gusta el humor y, sobre todo, el humor afilado e incorrecto. Pero cuando te conviertes en una persona pública, y más en los tiempos que corren, en los que todo es juzgado y malinterpretado, hay que andar con mucho cuidado. Y eso me agota muchísimo. Hay veces que una broma es solo una broma y un chascarrillo solo un chascarrillo. Que la maldad sobre ese chascarrillo quien se la pone es el oyente, no el que habla. Yo soy un tío políticamente correcto, porque no me quiero meter en líos. Ahora mismo, lo que valoro mucho en mi vida es la paz y la tranquilidad.

—Ahora estás revisitando las canciones de tu disco junto a otros artistas. ¿Qué aprende uno cuando realiza ese ejercicio?

—Quizá más que de aprender, se trata de compartir. Pero bueno, para empezar aprendes a quitarte prejuicios, que siempre los hay. Aprendes a valorar otros géneros... Me viene a la cabeza la versión de El miedo que hice con Xina Mora, que es una artista de hard tecno, un género que yo no visito demasiado. Y, sin embargo, ella le aportó un montón a la canción. Con Pablo Alborán, en La fe, flipé con cómo puede cantar un ser humano. Es la persona que mejor he oído cantar en mi vida. Y de Pau Corea llevo mucho tiempo aprendiendo, porque él es mi productor de directo. Fue él quien me ayudó a traer mi mundo musical actual, más basado en sintetizadores y en arreglos más electrónicos, las canciones de Izal que toco en mi repertorio actual.

—De momento has grabado tres versiones, ¿harás alguna otra más o ya has acabado?

—Sí, haré alguna más. Esta idea de darles una vuelta de tuerca a las canciones del álbum la tenía desde el principio. Supongo que es consecuencia de mi insatisfacción constante.

—¿Las reunirás después todas en un disco?

—Sí, quizá lo haga, para que la gente pueda pueda adquirirlas de otra forma que no sea en una plataforma. A mí me sigue gustando el formato disco.

—En la hoja de «promo» de «El miedo y el paraíso» citabas explícitamente dos referencias: James Blake y Bon Iver.

—Sí, sobre todo Bon Iver ha sido como el faro que me sirvió de guía. Pasamos mucho tiempo buscando qué teclado, qué atmósfera, qué arreglo... Y siempre que tenía dudas acerca de si me convencía más un arreglo u otro, pensaba, ¿cuál elegiría Justin Vernon [el líder de Bon Iver]? Y ese es el que se quedaba.

—Poco que ver con tu primera influencia reconocida: Extremoduro.

—[Se ríe] Sí, una de las primeras. Te diría que mi primer gran bofetón musical, con el que mi cerebro sufrió cambios, a los 13 o 14 años, fue con Queen. Creo que ahí, de repente, descubrí la música. Y luego, ya en mi adolescencia, Extremoduro se mezcla con Ismael Serrano [vuelve a reírse]. De Ismael Serrano me llamaban mucho la atención las melodías, las letras y cómo contaba las historias. Y de Extremoduro, esa manera como mucho más dura y cruda que tenía de escupir el amor.

—Pues mira, he de decir que en algunas canciones de este disco sí que me has recordado a Ismael Serrano.

—Puede ser. En El presente, por ejemplo. Nos movemos en registros vocales parecidos, solo que mi carrera se ha desarrollado más en el pop-rock. O, como en este disco, en el pop electrónico, que quizás está bastante lejos del mundo de Ismael Serrano. Pero entiendo lo que quieres decir.

—Se habla mucho estos días de la eclosión de la música en directo. ¿Cómo ves tú el fenómeno desde dentro?

—A mí me parece muy positivo que interese tanto la música en directo. Es cierto que, en algunos casos, se ha vuelto un poco un evento social al que hay que asistir. Pero no voy a entrar en si eso es bueno o malo. Por ponerle un punto negativo al asunto, no sé si las pequeñas salas y los grupos que empiezan se están beneficiando de esta eclosión. Quizá ahí es donde habría que poner más énfasis. Si la gente no hubiera ido a vernos a las salas de 50 personas, yo no habría tocado en el Wizink Center. Sigamos yendo a los grandes festis y a los grandes conciertos, pero no dejemos de combinarlo con un par de conciertos mensuales de grupos de esos a quienes aún no conoce casi nadie. La entrada te va a costar 6 euros en vez de 600, te lo vas a pasar bien y vas a ver algo de tú a tú.

—Hace unas semanas la editorial Planeta publicó la biografía de Izal. ¿Te sientes representado en ella?

—Tengo que confesarte que no la he leído entera. Son demasiadas emociones. Pero sí que creo que Miguel Ángel Bargueño nos ha tratado con muchísimo respeto. Mantuvimos con él un montón de horas de entrevista y me consta que ha intentado ser superpreciso y superhonesto. He leído trocitos y cosas de mis compis y todo lo que he leído está muy bien contado. Creo que puede ser un libro muy interesante incluso para la gente que no conozca el grupo, pero a la que le guste la música y tenga curiosidad por saber cómo cinco personas sin discográfica y que no tenían ni para comprarse las guitarras consiguieron el milagro que con nosotros aconteció.

—¿La biografía cierra la etapa? ¿Es el último eslabón de la trayectoria de Izal?

—Ahora, tengo que decir que sí. Yo soy una persona que siempre mira adelante. Demasiado adelante, incluso. Soy un inconformista crónico. Siempre pienso en qué puedo hacer nuevo. Nunca en volver a lo que ya hice. Por lo tanto, no está en mi cabeza regresar a Izal. Pero, a la vez, también digo que igual dentro de 15 años, de repente, un verano nos apetece hacer alguna locura. Yo que sé... Pero hoy por hoy no está en mis pensamientos como proyecto.