Blue Jeans: «Tengo lectores en Galicia que me han invitado a su boda, que me acompañan de siempre»
FUGAS
El sevillano, amante del fresco tiempo del Norte, es un «hit» del verano adolescente. Francisco de Paula, Blue Jeans, vuelve con un Agatha Christie 2.0, en el mundo del TikTok y el Instagram. «De mis libros han salido varias parejas, yo solo pongo las palabras...», asegura el autor que nos hizo del Club de los Incomprendidos
30 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Recién aterrizado en Vigo, sin horizonte de despegue veraniego por estos pagos, nos atiende uno de los clásicos del verano, el sevillano que nos hizo empatizar con El Club de los Incomprendidos y que adora, confiesa, «la comida, los paisajes y a los escritores gallegos». Desde hace 20 años, no hay verano sin beso ni sin historia de Blue Jeans. Volamos a París... Una famosa marca de perfume convoca el Premio al Influencer del Momento de habla hispana para hacerse un hueco en el mercado español. Henar Berasategui, una de las candidatas al premio y la instagrammer más popular de los últimos tiempos, aparece muerta en uno de los baños del teatro donde se celebra la gala.
—En exigente gira con «Una influencer muerta en París». Como para ser uno de esos que necesitan calma y encierro para ponerse a escribir...
—¡No soy de esos! Yo voy a cafeterías a escribir. Me gustan el jaleo, la gente, el murmullo... Me distrae el silencio. Quitando las dos novelas que escribí en pandemia, el resto las escribí en cafeterías.
—Un poco a lo Jane Austen cuando escribía en el salón de las visitas...
—Es que yo vivía en un sitio con muy poquito espacio para escribir. Me adapté a encontrar mi espacio en cafeterías y puedo estar en ellas escribiendo unas siete u ocho horas. Siempre las mismas.
—¿Te inspira ese trajín cafetero para la trama o el diseño de los personajes?
—Una idea te puede venir en cualquier momento. No voy a las cafeterías en busca de inspiración, voy a trabajar, a obligarme a estar mis siete horas al día, durante cuatro meses, delante del ordenador. Pero sí... Una idea llega en cualquier momento, en una cafetería, en una conversación con mis padres...
—¿Aprovechas el tirón de las musas?
—No creo demasiado en la inspiración. Creo más en sentarme todos los días con el ordenador. Intento currar con una disciplina exigente todos los días. Aunque algún día solo me salga un párrafo. Creo más en el esfuerzo que en las musas.
—Que la inspiración me pille trabajando...
—A mí me va a pillar trabajando, porque yo soy muy currante.
—Ya nos deshace la dedicatoria de «Una influencer muerta en París»: «Para todos los lectores que su fueron».
—Sí, pone el nombre de Elena, una lectora que venía siempre a la feria de Madrid, que me ayudaba con las fotos algunos días, que tenía un problema de corazón que parecían haber solucionado... Por desgracia, entró en coma y falleció. Con solo 22 años. Esta feria del libro ha venido su madre, que además creo que es gallega. Me pareció un gesto nombrarla como agradecimiento. También han venido a verme familiares de otros lectores que han fallecido, que venían todos los años. A ellos va ese trocito de libro.
—¿Te sientes muy unido a los lectores?
—Algunos te acompañan siempre. Igual empezaron a leerte con 15 años, te siguen en las ferias, algunos se han hecho amigos también de mi pareja, que está conmigo en las firmas. A muchos lectores los he conocido siendo adolescentes y ahora los veo con sus hijos. Aquí en Galicia tengo varios lectores así. Vienen con sus maridos y sus hijos, pasado el tiempo. O que me han invitado a su boda... Es bonito encontrar a tanta gente gracias a los libros. Tengo varias parejas de lectores. Parejas que salen de conocerse en las firmas de mis libros. Yo solo pongo las palabras. Ellos, todo lo demás.
«Del mundo del influencer y el tiktoker hay una parte de presión que no se ve. Si desde muy joven tienes a la gente muy pendiente de ti, con los likes, con los halagos... después ver que otros están teniendo más éxito que tú no es fácil de asimilar. Eso genera problemas de salud mental»
—Tu novela nos lleva a revisar la idea del «influencer» y el «tiktoker» como «persona inmadura que no da un palo al agua». ¿Quieres rebatir esa imagen?
—Mi opinión no es relevante, pero en el libro se recogen dos opiniones: esa aversión que hay hacia el creador de contenido, que suele ser gente joven que se nutre del tema de su imagen; y también está esa idea del influencer como una persona que tiene que soportar mucha presión. Tienen muchos seguidores, pero también mucha gente que los odia o que se obsesiona con ellos. Eso genera una presión grande en gente joven. Esa es la parte que menos se ve. Muchos viven de los vídeos que hacen y de los bailecitos de TikTok, pero los que triunfan son una minoría que algo han hecho bien para llegar ahí. Es gente que tiene que crear contenidos continuamente, sus seguidores les siguen todo el rato, las marcas les meten presión... Es un mundo más complejo del que parece a simple vista. Tiene más trabajo detrás, sin duda, del que parece.
—¿Están más expuestos a dolencias mentales las personas que trabajan en esa realidad de lo virtual?
—Sí. Muchos de los que empezaron, de hecho, han desaparecido. Muchos youtubers que empezaron lo han dejado con el tiempo. O han desaparecido años después de ese momento de furos en que las marcas se peleaban por ellos. Ese bajón cuesta vivirlo. Sí desde muy joven tienes a la gente muy pendiente de ti, con los likes, con los halagos... después cuando ves que otros están teniendo más éxito que tú no es fácil de asimilar. Eso genera graves problemas de salud mental.
—¿La literatura es un oficio o una pasión?
—Yo tengo la suerte de mi oficio es una de mis pasiones. Agatha Chistie decía que la literatura dejó de ser una pasión cuando empezó a ganarse la vida con ella. A mí no me ha pasado lo de Agatha Chistie...